Traicionada (Libro # 3 Del Diario Del Vampiro). Morgan Rice

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Traicionada (Libro # 3 Del Diario Del Vampiro) - Morgan Rice Diario de un Vampiro

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sus venas. Sentía como si hubiera muerto sin haber dado el siguiente paso. Como si estuviera atrapada.

      Más que nada, sentía dolor. Un dolor sordo, palpitante en su costado inferior derecho y en el estómago. Debía ser donde la apuñalaron.

      "Lo que está pasando es normal", dijo Caleb en voz baja. "No tengas miedo. Al principio, todos pasamos por eso cuando nos convirtieron. Te vas a sentir mejor. Te lo prometo. El dolor va a desaparecer. "

      Ella quería sonreír, tocar y acariciar su rostro. El sonido de su voz hacía que todo en el mundo fuera perfecto. Hacía que todo valiera la pena. Ella estaría con él para siempre, ahora, y eso le dio esperanza.

      Pero estaba demasiado cansada. Su cuerpo no estaba respondiendo a lo que su cerebro quería. No podía hacer que sus labios sonrieran y no tenía la fuerza para levantar su mano. Sintió que se volvía a quedar dormida...

      De repente, sus pensamientos cambiaron nuevamente sacudiéndola para que despertase. La Espada ... yacía allí, y entonces ... la robaron. ¿Quién la tenía ahora?

      Y entonces se acordó de su hermano, Sam. Inconsciente. Luego, ese vampiro se lo llevó. ¿Qué le había pasado ? ¿Estaba a salvo?

      Y Caleb. ¿Por qué estaba aquí? Debería estar buscando la Espada. Deteniéndolos. ¿Estaba aquí sólo por su bien? ¿Estaba sacrificando todo para quedarse a su lado ?

      Pregunta tras pregunta corría por su mente.

      Reunió cada onza de la fuerza que tenía y abrió sus labios un poquito.

      "La Espada", alcanzó a decir con la garganta tan seca que le dolió decirlo. "Tienes que ir ...", añadió. "Debes salvar ..."

      "Shhh", dijo Caleb. "Descansa."

      Quería decir algo más. Mucho más. Quería decirle lo mucho que lo amaba. Lo agradecida que estaba. Cuanto deseaba que él nunca se fuera de su lado.

      Pero tendría que esperar. Una nueva ola de sopor cayó sobre ella, y sus labios simplemente no se volvieron a abrir. A su pesar, sintió que se hundía, se hundía, tambaleándose de nuevo en la oscuridad, de regreso a su estado de sueño inmortal.

      DOS

      Kyle volaba sobre el norte de Manhattan y nunca se había sentido tan eufórico. Detrás de él volaba Sergei, su obediente soldado, y detrás de él cientos de vampiros que se les habían unido en el camino. Ahora Kyle portaba la legendaria Espada en su cinturón, y no necesitaba decirse nada más. Vampiros malévolos a lo largo de la costa este ya habían escuchado la noticia y, muchas cofradías estaban ansiosas de unirse a Kyle. Sabían que la guerra estaba próxima y la reputación de Kyle era una garantía. Estos vampiros mercenarios sabían que, dondequiera que él fuera, no sería para nada bueno. Y querían formar parte.

      Kyle sentía la emoción del creciente ejército detrás de él y, mientras volaba sobre la ciudad, sintió otra oleada de confianza. Sergei había hecho bien al agarrar la Espada y apuñalar a esa chica, Caitlin. De hecho, Sergei lo había sorprendido. Nunca había imaginado que Sergei fuera alguien en quien pudiera confiar. Lo había subestimado y, como recompensa, había decidido mantenerlo con vida, se había dado cuenta que podría ser un buen compañero. Estaba particularmente impresionado de que Sergei le había entregado la Espada diligentemente inmediatamente después de salir de la Capilla del Rey. Sí, Sergei sabía cual era su lugar. Si continuaba así, Kyle podría incluso promoverlo, hasta podría llegar a darle una pequeña legión de los suyos. Kyle odiaba la mayoría de cosas, de la mayoría de la gente, pero si algo apreciaba era la lealtad.

