Robert Johnson Hijo De Diablo. Barrera Patrizia
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¡Sí, bastan frases como estas para alimentar una leyenda! Mucho más fácil imaginar que uno es zurdo, una hipótesis que explicaría en parte también los dolores de cabeza infantiles de Johnson, sus dificultades de concentración, la irritabilidad y el no querer ir a la escuela.
Ser zurdo ha estado considerado durante siglos un “signo demoníaco” y no pocos individuos acabaron en la hoguera durante el periodo de la Inquisición... ¡pero también otras!
¡Incluso en época moderna (y estoy hablando de la mitad de los años 70) se tendía a corregirlo envolviendo la mano del niño y estimulándolo a escribir con la derecha!
Si entonces trasladamos el ser zurdo a los comienzos del s. XX en América, en el Delta, con una comunidad negra y un niño “bastardo” (es decir, hijo de la culpa), que por añadidura una vez crecido “se va a hacer blues”... bien, podemos comprender la enorme carga psicológica y emotiva que ha acompañado al joven Johnson durante toda su breve vida. En esta óptica es fácil suponer que las “imprevistas capacidades” asociadas al pacto con el diablo fuesen simplemente un reapropiarse de la zurdez perdida, quizá precisamente bajo el estímulo de su maestro Zimmerman, que había sabido leer en el ánimo atormentado del chaval.
Un maduro Johnny Shines a caballo entre 1940 y 1950. Notad la referencia al “crossroads” de las mejores tradiciones del blues.
Entonces, musicalmente hablando, asistimos a un verdadero desdoblamiento de Robert Johnson: por una parte, un artista en grado de “tocar cualquier cosa que se pidiese en cualquier estilo”, una capacidad típica de los ramblers que debían adaptarse a los variados gustos de los promotores de los bares, y por otra parte “un artista que hacía volar los dedos sobre la guitarra tocando el blues... de espaldas”.
En el primer caso hay seguramente la adquisición de un “método” que, si para Son House y otros músicos de color era innato, en Johnson era fruto de un esfuerzo constante y disciplinado; en el segundo, por el contrario, la “liberación” del blues que es entonces ejecutado según la propia naturaleza zurda y que es mantenido oculto” a los otros.
Por otra parte, que Johnson fuese un disociado y un alienado está ampliamente documentado: Shines refiere cuán afable y gentil fuese el amigo con el público y violento y abusador en privado, sobre todo con las mujeres, a las que maltrata, humilla y abandona.
“A menudo desaparecía justo cuando estábamos tocando y me dejaba solo” – narra Shine – “estaba fuera días enteros sin dar señales de vida, después regresaba como si nada hubiese pasado.
Yo sabía que amaba meterse en líos, merodear a las mujeres casadas y más de una vez se ha metido en una pelea con sus maridos. Alguna vez ha sido encerrado en prisión por un par de noches por embriaguez molesta y riñas. Al principio era bonito viajar con él, subir y bajar por los trenes, tocar donde fuese que nos diese la gana. Johnson era amado por la gente, ya que sabía satisfacerla en todo y para todo. Pero cuando ha empezado a meterse con las mujeres ha cambiado.
Desahogaba su rabia sobre cualquier mujer que se le pusiese a tiro, la golpeaba a muerte y después venía a tocar conmigo. Me decía “¡ah, pegar a una mujer me hace sentir mejor!” y en realidad casi todas las canciones que escribía hablaban de mujeres.
En un cierto punto, la convivencia con él se volvió imposible y nos separamos”.
En 1936, Johnson estaba atormentado por el deseo de grabar sus canciones y de entrar en el mercado discográfico. Trabajó duro para ser recibido por HC Speir, un cazatalentos blanco que dirigía un negocio de discos en el Misisipi y que había ya descubierto grandes talentos como Charlie Patton, Skip James, Tommy Johnson y Son House.
Según se dice, Speir reconoció al vuelo las capacidades de Johnson, pero debido a una antipatía muy fuerte prefirió pasárselo a Ernie Oertle, otro cazatalentos, que se ofreció a llevarlo a San Antonio en noviembre del 36 para hacer una sesión de prueba.
Esto tuvo lugar en la habitación 414 del Gunter Hotel, donde la Brunswick Record había construido un estudio de grabación “volante” como se usaba en la época. Junto a él, de hecho, había un montón de músicos recogidos de aquí y de allí del Delta, mexicanos sobre todo, e incluso la Wagon Gang Chuck, un grupo musical muy popular en aquel periodo en los locales del Delta.
Aquí Johnson, como cuenta Oertle, “grabó acuclillado en una esquina y de espaldas, tanto que trabajó mucho para posicionar los micrófonos”.
Sin embargo, Oertle no se maralliva demasiado: estaba acostumbrado a las manías de los Bluesman y a sus rituales y pensó que Johnson estaba simplemente buscando “el ángulo de carga”, esto es, el mejor modo para sacar el sonido.
En esta primera sesión fueron grabadas entre otras BLUES, COME ON INTO MY KITCHEN, KINDHEARTED WOMAN, CROSSROAD BLUES y TERRAPLANE BLUES, la única que Johnson escuchó grabada y que se convirtió en un gran éxito, vendiendo en la primera semana unas buenas 5000 copias, ¡un verdadero récord para la época!
En esta primera experiencia de prueba no encontramos un ciclo de canciones seguramente ligadas al sur rural, visceral y de impacto, consideradas desde siempre “la más verdadera expresión del melancólico Johnson”. Entre estas se destaca Kindhearted Woman por su complejidad y por una mayor búsqueda del sonido; el texto es seguramente mucho más estructurado que en las otras, y no por casualidad, junto con Crossroads blues, se convirtió durante años casi en el distintivo del artista.
Una segunda sesión se hizo después en 1937 directamente en Dallas en el Vintagraph Building situado en 508 Park Avenue, donde la Brunswick Record tenía su cuartel general.
En total 29 canciones, más algunas pruebas incompletas y las grabaciones descartadas, un total global de 41 grabaciones. Un número exiguo de piezas que sin embargo constituyen un precioso patrimonio para la música mundial.
Sin embargo, el éxito de de Robert Johnson fue PÓSTUMO. Si bien fue un apreciado músico, sus capacidades de innovación no estaban bien comprendidas en la época y no fue cierto que su prematura muerte lo relegó en un inmediato olvido que lo ocultará a la crítica por unos treinta años.
En 1938, periodo de su mayor éxito, si hubieses preguntado a cualquiera por la calle “¿Quién es Robert Johnson?”, no habría sabido responder, pero habría podido describiros cuántos pelos en la cabeza tenía Son House.
Sin embargo, su nombre comenzaba a abrirse camino entre los expertos del sector, visto que justo aquel año el famoso John Hammond, productor de la Columbia Records, ¡lo había puesto bajo contrato para la primera edición del después famosísimo “ Spirituals to Swing” a la Carnegie Hall de Nueva York, como darle la consagración oficial al joven Johnson!