Casi Perdida. Блейк Пирс
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–¿Y tú eres…?
El hombre sonrió levemente, apoyando una mano en el marco de la puerta.
–Soy la niñera —dijo Cassie en tono defensivo, y recordó demasiado tarde que debería haber dicho que era una amiga de la familia.
–Ah, ¿así que él te contrató? Te está pagando, ¿eh? ¿De dónde eres? ¿De Estados Unidos?
Cassie quedó sin aliento. No esperaba esto, e inmediatamente pensó en la mesera deportada de la que había hablado ayer la encargada del salón de té.
No le respondió. En cambio, repitió:
–¿En qué lo puedo ayudar?
Esperó que él no percibiera lo asustada que estaba.
–Tengo una entrega especial para el señor Ryan Ellis.
El hombre le entregó un sobre grande de manila, con el nombre y la dirección de Ryan en manuscrita.
Lo puso en la mesa del vestíbulo y él le extendió una tablilla.
–Firma aquí. Escribe tu nombre completo, hora de entrega y tu número de teléfono.
Así que esto era solo una entrega, después de todo. Cassie sintió alivio, pero no se iba a tranquilizar hasta que este hombre extraño se fuera.
–Y tu pasaporte, por favor.
–¿Mi qué?
Lo observó con horror.
–Tengo que tomarle una foto. Si no te molesta.
Su tono de voz le decía que a él no le importaba si a ella le molestaba. Se recostó contra la puerta y miró su reloj.
Cassie se sintió completamente aturdida. ¿De qué se trataba todo esto? Se temía que fuera algún tipo de medida drástica contra trabajadores ilegales.
No le podía decir que se fuera, aunque eso quería. ¿Era legal que fotografiara su pasaporte, o una violación de sus derechos? Parecía un intento de intimidación, pero no podía pensar en una salida sin meterse en un problema aún más grande.
–¿Puede esperar afuera mientras lo voy a buscar? —le preguntó.
Se tomó su tiempo para moverse hacia el porche. Permaneció de pie, observando con los brazos cruzados y media sonrisa en su rostro redondo y pálido.
Ella cerró la puerta de entrada, deseando no tener que volver a abrirla, y se apresuró hacia su dormitorio a buscar su pasaporte con la incriminatoria visa de visitante.
Luego volvió, abrió la puerta y se lo entregó.
En el ínterin él había encendido un cigarrillo. Lo colocó entre sus labios, sacó su teléfono y hojeó las páginas del documento.
Escuchó el clic repetitivo de la cámara del teléfono. Parecía que estaba fotografiando más de una página.
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