Memoria, historia y ruralidad. Sebastián Alejandro González Montero

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Memoria, historia y ruralidad - Sebastián Alejandro González Montero

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teoría social contemporánea. Buenos Aires: Biblos.

      Deleuze, G. (1987). Foucault. Barcelona: Paidós.

      Deleuze, G. (2008). En medio de Spinoza. Buenos Aires: Cactus.

      Deleuze, G. y Guattari, F. (1994). Mil mesetas. Valencia: Pre-Textos.

      Farías, I. (2011). Ensamblajes urbanos: la TAR y el examen de la ciudad. Athenea Digital, 11(1), 15-40.

      Gómez, C. G. (2012). Educación para el desarrollo rural sostenible (documento de Rectoría). Universidad de La Salle.

      Latour, B. (2008). Reensamblar lo social: una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial.

      Latour, B. y Hermant, E. (1998). Paris ville invisible. París: Les Empêcheurs de Penser en Rond/La Découverte.

      Lipovetsky, G. (2004). El imperio de lo efímero: la moda y su destino en las sociedades modernas. Barcelona: Anagrama.

      Merton, K. R. (2010). Teoría y estructura sociales. México: Fondo de Cultura Económica.

      Ricoeur, P. (2001). Del texto a la acción. México: Fondo de Cultura Económica.

      Ricoeur, P. (2006). Ideología y utopía. Barcelona: Gedisa.

      Notas al pie

      1 En la presente “Introducción” hacemos esto en dos cortos pasos: en “§1. Teoría” velamos nuestras suposiciones ontológicas, y en “§2. Métodos” hacemos mención de los momentos de la investigación con la precaución de aislar las hipótesis de trabajo que, en cada caso, creemos reseñan mejor las propuestas del equipo.

      2 La primera parte del libro está dedicada al tema de la compresión de la historia y de la memoria. La segunda parte, “Perspectivas e hipótesis de trabajo”, contiene aproximaciones no coincidentes por atender a fuentes teóricas distintas. La tercera parte, “Nueva ruralidad y reconocimiento”, consta de materiales que se aproximan a los conceptos que nombra, teniendo en cuenta líneas de trabajo complementarias. Finalmente, el “Excursus” tiene que ver con un acercamiento muy particular al problema de las narrativas.

      3 “Para el primer grupo, el lema que lo identifica parece en ocasiones: ‘No sabemos si lo que decimos es verdad, pero por lo menos es importante’. Y el lema de los empíricos radicales podría ser: ‘Esto es demostrable, pero no podemos señalar su importancia’” (Merton, 2010, p. 161).

      4 ¿Por qué hay lo social? ¿Y por qué no lo antisocial, lo asocial, lo atomizado? La sociología tendría origen en las respuestas venidas de la perspectiva de sistemas —Durkheim— y las respuestas encasilladas en la perspectiva accionalista —Weber—. Habría tensión entre esas perspectivas aún en la sociología contemporánea con intentos de síntesis en varios escenarios de la teoría social (Luhmann, Garfinkel, Bourdieu, Giddens). En realidad, habría de tenerse en cuenta la antinomia acción versus sistema para notar el modo en que las intuiciones iniciales de la sociología han tomado rumbo en teorizaciones que enfocan, o bien las regularidades y las determinaciones presubjetivas que organizan lo social, o bien las acciones y las intencionalidades primarias que hablan de las razones y los motivos de hacer comunidad (De Ípola, 2004).

      5 Latour, junto con Emilie Hermant, recientemente han explorado el tema desde la perspectiva de los estudios urbanos (1998). Ambos intentan mostrar el carácter híbrido de los espacios urbanos y el carácter heterogéneo de las relaciones que entre humanos y no humanos se establecen en ámbitos materiales y semióticos diversos. Para una caracterización detallada del tema, véase Farías (2011).

