Nate. Virginie T.

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Nate - Virginie T.

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su universo. Y una vez unidas, las almas gemelas no pueden vivir la una sin la otra. Literalmente.

      Eso quiere decir que si uno muere, el otro también, por lo que se ha asegurado de que él no la matará.

      —Entonces no puedes morir.

      —¿Cómo?

      Ashley toma el relevo.

      —Connor jamás haría nada que pudiera herir a su compañera.

      —Únicamente porque si la mata, muere.

      —No, Sam. No la has escuchado. Nunca le haría daño porque ella lo es todo para él. Es el gran amor de su vida. El único.

      —Y porque si me tocase las narices, le patearía el trasero.

      ¿Perdón? Creo que estas dos románticas empedernidas olvidan algo.

      —Los fateles no tienen nada que hacer contra un metamorfo enfadado y decidido.

      —En circunstancias normales, es posible, pero yo ya no tengo nada de normal. Estoy vinculada a Connor. Nos hemos unido, de ahí la mordedura.

      Hago una mueca al volver a mirarla. La visión de esa marca me resulta casi insoportable, y se me nota en la cara.

      —Es la única manera que tiene un metamorfo de unirse definitivamente a su compañera. Jamás ha vuelto a morderme. No está conmigo por mi sangre, Sam.

      Tal vez sea lo que él le ha hecho creer, pero a la larga…

      —Como ya te he dicho, la que ha salido ganando he sido yo. Siempre he sido profetisa, pero el vínculo de unión me ha otorgado otros poderes.

      Abro de par en par los ojos y la observo atentamente. Ni rastro de falsedad. Además, Ash sabría que miente. Nadie puede ocultarle nada a menos que se concentre.

      —¿Eres más fuerte que el metamorfo ese?

      —Soy más fuerte que Connor. Y aunque me sigue sobreprotegiendo como a una pequeña flor indefensa, también sé que le tranquiliza el hecho de que sea capaz de defenderme contra los rebeldes.

      —Sois muy monos, me alegra que hayas encontrado a uno de los pocos metamorfos dignos de confianza que hay en el mundo, pero ¿por qué me estáis contando toda esta historia?

      Las miro. Claramente, Sevana está esperando a que Ashley cuente el final de la historia, pero mi hermana no abre la boca y me temo lo peor. Un mal presentimiento se apodera de mí. Me levanto de un salto, con la súbita necesidad de largarme de lo mucho que me hierve la sangre.

      —¿Queréis que me una a uno de ellos?

      Ashley se apresura a cortarme el paso para que la mire.

      —¡No, por supuesto que no! Nunca te pediría algo semejante.

      Mi presión sanguínea se relaja un poco, pero permanezco a la espera.

      —¿Entonces qué?

      —Sevana regresa a su nuevo territorio con los Guardianes y yo voy con ellos.

      Mi corazón está destrozado. Mi hermana se va. Abandona definitivamente a los Treat, porque sé que no es posible pertenecer a dos manadas. Y en consecuencia, también me abandona a mí. Me dejo caer en el suelo. Solo quiero estar sola.

      —Sam, entiéndeme. No tengo elección.

      Yergo la cabeza impetuosamente. ¿Cómo que no tiene elección? ¿Alguien la ha presionado? ¿Nathan sigue buscándole las cosquillas?

      —¿Es Nathan quien te obliga a huir?

      —No, Nathan está muerto, lo ha matado mi compañero.

      El corazón me da un vuelco. Ashley se tapa inmediatamente la boca con la mano, pero su revelación no ha escapado a mi atención, ni muchísimo menos.

      —¿Tu compañero?

      Mi hermana, incómoda, se balancea de un pie al otro. Sospecho lo que voy a ver, un presentimiento me asalta y rezumo miedo por todos los poros de la piel. Extiendo la mano y le quito el fular. Veo la mordedura en su cuello. Lo sabía. Ashley nunca lleva fular, nunca. Juraría que opuso resistencia. Es una herida horrible y debió hacerle sufrir un martirio. En mi cabeza se baten la rabia, la incomprensión y el sentimiento de traición. Después de todo lo que hemos pasado, se ha rendido y se ha metido en la boca del lobo. Cierro los puños con tanta fuerza que las uñas se me clavan en las palmas.

      —Sam, cálmate.

      A mi hermana se le llenan los ojos de lágrimas mientras su amiga sangra por la nariz. No soporto verlas dejarse manipular de esta manera. Mi hermana se merece algo mejor.

      —Dile a tu compañero que venga.

      Esa palabra me desgarra literalmente la boca.

      —Tendré que conocerlo si forma parte de la familia.

      Mi tono almibarado no engaña a nadie y ambas sacuden la cabeza en señal de negación.

      —No mientras te encuentres en este estado mental.

      Siento cómo la magia me rodea, tratando de infiltrarse en mi cabeza para sosegarme, pero después de tantos años he aprendido a escudarme de sus poderes y debería saberlo.

      —Para.

      No quiero hacerle daño. Es mi hermana, la mitad de mi corazón, y sin embargo ahora no confío en ella. Es una sensación desagradable. Siempre he pensado que era la única persona con quien podía sentirme totalmente segura, y en este momento no hay nada más lejos de la realidad.

      —Estamos enamorados, Sam.

      —Abre los ojos. Eso no es una señal de amor.

      Señalo con el dedo las profundas marcas de dientes que le dañan la piel.

      —Es una herida horrible que te han obligado a aceptar.

      —Sam, déjame enseñártela y explicarme. Te lo suplico.

      Sus lágrimas son tan suyas como mías y me culpo por hacerla sufrir así.

      —No me pidas que escoja. No sería capaz.

      ¿No me preferiría a mí antes que a su torturador? ¿Por qué? Respiro profundamente para apaciguar mi tormenta emocional, pero mantengo todos los sentidos alerta.

      —¿Qué quieres enseñarme?

      Tira un poco de su camiseta y veo una segunda mordedura más limpia.

      —Esta es la marca de unión que me ha hecho Sean. Tenías razón, lo otro es una herida y opuse resistencia.

      Monto en cólera. ¿Es así como piensa calmarme?

      —Fue Nathan. Traicionó a los Treat y quiso reivindicarme a la fuerza. Hizo que me raptara un alfa disidente, pero Sean acudió a mi rescate con Sevana y su compañero.

      Mi

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