      Sobre todo después de lo que su gente, el la Cofradía Marea Negra, había hecho con él. Después de miles de años de lealtad, Rexius, su líder supremo, había expulsado a Kyle como si fuera un nadie, como si sus miles de años de servicio no hubieran significado nada. Todo por un pequeño error. Resultaba impensable.

      El plan de Kyle había funcionado a la perfección. Ahora esgrimía la espada, y nada, absolutamente nada, se interpondría en su camino. La guerra con la raza humana, y con las demás razas de vampiros, pronto iniciaría.

      Al continuar hacia el centro, ahora sobre Harlem, Kyle descendió más cerca del suelo, usando su vista de vampiro para hacer acercamientos a los detalles abajo. Y sonrió de oreja a oreja.

      La propagación de la peste bubónica era todo un éxito. Reinaban el alboroto y el caos. Esos pequeños patéticos humanos corrían en todas direcciones, conduciendo sus vehículos a alta velocidad en dirección contraria por las calles de un solo sentido, discutiendo entre ellos, saqueando tiendas. Vio que la mayoría de los humanos estaban cubiertos de llagas horribles, muestra de la presencia de la peste. También vio los cadáveres apilados en casi todas las esquinas. Aní abajo era Armagedón. Y nada podía hacerlo más feliz.

      Sólo sería una cuestión de días para que todos los humanos en la ciudad se infectaran. En ese momento, Kyle y sus hombres podrían acabar fácilmente con el resto de ellos. Se alimentarían como nunca antes. Y luego esclavizarían al resto de la raza humana.

      El único pequeño obstáculo que quedaba en su camino era la Cofradía Blanca, esos vampiros patéticos que se alimentaban sólo de animales y se creían mejores que los demás. Sí, tratarían. Pero no serían un rival para la Espada. Cuando terminara con los humanos, después acabaría con ellos.

      En primer lugar, y lo más importante, tomaría de nuevo el lugar que le corresponía en su propia cofradía. Y lo haría con brutalidad. Rexius había cometido un grave error al castigarlo, creía Kyle, mientras tocaba y palpaba las cicatrices endurecidas en un costado de su cara, su terrible destino, su castigo por dejar escapar a Caitlin. Rexius pagaría por todas y cada una de las cicatrices de Kyle. Rexius era poderoso, pero ahora, con la espada, el poder de Kyle era aún mayor. Kyle no descansaría hasta que Rexius cayera muerto por su propia mano, y hasta que él se declarase como el nuevo líder supremo.

      Kyle sonrió ampliamente ante la idea. El líder supremo. Después de todos estos miles de años, se lo merecía. Era su destino.

      Kyle y sus hombres volaron y volaron, sobre Central Park, a lo largo Midtown, sobre Union Square, sobre Greenwich Village ... y, finalmente, llegaron al parque del Ayuntamiento.

      Kyle bajó con elegancia, cayendo sobre sus pies, y el rebaño de ahora cientos de vampiros aterrizó detrás de él. El ejército de Kyle había crecido más de lo que pudiera creerse. Qué manera de regresar, él pensó.

      Kyle estaba a punto de dirigirse a las puertas del Ayuntamiento, estrellar su puerta y comenzar su guerra, cuando notó algo por el rabillo del ojo. Algo que lo molestaba.

      Kyle utilizó su visita para hacer un zoom de varias cuadras y poder observar de cerca el caos frente al puente de Brooklyn. Cientos de coches estaban atrapados en el tráfico, atascados unos contra otros, sin poder moverse enfrente del puente. Todos querían salir.

      Pero el puente estaba acordonado. Varios tanques y camiones militares bloqueaban el camino, docenas de soldados sentados sobre los tanques apuntaban a la multitud con ametralladoras. A ningún humano le era permitido salir de la isla de Manhattan. Los militares buscaban evitar que la plaga se propaguase. Probablemente, habían bloqueado todos los puentes y túneles.

      Por un lado, eso era exactamente lo que Kyle deseaba: facilitaba las cosas, ya que todos los seres humanos estarían atrapados en Manhattan y podría matarlos a todos con mayor facilidad.

      Pero,

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