Comedias de humor. José Ignacio Serralunga
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sino el calor que me invade,
porque unos ojos de jade
me calientan, cual brasero.
Para explicarlo mejor,
esos ojos, dos luceros
que iluminan mi sendero,
son de un verde tan profundo
en cuya hondura me hundo
cual caracú en el puchero.
Esas manos delicadas
son una fuente de lirios
-la fuente de mis delirios-
allí abrevo como alondra
que busca en el monte sombra
sin sospechar el peligro.
¡Esa melenita de oro
que enmarca, tan delicada,
su carita redondeada!
Es tan rubia como el trigo,
y no parece, les digo,
que usara agua oxigenada.
¡Clamo al cielo y al infierno!
Quiero a esa rubia en mis brazos,
enlazada con un lazo
si hace falta, qué joder.
¡A ver quién tiene el poder!
(Apareciendo de improviso, viste ropas harapientas)
MARCO ANTONIO: ¿Me llamaba?
GUAPO: ¡Qué cagazo!
MARCO ANTONIO: No hay por qué asustarse, joven.
Usted acaba de llamarme
y acá estoy, de hueso y carne,
con apariencia de humano,
para darle a usted esa mano.
Permítame presentarme.
GUAPO: Ya sé, no me diga nada,
a usted el olor lo delata.
MARCO ANTONIO: ¿Tengo mucho olor a pata?
GUAPO: Usted despide al hablar un hedor particular, como a veneno de ratas.
MARCO ANTONIO: Es el azufre, seguro.
Es lo que allá respiramos
en los pagos del Fulano.
Pero veamos la urgencia
que merece esta emergencia.
Métale, vamos al grano.
GUAPO: Disculpe la desconfianza.
Antes que mi alma le venda,
y espero que no se ofenda,
muéstreme sus credenciales,
sus papeles oficiales,
o del diablo, alguna prenda.
Porque le voy a decir,
y disculpe lo sincero,
que parece un pordiosero,
su pinta nada garanta.
Me parece flor de chanta,
tiene agujero en los agujeros.
MARCO ANTONIO: Usted no debe guiarse
por la imagen de la gente,
que es un engaño aparente.
Podemos decir entonces
que el hábito no hace al monje
ni al diablo lo hace el tridente.
(Mientras habla se saca la ropa harapienta, debajo tiene vestuario impecable de diablo.)
Yo ya no quiero salir
con zapatillas de marca.
Si hoy mismo un flaco me garca
y me aprieta con un fierro,
que si esta boca no cierro
me pasa a buscar la parca.
GUAPO: Es verdad, es cosa seria
salir solo en estos pagos.
Cualquier ñato te hace estragos
si te clava un tramontina.
MARCO ANTONIO: Y agarrate catalina
si es una banda de vagos.
GUAPO: Mas no ha de temer la muerte
el que vive en el infierno,
si le gusta más: averno,
que es como un horno de barro,
como un enorme cigarro
en un lenguaje más tierno.
MARCO ANTONIO: Si metáforas prefiere,
el desafío le agarro.
El infierno es como el barro:
todo sucio, negro, oscuro,
lleno de hollín, le aseguro,
como un calefón con sarro.
GUAPO: Me imagino la humareda.
MARCO ANTONIO: En los pagos del demonio
todos sufrimos de insomnio
porque el tipo que hace el fuego
-parrillero desde luego-
le echa sulfuro de amonio.
Un humo denso, dañino,
que penetra en los pulmones
y causa mil infecciones:
tos convulsa, falso crup,