El Reino de los Dragones. Морган Райс

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El Reino de los Dragones - Морган Райс La Era de los Hechiceros

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cabalgando, asimilando el lugar. En otro momento hubiese sido hermoso, pero en otro momento no hubiese estado aquí. En cambio, miró a su alrededor rápidamente, demasiado consciente de las sombras a ambos lados del camino y la forma en que las ramas la rozaban al pasar. Era un lugar en el que se podía imaginar que alguien desapareciera para no volver.

      De todos modos, era el camino que tenía que tomar si quería alcanzar a los Caballeros de la Espuela. Especialmente si los quería impresionar cuando llegara. Al lado de eso, su miedo no importaba.

      –¿Por qué no te detienes ahí? —gritó una voz más allá del sendero.

      Ahí. Erin sintió un breve escalofrío ante esas palabras, y agitación en su estómago. Detuvo su caballo y luego se bajó hábilmente de la montura. Casi como una ocurrencia tardía, tomó su vara corta con las manos enguantadas sujetándola ligeramente.

      –Ahora, ¿qué crees que vas a hacer con ese palo? —dijo el hombre más allá del sendero.

      El hombre dio un paso adelante, llevaba ropa de tejido áspero y sostenía un hacha. Dos hombres más salieron de los árboles detrás de Erin, uno con un cuchillo largo, el otro con una espada de combate que sugería que alguna vez había peleado en nombre de un noble.

      –Pasé por un pueblo —dijo Erin— y me hablaron de los bandidos en el bosque.

      No parecía resultarles extraño que hubiese llegado allí de todos modos. Erin podía sentir el miedo en su interior. ¿Debía haber venido aquí? Había tenido muchos combates de entrenamiento pero esto… esto era diferente.

      –Parece que somos famosos, muchachos —gritó el líder con una risotada.

      Famosos era una forma de decirlo. Había hablado con una joven en el pueblo que viajaba con su esposo. Ella le había dicho que aún cuando le daban todo lo que tenían a esos hombres, ellos querían más, y lo conseguían. Se lo había contado a Erin en detalle, y Erin había querido tener el trato que tenía Lenore con la gente, o la compasión de Nerra. Erin no tenía ninguno de los dos, todo lo que tenía era esto.

      –Dicen que ustedes matan a aquellos que dan pelea —dijo Erin .

      –En ese caso —dijo el líder—, sabrás que no debes pelear.

      –Casi no vale la pena —dijo uno de los otros—. No se parece para nada a una muchacha.

      –¿Te estás quejando? —Lanzó el líder—. ¿Por las cosas que le has hecho a muchachos también?

      Erin permaneció allí, esperando. Aún sentía miedo, y este había crecido convirtiéndose en una cosa monstruosa del tamaño de un oso, que amenazaba con aplastarla e inmovilizarla. No debía haber venido aquí. Este no era un combate de entrenamiento y, en realidad, nunca había peleado de verdad contra alguien. Era solo una joven que estaba a punto de ser asesinada, o peor…

      No. Erin pensó en eso y en la mujer del pueblo, y se obligó a que la furia  aplastara el miedo.

      –Si quieres que esto sea fácil para ti, entregarnos todo lo que tienes. El caballo, las cosas de valor, todo.

      –Y quítate la ropa —dijo el otro que había hablado—. Nos ahorrará mancharla de sangre.

      Erin tragó pensando en lo que podría significar eso

      –No.

      –Entonces —dijo el líder—, parece que tendremos que hacerlo por las malas.

      El que tenía el cuchillo largo se abalanzó hacia Erin primero, la sujetó y le hizo un corte en el cuerpo con el cuchillo. Erin se soltó pero la hoja le cortó la ropa con la facilidad que lo hubiese con la manteca de una lechera. La mirada lasciva de triunfo del hombre se convirtió rápidamente en sorpresa cuando su hoja se detenía y sentía el sonido del metal contra el metal.

      –Atravesar una cota de malla no es un trabajo fácil —dijo Erin .

      Lo atacó con su vara y lo golpeó en la cara con el mango, haciendo que se tambaleara hacia atrás. El líder se abalanzó hacia ella con el hacha y ella la bloqueó con su arma, arrojándola a un lado. Lo atacó con la punta y se la clavó en la garganta, haciendo que el hombre gorgoteara y se alejara tambaleándose.

      –¡Zorra!—dijo el hombre con el cuchillo.

      Entonces Erin giró la vara y le quitó la punta para revelar la larga cuchilla, casi la mitad de su largo. Reflejaba oscuramente la luz moteada del bosque. En el extraño y silencioso momento que siguió, ella habló. No tenía sentido esconder nada ahora.

      –Cuando era más joven, mi madre me hacía tomar clases de costura, pero la mujer que nos enseñaba estaba casi ciega, y Nerra, mi hermana, me cubría mientras yo salía a pelear contra los varones con un palo. Cuando mi madre me descubrió se enfureció, pero mi padre dijo que era mejor que aprendiera de forma apropiada, y él era el rey, entonces…

      –¿Tu padre es el rey?—dijo el líder , y miedo cruzó su rostro, seguido de avaricia—Si nos atrapan nos matarán, pero lo hubiesen hecho de todos modos, y el rescate que obtendremos por alguien como tú…

      Probablemente lo pagarían. Aunque después de lo que había escuchado Erin y el monto que pagarían para deshacerse de ella…

      El bandido volvió a lanzarse sobre Erin, interrumpiendo el hilo de su pensamiento al blandir su hacha y golpearla con ella. Erin barrió el golpe del hacha a un lado con una mano, empujó el codo del hombre y luego lo pateó en la rodilla mientras él intentaba patearla a ella, tirándolo al suelo. A su maestro probablemente le hubiese enojado que ella no continuara .

      Mantente en movimiento, termínalo rápido, no te arriesgues. Erin casi podía escuchar las palabras del maestro espadachín Wendros. Él había sido el que le había dicho que usara la lanza corta, un arma que podía compensar su falta de altura y fuerza, con su velocidad y alcance. En su momento, Erin se había sentido desilusionada por la propuesta , pero ahora no lo estaba.

      Tomando el arma con las dos manos giró, cubriéndose mientras el que tenía la espalda la atacaba. Rechazó los golpes uno tras otro y luego apuntó a herirlo. Una lanza podía herir tanto como una estocada. Él intentó bloquear el golpe alzando su espada y Erin giró las muñecas para lanzar la cuchilla por debajo del bloqueo y atravesarle el cuello con la punta de la lanza. Aún moribundo, el hombre se sacudió intentando golpearla y Erin lo bloqueó a un lado y siguió adelante.

      No te detengas. Mantente en movimiento hasta que termine la pelea.

      –¡Lo mató!—gritó el que tenía el cuchillo— ¡Mató a Ferris!

      Se lanzó hacia ella con el cuchillo largo, claramente con la intención de matarla, no de capturarla. Él se apresuró intentando acercarse a un punto en donde el largo del arma de Erin no fuese una ventaja. Erin atinó a retroceder y luego se acercó más de lo que él esperaba, haciéndolo rodar con la cadera y aterrizar ruidosamente en el suelo…

      O así hubiese ocurrido, si no la hubiese arrastrado con él.

      Muchacha presumida. Solo haz lo necesario.

      Ahora era demasiado tarde para eso, porque estaba en el suelo con el bandido, atrapada allí mientras él la apuñalaba, y solo la cota de malla la salvaba de la muerte. Había sido demasiado confiada y ahora estaba en un lugar en el que empezaba a sentir que la fuerza  del hombre era mayor. Ahora estaba sobre ella, presionando

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