Obras Completas de Platón. Plato
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El poeta cómico Anaxándrides de Rodas dice en el Teseo:
«Cuando devoraba los olivos como Platón».
El escéptico Timón de Fliunte dice, por su parte, burlándose de su nombre:
«Semejante a Platón,
que sabía forjar tan bien
concepciones imaginarias».
El comediógrafo Alexis de Turio, en la Merópide:
«Vienes a tiempo;
porque, semejante a Platón,
me paseo a lo largo y a lo ancho,
perplejo, incierto,
y no encontrando nada bueno,
no hago más que fatigar mis piernas».
En el Analión:
«A fuerza de hablar
de cosas que no conoces
y de correr como Platón,
encontrarás el salitre y la cebolla».[21]
El poeta cómico Anfis de Atenas en el Anfícrates:
«El bien a que esperas llegar,
¡oh maestro mío!,
es aún más problemático para mí
que el bien de Platón.
Escúchame, pues…»
Y en Dexidémides:
«¡Oh Platón!, no más que una sola cosa;
tener un humor sombrío
y arrancar tu frente severa,
como una concha de ostra».
El comediógrafo Cratino de Atenas, en la Falsa suposición:
«Evidentemente eres un hombre
y tienes un alma;
no es Platón quien me lo ha dicho,
pero aun así lo creo».
Alexis, en el Olimpiodoro:
«Mi cuerpo mortal ha sido anonadado,
pero la parte inmortal ha volado por los aires.
¿No es esto puro platonismo?».
El comediógrafo Anaxílides le critica igualmente en el Botrylion Circe y en Las mujeres ricas. El filósofo socrático Arístipo de Cirene dice, en el libro cuarto de la Sensualidad antigua, que Platón estaba enamorado de un joven llamado Áster, que estudiaba con él la astronomía, así como de Dión de Siracusa, de quien ya hemos hablado. Algunos pretenden que también amaba a Fedro. Se cree encontrar la prueba de esta pasión en los epigramas siguientes que pudo dirigirle:
Cuando tú consideras los astros,
yo quisiera ser el cielo
para verte con tantos ojos
como hay de estrellas.
Áster, en otro tiempo
estrella de la mañana,
brillabas entre los vivos;
ahora, estrella de la tarde,
brillas entre los muertos.
A Dión:
Las Parcas han tejido con lágrimas
la vida de Hécuba y de los antiguos troyanos;
pero a ti, Dión, los dioses te han concedido
los más gloriosos triunfos
y las más vastas esperanzas.
Ídolo de una inmensa ciudad,
te ves colmado de honores
por tus conciudadanos.
¡Querido Dión, con cuánto amor
abrasas mi corazón!
Estos versos fueron grabados, se dice, sobre la tumba de Dión en Siracusa. Platón había amado igualmente a Alexis y a Fedro, de los que hablamos más arriba. Acerca de ellos hizo los versos siguientes:
Ahora que Alexis no existe,
pronunciad solamente su nombre,
hablad de su belleza,
y cada uno tome su rumbo.
Mas ¿por qué, alma mía,
excitar en ti vanos pesares[22]
que en seguida es preciso ahogar?
Fedro no era menos bello,
y le hemos perdido.
Se dice también que obtuvo los favores de la cortesana Arqueanassa de Colofón, a la que consagró estos versos:
La bella Arqueanassa está conmigo.
El amor abrasador reposa aún en sus arrugas.
¡Oh!, con qué ardor ha debido abrazaros, a vos
que habéis gustado las primicias de su juventud.
Se le atribuyen también los versos siguientes sobre el poeta trágico Agatón de Atenas:
Cuando cubría yo a Agatón de besos,
mi alma toda entera estaba en mis labios,
dispuesta a volar.
Otros:
Te doy esta manzana,
si eres sensible a mi amor;
recíbela y dame en cambio tu virginidad;
si me la rechazas, tómala también,
y considera cuán fugaz es la belleza.
Otros:
Mírame,