Los magos de Hitler. Jesus Hernandez

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Los magos de Hitler - Jesus Hernandez General

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A partir de esa región se propagaron esos conocimientos a Egipto y Grecia. En el Imperio romano, nadie que se preciase de poseer un estatus social podía prescindir de un astrólogo a su servicio. Por entonces, astrología y astronomía se hallaban unidas; el más destacado astrónomo de la Antigüedad, Claudio Ptolomeo (90-168 d. C.) escribió un volumen dedicado exclusivamente a la astrología, en el que exponía con gran amplitud el influjo de los astros sobre los seres humanos. Durante la Edad Media, el cristianismo mostró su rechazo a la astrología, equiparándola a la magia, pero con el Renacimiento los propios papas se entregarían abiertamente al estudio astrológico. Durante todo ese tiempo, la frontera entre astronomía y astrología seguía sin estar definida; por ejemplo, destacados astrónomos como Tycho Brahe (1546-1601) y Johannes Kepler (1571-1630) acostumbraban a confeccionar horóscopos.

      No sería hasta la irrupción de Isaac Newton (1642-1727), quien había estudiado astrología y alquimia en su juventud, que se produciría una auténtica divergencia entre los conocimientos astronómicos y los astrológicos. La enunciación de su teoría de la gravitación universal imprimió un giro decisivo a los postulados científicos; a partir de entonces, la astrología quedaría relegada a un mero conjunto de enseñanzas tradicionales.

      A pesar de que el racionalismo cientificista del siglo xix acabó de dar el golpe de gracia a la astrología, los intentos de aplicar el método científico a la disciplina no cesarían, alcanzando su punto álgido en las décadas de los veinte y treinta del siglo xx, y especialmente en Alemania.

      Esos intentos se extenderían hasta los años setenta del pasado siglo, cuando los franceses Michel y Françoise Gauquelin estudiaron la incidencia de las posiciones de los astros sobre las personas; para ello realizaron numerosos estudios estadísticos encaminados a lograr una base racional que sustentase las tesis en las que se cimienta la astrología. Como respuesta a estos esfuerzos, en 1975, la revista norteamericana Humanist publicó un manifiesto en el que 136 científicos, entre los que había dieciocho premios Nobel, prevenían al mundo en contra de la aceptación de la astrología.

      En la actualidad, la pretensión de incluir la astrología en el terreno de la ciencia sería un disparate, pero en el momento histórico en el que se desarrollaron los hechos descritos en estas páginas ese objetivo parecía estar al alcance de la mano.

      campaña de desprestigio

      Situar la astrología al mismo nivel que las ciencias, y alejarla así de la magia y la superstición, fue el gran objetivo, si no obsesión, de los astrólogos que se verían perseguidos por el régimen de Hitler. Para ellos, la proliferación de adivinos que se dedicaban a la confección de horóscopos fraudulentos, pasando por alto el laborioso procedimiento que ello requiere, suponía un gran obstáculo para la deseada aceptación de los astrólogos en la comunidad científica. El desprecio hacia esos «charlatanes» —tal y como ellos les denominaban— era común a todo el colectivo de astrólogos y les aglutinó cuando, bajo el nazismo, se verían obligados a pasar por una dura prueba.

      Así, mientras en Berlín y su región circundante las prácticas astrológicas eran estrictamente prohibidas, en el resto de Alemania cundió el miedo entre los que acudían a consultar a los astrólogos, pues se corría el riesgo de atraer la atención de la temida Gestapo. Los nazis no sólo prohibieron de facto la astrología en todo el país, sino que lanzaron una campaña de desprestigio contra estas prácticas, desbaratando la referida pretensión de los astrólogos de aplicar criterios científicos a sus conocimientos, en una época en la que parecía que eso iba a ser posible.

      La astrología fue así equiparada a otras doctrinas esotéricas, de las que los astrólogos pretendían distanciarse. Con todo, los astrólogos tratarían de mantener la cabeza fuera del agua en los momentos en los que el régimen se mostraba menos beligerante contra ellos e incluso intentaron crear una asociación de astrólogos imbuida de los principios nazis, una iniciativa a la que habían tenido que recurrir otros colectivos para garantizar su supervivencia, pero el régimen no se lo permitió.

