Suicidio Policial: Guía Para Una Prevención Eficaz. Juan Moisés De La Serna

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Suicidio Policial: Guía Para Una Prevención Eficaz - Juan Moisés De La Serna

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nada, y en cambio es la época en donde se producen más accidentes, ya sea de tráfico, o de otro tipo. Actitudes que con el tiempo van “relajándose”, aunque se mantienen durante toda la vida, nada más hay que ver cómo tradicionalmente existen profesiones mayoritariamente de hombres asociados a una mayor actividad física, o conducta de riesgo, ya sea en el ámbito del deporte o del espectáculo; en cambio, las mujeres desde hace mucho han ocupado un mayor porcentaje en las aulas obteniendo mejores resultados académicos a todos los niveles.

      En el caso de los cuerpos y fuerzas de seguridad, a pesar de que cada día son más las mujeres que se incorporan a dichos cuerpos todavía existe una gran diferencia entre hombres y mujeres, así en España en el caso concreto de la Policía Nacional en el 2019 la cifra de mujeres representa el 14,5% de los miembros del cuerpo, es decir 9.063 mujeres de 62.953 agentes (El Plural, 2019), muy por detrás de países como Estonia con un 33,9%, Países Bajos con un 28,9% o Suecia con un 28,8% en 2012 (Institut for Public Security of Catalonia, 2013).

      Sobre el origen y “utilidad” de estas diferencias se ha identificado que se trata de un comportamiento “heredado” de nuestros antecesores, en donde el varón era quien debía de “salir” a cazar y enfrentarse a las dificultades del exterior, en cambio la hembra permanecía dentro del “territorio seguro” en donde existía menos peligro, lo que la permitía desarrollar otras habilidades más “útiles” para las funciones que tenía. Esta aportación ha sido discutida ya que actualmente no existe ese marcado reparto de roles, tal y como sucedió en el pasado, a pesar de lo cual se siguen produciendo, pero ¿cuál sería el motivo de las diferencias en la asunción de riesgo según el género?

      Para responder a esta cuestión se ha llevado a cabo un estudio realizado conjuntamente por la Universidad de Ciencias Electrónicas y Tecnología de China, el Hospital General Universitario Médico de Tianjin; y la Academia China de Ciencia (China); junto con la Universidad de Adelaida y la Universidad de Queensland (Australia) (Zhou et al., 2014), en el estudio participaron 289 voluntarios de una edad media de 22 años a los cuales se les administraron 15 pruebas psicotécnicas además de estudiar la actividad cerebral a través de resonancia magnética funcional (fMRI). Los resultados relacionan los datos obtenidos de todas las pruebas encontrando diferencias significativas entre los participantes en la corteza somatosensorial secundaria derecha, que incluía la anterior dorsal bilateral, cortezas insulares medias y la corteza cingulada anterior dorsal.

      El estudio trata por tanto de dar respuesta a un comportamiento que hasta ahora no había podido ser explicado, comprobando cómo la conducta diferencial entre hombres y mujeres jóvenes está sustentada en diferencias cerebrales importantes, con lo que se daría cuenta de la mayor tendencia a asumir conductas de riesgo por parte de los hombres.

      Basado en estos resultados se podría esperar que existiese una tasa superior de suicidios entre los policías varones y más jóvenes los cuales además exhibirían conductas de riesgo, para comprobarlo se emplean datos obtenidos desde la Agrupación Reformista de Policías en su Estudio y Análisis Complementarios al Plan de Prevención de Suicidios en el ámbito del cuerpo de la Policía Nacional donde se recogen las estadísticas de la incidencia de suicidios en este cuerpo desde el 2000 al 2017 separados por edad (A.R.P., 2019) ver tabla I.

