Comedias de humor. José Ignacio Serralunga

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Comedias de humor - José Ignacio Serralunga Teatro

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      aunque hay otras opiniones.

      GUAPO: ¿Mucho calor?

      MARCO ANTONIO: Ni le cuento.

      Se suda a chorros, no a gotas.

      Es para andar en pelotas.

      Desde el suelo el calor sube,

      y se han ido por las nubes

      los precios de las ojotas.

      GUAPO: Yo me habría imaginado

      mucha farra, diversiones.

      MARCO ANTONIO: Esas son falsas versiones

      del infierno, si es un asco.

      Yo le reitero, es un fiasco,

      por más que lo promocionen.

      GUAPO: ¿Así que usted no es el Jefe,

      según comienzo a entender?

      No es el mismo Lucifer,

      ni Luzbel, ni Satanás.

      No es Belcebú, no es Añá.

      ¿Quién vendría usted a ser?

      MARCO ANTONIO: Yo soy como un delegado

      del mismísimo Demonio,

      y mi nombre es Marco Antonio,

      como el del César famoso.

      Aunque yo soy más hermoso

      que este tipo, Marco Antonio.

      GUAPO: Usted tiene que ayudarme

      porque estoy desesperado.

      Estoy muy enamorado

      de una preciosa mujer

      que acabo de conocer.

      Y ¿Usted sabe? Estoy casado.

      De noche sueño con ella,

      de día escribo versitos,

      ya perdí hasta el apetito

      y por pensar sólo en ella,

      ya me perdí dos paellas

      y un par de sábalos fritos.

      Mis amigos me rechazan,

      tengo el alma por el suelo,

      y sólo encuentro consuelo

      en estas noches de frío,

      devorándome los libros

      de Bucay y de Coelho.

      Imagínese mis noches

      durmiendo con esa vaca.

      La cama hace traca traca,

      ronca como un tren expreso

      ¿Se imagina darle un beso

      con ese aliento de urraca?

      Mientras tanto en mis oídos

      susurra suave la voz

      que me dice: vámonos,

      amémonos vida mía,

      y me despierta la arpía

      con un acceso de tos.

      (Marco Antonio despliega oportunamente folletería, fotos, utilería adecuada para ilustrar cada oferta.)

      MARCO ANTONIO: Tenemos un par de opciones:

      Una es matar al bisonte,

      si prefiere gliptodonte,

      con todo respeto dicho,

      al referirme a ese bicho

      que usted tiene por consorte.

      GUAPO: Siga, siga, me interesa,

      puede contar con mi ayuda.

      Esa vieja polleruda

      me tiene inflado, podrido,

      desvencijado y ardido.

      Es una bestia peluda.

      MARCO ANTONIO: Podemos suministrarle

      una dosis de veneno,

      y un poco de ibuprofeno

      por si le duele la panza.

      Porque si la gorda lanza

      vomita dos baldes, llenos.

      GUAPO: No me convence del todo

      liquidarla con cianuro.

      Es preferible, le juro,

      quedaría sin consuelo,

      si al bajar del Portezuelo

      se le rompieran los frenos.

      MARCO ANTONIO: ¿Un accidente de ruta?

      Es lo más convencional,

      pero es poco original.

      Yo le aseguro que al rato

      de proceder al maltrato,

      usted va al correccional.

      A ver si le gusta esto:

      Cuando se meta en el baño.

      GUAPO: ¡La volamos con un caño!

      MARCO ANTONIO: Espere, no sea impaciente.

      Eso va a ser evidente

      porque causa mucho daño.

      GUAPO: Tiene razón, es muy burdo

      reventarla en el retrete,

      por el barullo que mete.

      MARCO ANTONIO: Hágame caso y escuche:

      Le ponemos en el buche

      tres cuartos kilos de cohetes.

      GUAPO: Ay, qué lindo, la imagino

      volando

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