Nate. Virginie T.
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—Sean mató a Nathan para protegerme. Y no me obligó a nada. Estaba dispuesto a esperar para reivindicarme. Es muy protector conmigo y no volverá a morderme jamás. No me quiere por mi sangre.
Me he perdido. Los disidentes no luchan entre ellos. Al contrario, comparten la sangre de los fateles para que otras manadas estén en deuda con ellos.
—Quiero conocerlo.
—Y estás en tu derecho, pero antes quiero que te calmes. Es parte de mí, de mi alma, y si le haces daño, sufriré mucho.
Asiento con la cabeza en señal de entendimiento. Sevana coge un pañuelo para limpiarse la sangre seca de la nariz, que ya ha dejado de correr.
—Os dejo en familia, necesito descansar y Connor está preocupado.
—Tú eres una más de la familia, Sevana.
Se sonríen y siento una punzada en el corazón al verlas tan unidas.
—Lo sé, pero acudí en tu ayuda a pesar de que él no quería que estuviera en primera línea y también he tenido que pelearme con él para que me dejase venir a ver a Sam contigo.
Me mira encogiéndose de hombros.
—No quería que me acercase a ti.
Lo entiendo. Tengo una reputación entre los Treat que desde luego no inspira mucha confianza.
—Si no soy considerada con él, lo volveré loco.
Dicho esto, sale de la habitación y de mi casa.
—¿Actúa en contra de la voluntad de su alfa?
Ashley sacude la cabeza.
—Le planta cara a su compañero, que es diferente.
Puede ser. O no. La verdad es que no tengo ni idea.
Tres golpes secos en la puerta me sobresaltan.
—Tranquila, Sam. Es Sean, mi compañero. Antes de abrir la puerta, debo advertirte.
Entrecierro los ojos con expresión suspicaz, a la espera de que continúe.
—Es autoritario. Y tozudo. Vamos, un beta. Un metamorfo beta.
¿Y eso le conviene? ¿A ella que no soporta que le den órdenes?
—Entiendo que tengas dudas, pero es mi alma gemela. Fue un flechazo, ¡aunque no quiere decir que no me ponga nerviosa a veces!
—Ve a abrir. Está esperando y no quiero que me tire la puerta abajo.
En efecto vuelve a golpear la puerta, ahora con más fuerza.
—Pues sí. Rompió la mía cuando Nathan me agredió y yo no podía abrir, así que es perfectamente capaz.
¿Y yo soy la desequilibrada?
Capítulo 3
Sam
Inequívocamente, el hombre que cruza el umbral de mi puerta es metamorfo. Es más alto que Ashley, a quien estrecha contra sí como si se le fuera la vida en ello. Es rubio, y sus penetrantes ojos dorados me juzgan como yo lo juzgo a él. Empieza a gruñir. ¿Por mí o por Ashley? Ni idea, pero queda claro que este tipo es tan inestable como yo, y sé cómo puede convertirse en un animorfo incontrolable. Mi hermana le propina un codazo en las costillas para llamarle la atención.
—¡Para de gruñir!
Todo obediente, deja de gruñir de inmediato, lo cual me desconcierta.
—Perdón. Un acto reflejo.
Cuando la mira, sus ojos pasan de dorado a oro fundido. Me impresiona la intensidad de su mirada, colmada de adoración por mi hermana. Nunca he prestado atención a las parejas de la manada. A decir verdad, nunca he prestado atención a la manada en general. Por tanto, ignoro los pormenores del vínculo de unión y las almas gemelas. Pero quiera o no quiera, lo acepte o no, sus sentimientos por Ashley son evidentes. De nada sirve engañarse, no está con ella por su don ni por su sangre, sino por su persona, y nunca lo habría creído si no los hubiera visto juntos. Mi hermana, de corazón tierno, lo mira exactamente de la misma manera. Es vomitivo. Creo que se han olvidado de que estoy aquí. Están en su mundo, en su burbuja. Me noto algo celosa. Para mí, que a menudo me siento sola e incomprendida, tener esa armonía con alguien se reduce a un mero sueño. Podría ponerme en plan ogro y hacerle sangrar para recordarles que estoy aquí, pero seguramente mi hermana me lo reprocharía.
—Ya tendréis tiempo de miraros más tarde. Sobre todo en otro lugar que no sea mi casa.
Ashley se pone roja hasta las orejas, mirándome con expresión arrepentida.
—Hola, soy Sean, el compañero de Ashley.
Da un paso adelante sin soltar a mi hermana y me tiende la mano. No me gusta que me toquen y el hecho de que me saque más de una cabeza me pone nerviosa. Su aura de poderoso metamorfo dominante me apabulla y me perturba. Ante los ojos suplicantes de mi hermana, hago el esfuerzo de estrecharle la mano durante una milésima de segundo por educación.
—Sam.
Ladea la cabeza e inspira a pleno pulmón. Es un truco de metamorfo. Me está oliendo. También puede captar mis emociones y no me gusta la idea. Una pequeña jugarreta no hace daño, ¿no? Sean frunce el ceño, se sacude la nariz y empieza a gruñir.
—Sean, ya empiezas otra vez.
A pesar del apunte de mi hermana, no se calla. Sigue con la mirada fija en mí.
—Tienes un don interesante… y también muy raro.
No me puedo creer que mi hermana se lo haya contado. Traidora. Ahora sabe que se la he jugado.
—No mires a tu hermana así. No me ha dicho nada. Simplemente he atado cabos. Te diviertes haciendo sangrar a la gente por la nariz y acabas de privarme de mi olfato. Deduzco que manipulas los átomos del cuerpo humano a tu antojo.
Mis ojos y los de Ashley, abiertos como platos, confirman su hipótesis. Nunca nadie lo había acertado antes.
—No te sorprendas tanto. Conozco bien los poderes de los fateles. Ahora, si pudieras devolverme mis capacidades te lo agradecería.
¿Conoce bien los poderes de los fateles? ¿Cómo es posible? Debe tener más o menos la edad de Ashley y los fateles no se relacionaban con otros pueblos. Ocasionalmente hacían visitas de cortesía, pero eso era todo. A menos, claro está, que se criase en una manada disidente que retenía a fateles prisioneros para arrebatarles su sabiduría y su vida.
—Detesto sangrar por la nariz.
Se sostiene la nariz, que le tiñe de rojo los dedos.
—Para, Sam.
Percibo la angustia en la voz de Ashley, pero una bruma de pura rabia me nubla la mente. Ha formado parte de los disidentes, estoy segura. Aumento la presión y mi poder se intensifica.