      6 Es lo que, en otro vocabulario, se llama comúnmente como procesos de subjetivación. Lo interesante del asunto así planteado es que con procesos de subjetivación no se nombra especialmente la emergencia de identidades —como muchas veces se ha entendido— sino dinámicas de grupo que, en últimas, hablan de las singularizaciones parciales de una situación social definitivamente exterior. Para el tema de la subjetivación como bucle del afuera, véase Deleuze (1987).

      7 Junto con el profesor Germán Bula, hemos venido trabajando en una versión ampliada de este problema. Tal versión se encuentra significativamente desarrollada en el documento de trabajo “Ontología de los cuerpos compuestos. O sobre el concepto de lo social”.

      Roberto Palacio escribió recientemente en la revista Arcadia sobre el modo en que la visión escolar de la filosofía ha agotado la tarea de pensar en la empresa de citar y reproducir ideas, reduciendo todo su potencial a meros ejercicios intelectualistas con tintes egomaníacos y narcisistas. Es lamentable. Y lo peor, la sociedad parece darse cuenta cada vez más del poco sentido que tiene eso.

      Haciendo caso del desdén por la filosofía de salón, no podemos estar más de acuerdo con la idea de que la filosofía es un asunto heterogéneo con respecto a las maneras académicas. La intuición de Palacio es poderosa. En definitiva, es más interesante pensar y hacer que el pensamiento haga con la vida una complicidad alegre que desgastarse en los rituales escolares. Permítase un sencillo recurso para ilustrar el asunto. Preguntémonos ¿en qué consiste la genialidad del filósofo? Es probable que su genio no sea otro que el que guía el trabajo disciplinado y cotidiano. El filósofo es también un atleta. Y su vida, objeto de ascesis constantes reflejadas en ejercicios incansables consigo mismo, con la realidad, con el pensamiento y con la escritura. Pensamiento y escritura que representan, en el fondo, el puente con el pasado que se guarda en los libros y las tradiciones y con la realidad que es siempre fuente inagotable de preguntas y motivos de pensamiento y acción.

      Digamos, más ampliamente, que todo filósofo se convierte en tal precisamente porque cruza vida, realidad y pensamiento en lo que escribe. Mirando en detalle la preocupación acerca de cuál es nuestro lugar en el orden de las cosas, podemos asumir una dirección de trabajo que subraya programas pensados más allá del universo de comportamientos, rutinas humanas, hábitos y costumbres sociales enraizadas en la academia y en los salones —como bien dice Palacio—. Bajo la impronta de quienes quieren oír que son capaces de hacer algo distinto a lucir una erudición inútil, quizá sea mejor elogiar la los medios adecuados y los espacios correspondientes a la tarea de no dejarse arrastrar por el destino, a la empresa crítica de pensar posibilidades de cambio y el proyecto general de ver qué hace falta para alcanzar mundos posibles. Desde la filosofía uno se encarga de ver cómo se las ingenia para pensar el devenir de las cosas y los proyectos humanos. O sea, si uno tiene afinidad con la filosofía no es porque se sienta a gusto en las camarillas de los intelectuales profesionales y sus ritos de mutua lisonja, sino porque resulta interesante la búsqueda de programas de pensamiento con destino en lo posible. Gusto filosófico es aquel que se desarrolla entre conceptos que transforman la compresión humana de la existencia y guían los proyectos de transformación del mundo.

      Dicho esto, ya podemos confiar en que se entenderán nuestros agradecimientos de manera profunda y más allá de todo ánimo adulador.

      Debemos agradecer a la Universidad de La Salle por garantizar los tiempos, el espacio y las libertades para pensar conceptos y realidad. Hemos de confesar que tenemos varios privilegios y los valoramos inmensamente: podemos escudriñar libros, tenemos la posibilidad de perseguir autores, es nuestra la alternativa la de considerar materiales y recursos variopintos (líneas de investigación, disciplinas, etcétera.), de recorrer temas y desarrollar preguntas sin ninguna restricción, de explorar —y equivocarnos con— posibles respuestas y debatirlas abiertamente entre nosotros. No se puede negar que nos damos el lujo de pasar horas y horas escribiendo sobre cuestiones que creemos son importantes, relevantes y necesarias a la luz de los tiempos en

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