      Aunque parecía que los nazis estaban dispuestos a erradicar las prácticas astrológicas del suelo alemán, su actitud revelaría una desconcertante paradoja. A pesar de la citada campaña pública de desprestigio, estas prácticas adivinatorias se seguirían llevando a cabo de forma controlada y secreta en las altas esferas del régimen. Igualmente, a pesar de la presión, los astrólogos seguían desempeñando su trabajo como antes de la llegada de los nazis al poder, si bien procuraban actuar con discreción. Pero, tal y como se ha apuntado, todo cambiaría tras el vuelo de Hess a Inglaterra. El 24 de junio de 1941, las artes adivinatorias fueron vetadas en toda Alemania, quedando estrictamente prohibidos los estudios astrológicos que vaticinaran el resultado de la guerra.

      El régimen se empleó con dureza contra adivinos y videntes en el marco de la Aktion Hess. Pero, aunque resulte sorprendente, unos meses después los propios dirigentes nazis acudieron a esos mismos adivinos, reclamando su ayuda para ganar la guerra. Aunque seguían siendo prisioneros, debían colaborar con sus captores, ya fuera para localizar barcos en alta mar o elaborar los perfiles astrológicos de políticos y militares enemigos. Incluso hubo destacados líderes nazis, como Himmler, que los utilizaron obsesivamente como instrumento de sus ambiciones personales.

      reprimidos y utilizados

      En estas páginas, el lector podrá conocer la insólita historia de esos hombres que trataron de hacer fortuna, o únicamente sobrevivir, en ese peligroso entorno, en el que un día podían ser agasajados por un jerarca nazi ávido de conocer su futuro personal o el del régimen al que servía, para al día siguiente ser detenidos por la Gestapo y enviados a un campo de concentración. Su dramática historia se vino a sumar a las de muchos otros que, sin haber cometido ningún crimen, se vieron arrojados a la máquina represora puesta en marcha por los nazis nada más llegar al poder. Al igual que los otros colectivos que fueron apuntados en la lista negra del régimen, los astrólogos y videntes fueron sometidos a una terrible injusticia que, sin embargo, a diferencia de aquellos otros, el tiempo no se ha encargado de reparar.

      Probablemente, la razón por la que aquel drama humano es ignorado sea que la bibliografía académica sobre el Tercer Reich y la segunda guerra mundial ha evitado referirse a él. Esa incomparecencia de los historiadores en un aspecto de la Alemania nazi que, aunque menor, merece ser ponderado, ha entregado ese campo a la especulación de autores que no se sienten comprometidos con la verdad histórica, lo que ha desprestigiado su estudio y ha alejado a su vez a los historiadores, en una especie de círculo vicioso.

      La consecuencia de todo ello es que desconocemos la influencia real que alcanzaron estas prácticas en el devenir de los acontecimientos que tuvieron lugar durante el Tercer Reich, así como ignoramos el destino de aquellos que se dedicaban a vaticinar el futuro, especialmente de los que tuvieron que hacerlo por encargo de los jerarcas nazis. En vista de que hay constancia de la importancia que tuvieron las artes adivinatorias para personajes clave del régimen como Himmler o Hess, es injustificable que se haya prescindido de dicho elemento para tratar de entender lo que ocurrió durante ese controvertido período histórico.

      Aquí se expondrán las singulares trayectorias vitales de algunas de esas personas que los nazis reprimieron, torturaron y asesinaron, pero que también utilizaron en su beneficio. El precedente más significativo de esa contradictoria actitud sería el caso del célebre mago Erik Jan Hanussen, a quien los nazis mimaron y protegieron hasta que consideraron que ya no podía servir a sus intereses.

      A partir de ahí, fueron muchos los astrólogos y videntes que cayeron víctimas de esa misma paradoja. Entre ellos destacan dos figuras, la del suizo Karl Ernst Krafft, de quien se decía que era «el astrólogo de Hitler», y la del alemán Wilhelm Wulff, quien sería testigo de excepción de la obsesión de Himmler por conocer el futuro. Junto a ellos, otros muchos adivinos y videntes no tuvieron más opción que colaborar con sus captores, poniendo sus habilidades y conocimientos al servicio del Tercer Reich.

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