Edad de 24 a 29 de 30 a 35 de 36 a 41 de 42 a 47 de 48 a 53 de 54 a 59 de 60 a 65
Porcentaje 11,84 21,71 17,11 16,45 16,45 15,79 0,66

      Tabla I. Distribución de suicidios en función de rangos de edad entre la Policía Nacional entre 2000 a 2017

      Con estos datos es posible comprobar que la mayor tasa de suicidio en el Cuerpo de la Policía Nacional no se produce entre los más jóvenes, de 24 a 29 años con una incidencia del 11,84% sino entre los que tienen 30 a 35 años con una incidencia del 21,71%, es decir estos datos van en contra de la premisa comentada sobre la mayor tasa de suicidio entre los más jóvenes debido a una mayor exhibición de conductas de riesgo. Las posibles causas de estas discrepancias podrían encontrarse en que en la vigilancia durante los primeros años de servicio por parte de los veteranos sobre los “recién llegados” es mucho más estricta, en aras precisamente de garantizar su seguridad y en que desarrollen adecuadamente su labor, supervisión que se va “relajando” con los años.

      Indicar que en la población general, el mayor porcentaje de casos de suicidio se produce en los jóvenes entre los 15 a 24 años y entre los ancianos de más de 75 años (O.M.S., 2009), precisamente en estas edades es donde se realizan los mayores esfuerzos por parte de los planes de prevención debido a la incidencia del suicidio, pero que en el caso de la Policía Nacional ni se contemplan ya que se salen de las edades de incorporación o jubilación del cuerpo; diferencias que también van a verse reflejado en las prioridades de las políticas de prevención que se puedan desarrollar al respecto.

      Con respecto a la Inteligencia Emocional como factor de protección frente a la conducta de riesgo, hay que indicar que ha sido un concepto que se ha visto relacionado con la capacidad para el manejo del estrés, las habilidades sociales e incluso con aspectos de la salud. Dentro del mundo laboral, hoy en día se considera a la Inteligencia Emocional como pieza clave y fundamental en cualquier líder, de ahí que las escuelas de negocio hagan hincapié en esta formación, igualmente se ha encontrado que está relacionado positivamente con un mejor desempeño en el puesto de trabajo, y negativamente con el absentismo y la renuncia del puesto. Algunas teorías apuntan a que las personas con alta Inteligencia Emocional son capaces de conocer mejor a los demás, de ahí que sean más efectivos en las relaciones interpersonales, otorgándole cierta habilidad para conocer los puntos fuertes y las limitaciones del interlocutor, pero ¿se ve afectada la percepción del otro por nuestra Inteligencia Emocional?

      Esto es precisamente lo que se ha tratado de averiguar con una investigación realizada desde el Departamento de Administración y Empresa Internacional, Universidad de I-Shou (Taiwán) junto con el Departamento de Dirección y Gestión, Escuela de Negocios (Noruega) (Lee & Selart, 2015). En el estudio participaron treinta estudiantes de la escuela de negocios, de los cuales once eran mujeres, con una edad media de 23 años. A los participantes se les hizo pasar por una situación controlada, donde observaba el desempeño de una persona en una tarea de resolución matemática, un Sudoku, y luego debían de valorar si esa persona pudiera resolver otro, pero en un tiempo limitado de tres minutos. Se manipularon las variables correspondientes a la dificultad de la segunda tarea, la posibilidad o no de ganar dinero por acertar según su nivel de seguridad en la respuesta, y la introducción o no de una tarea distractora entre ambas tareas.

      Los participantes debían de rellenar una prueba online sobre Inteligencia Emocional denominada Mayer-Salovey-Caruso Emotional Intelligence Test (Mayer, Salovey, & Caruso, 2002) donde se comparó la ejecución de los participantes según la puntuación en el M.S.C.E.I.T., como con alta o baja Inteligencia Emocional. Los resultados muestran que no existieron diferencias en las predicciones de la ejecución de la tarea de los otros en función de la Inteligencia Emocional de los participantes.

      Hay que tener en cuenta el limitado número de participantes, y que se trata de una manipulación experimental con baja validez ecológica, con lo que es probable que en una situación real se pudiese observar el fenómeno de predicción esperable. A pesar de las limitaciones del estudio hay que destacar lo innovador del enfoque de esta investigación, que trata de conocer cómo la Inteligencia Emocional posibilita que la persona tenga un mejor desempeño social. Aunque no parece que una mayor Inteligencia Emocional tenga que ver con acertar sobre las predicciones de ejecución de un

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