Nieve De Colores. Juan Moisés De La Serna
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Nieve De Colores - Juan Moisés De La Serna страница 4
Quizás fuesen demasiadas preguntas, por lo que decidí centrarme en lo que era seguro, un río contaminado con miles de peces muertos, y unas nieves de colores, quizás fuesen hechos aislados, pero al menos sabía por dónde empezar a buscar.
Mi director me pedía un artículo y lo primero que debía de hacer era cumplir con él, y luego aprovechar que estaba en el país para emprender mi búsqueda propia.
Unas pocas fotos de cada uno de los lugares y las declaraciones de los habitantes de la zona, serían suficientes para complementar la información oficial, la cual era bastante imprecisa afirmando que ambos casos aisladamente se trataban de unos fallos en alguna planta química que por error derramó sustancias contaminantes unas al río y otras a la atmósfera.
Esta era una lucha que había llevado a muchos grupos a protestar en los países industrializados dado el alto nivel de contaminantes que inicialmente arrojaban al medioambiente.
Ahora en estos países existen protocolos tanto para reciclar esos sobrantes para que el impacto medioambiental sea mínimo como para detectar fugas y poner en marcha planes de vacunación o evacuación de la población más próxima.
Sentía simpatía por estos grupos que denunciaban cuando algo no funcionaba como debía, en cuanto a medidas de seguridad y protección, aunque me parecía que en otras ocasiones abusaban de su poder, provocando daños a las industrias, necesaria para el progreso.
Quizás fuese difícil mantener el equilibrio entre lo que demandan y el progreso.
Personalmente quería dar un enfoque más humanitario a este artículo, aunque estaba dispuesto a escuchar a todos los que quisieran dar sus opiniones incluido a los grupos ecologistas, pero a mí me interesaba más el cómo lo había vivido la gente de a pie, los ciudadanos con los que se podía identificar el lector, aquellos que salen de sol a sol a trabajar, y que echan cuentas para poder llegar a final de mes.
Mirando por la ventana vi una gran mancha blanca, no era un banco de nubes como el que habíamos atravesado hace tiempo, sino la extensa llanura blanca de Rusia, admirando el paisaje me di cuenta de que todavía no tenía idea de cómo lo iba a hacer si el periódico con el que me había puesto en contacto no me proporcionase un traductor, pero los problemas los iría resolviendo a medida que surgiesen.
A mi llegada a Moscú todo fue bien, a pesar de ver mucha vigilancia armada en el aeropuerto, y a pesar de tener que identificarme un par de veces no hubo mayores problemas para embarcar en el siguiente vuelo a San Petersburgo.
El cambio de caracteres gráficos con que estaban escritos todos los letreros me supuso un verdadero suplicio para entender cómo funcionaba todo.
Pero tras preguntar a unos turistas que tenían pinta de saber inglés, conseguí llegar hasta una oficina de información y ahí me indicaron en qué sala y a qué hora iba a salir mi vuelo.
Después de casi dos horas de espera entre vuelo y vuelo, llegué al aeropuerto, ya era tarde, y a pesar de haber quedado con una persona del periódico no creí que llegaría a esas horas, pero para mi sorpresa después de recoger mi equipaje y dirigirme hacia la salida, me encontré con un letrero que portaba una persona joven, era una chica con un pelo muy negro y de una tez blanquecina, mostrando un gran contraste.
Había otras personas portando letreros probablemente de turistas despistados como yo, e incluso alguna hacía referencia a agencias de viajes.
Me acerqué a donde estaba y me identifiqué intentando decirla mediante mímica que yo era el del letrero, pero para mi sorpresa ella me respondió,
–Hablo su idioma perfectamente, es por lo que me han enviado a recogerle, seré su guía en su breve estancia.
–¿Quién dijo breve? ―pregunté entre asombrado y molesto.
–Me comentaron que sería una estancia de dos o a lo mucho tres días, es como suelen hacer los periodistas extranjeros, llegan, ven la noticia y regresan a su país para publicarlo.
–Bueno sí, esa es la idea, pero además querría buscar a una amiga.
–No sé nada de su amiga ―me dijo desconcertada.
–No les conté todo al periódico, verá estoy buscando a una compañera la cual ha desaparecido.
–Bueno, si es así el periódico deberá de saber su última posición.
–Ella no trabaja para ningún periódico, estaba realizando una investigación en la Antártida.
–No entiendo nada, me lo tendrá que contar todo si quiere que le ayude ―me dijo mientras nos dirigíamos con las maletas a la salida.
Tras dejar atrás la parada de taxis fuimos hacia el aparcamiento, donde después de pasar por varias filas de coches me dijo,
–Este es mi coche, deje las maletas en los asientos de atrás, el maletero lo tengo ocupado.
Lo hice y me senté en el asiento del copiloto, y salimos del aeropuerto internacional Púlkovo en dirección a la ciudad.
Aunque no era tarde pues apenas eran las seis ya parecía una noche cerrada, quizás era por el cambio horario o quizás por las horas de vuelo, pero ya estaba bastante cansado, a pesar de la hora.
–Verá, me he tomado la libertad de cancelar su reserva de hotel.
–¿Qué ha hecho qué? ―pregunté extrañado.
–Mire tengo un alquiler que pagar y me vendría muy bien ese dinero, con lo que usted gastaría en un día me puedo pagar medio mes, mi piso es grande y limpio, se lo pido como favor de compañero a compañero.
–No lo sé, me suena muy extraño.
–Si está un tiempo aquí se dará cuenta que somos buena gente, a pesar de la fama que tenemos en occidente.
»Aunque también tenemos muchas carencias a pesar de tener una gran economía, la riqueza se concentra en unos pocos, y es muy difícil mantener un nivel aceptable de vida, pues muchos tienen dos y hasta tres trabajos.
»Ahora estoy estudiando y trabajando en el periódico, pero como ello no me da para vivir lo suficiente a veces realizo otro tipo de trabajo como de guía para turistas, pues conozco varios idiomas.
–Me sorprendes con lo que me dices, creía que este país que tantos temen estaba mejor.
–Sí lo está, bueno dependiendo de a lo que te dediques, los trabajadores del gobierno reciben buenos salarios, pero el resto, debemos de ganarnos el pan poco a poco.
Después de un momento de pensármelo, la dije,
–Está bien, pero con una condición, me acompañará y me hará de traductora todo el tiempo que necesite, si son tres días como si es un mes.
Ella me miró con los ojos muy abiertos, y sorprendida me preguntó,
–¿Me va a pagar un mes de hotel?, eso sería una millonada aquí.
–Bueno, no, el periódico me ha mandado como máximo una semana, es todo lo que le puedo pagar ―dije recordando la conversación con mi jefe.
–Trato hecho ―me dijo extendiéndome la mano para