Estetópolis. Jesús David Girado Sierra

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Estetópolis - Jesús David Girado Sierra

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otro lado, es posible ver la complejidad en el habitar la ciudad cuando se descubre que en esta se vive inexorablemente entre lugares, dominios, espacios4 o no lugares. Augé (2000) ayuda a comprender esto cuando aclara que, “si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar” (p. 83). Así, cuando se habla de la ciudad se habla de lugares (la clínica donde se nace y el hospital donde se muere, los edificios, las calles o los parques); pero también se habla de no lugares y de espacios como referentes de prácticas discursivas que no son “lugares antropológicos” o dominios; por ejemplo, cuando se habla de espacio público en alusión a algo que va más allá del dominio territorial:

      Negamos la consideración de espacio público como un suelo con un uso especializado, no se sabe si verde o gris, si es para circular o para estar, para vender o para comprar, cualificado únicamente por ser de “dominio público” aunque sea a la vez un espacio residual o vacío. Es la ciudad en su conjunto la que merece la consideración de espacio público […] espacio funcional polivalente que relacione todo con todo, que ordene las relaciones entre los elementos construidos y las múltiples formas de movilidad y de permanencia de las personas. (p. 29)

      En este sentido, el no lugar o espacio habría que considerarlo como aquel que determina precisamente el sentido de los lugares. En otras palabras, el espacio, construido por vía de la práctica discursiva, funda el significado de los lugares (privados, públicos, de exclusión o de integración). En definitiva, eso que no posee un correlato con la realidad física tiene una fuerza simbólica tal que asigna a cada lugar la forma como ha de ser dominado, usado, ignorado o transformado. El espacio como referente de prácticas discursivas, entonces, condiciona los lugares, les otorga una calificación, un estatus y propósito. La forma como se perciba o no un lugar dependerá de cómo sea concebido en el espacio discursivo que van hilvanando las dinámicas sociales, políticas, culturales o económicas de la ciudad.

      Así entonces vivir la ciudad consiste en habitar los lugares, pero también en proyectar y reclamar espacios. Ahora bien, la ciudad es compleja porque en sí misma no es única, es el resultado de las múltiples versiones resultantes de ese vivir entre lugares y no lugares. Así, para el mendigo, la ciudad es sinónimo de frialdad, hambre, exclusión, vigilancia, oscuridad, abandono y desprecio; para el visitante o turista, es aroma, historia, juego de luces, sabores únicos, maraña de vías y caras desconocidas; para quien la ocupa desprevenida e indiferentemente, es selva gris, esfuerzo, incertidumbre, explotación, intercambio, masificación y apilamiento de refugios, mientras que, para quien se atreve a habitarla, di-morare (demorarse) en ella, la ciudad es una constante fundación de mundos, es pólemos, es utopía, es misterio y fascinación, es todo un texto repleto de dinámicas ávidas de ser interpretadas.

      Ahora bien, ese habitar la ciudad ha de ser poético, tal como lo describe Lefebvre (1976):

      Heidegger ha señalado el camino de esta recuperación del sentido del habitar al comentar la frase olvidada o mal comprendida de Hölderlin: “el hombre vive en poeta”. Esto quiere decir que la relación del “ser humano” con la naturaleza y su propia naturaleza, con el “ser” y su propio ser, se sitúa en el habitar, en él se realiza y en él se entiende […] El ser humano tiene que construir y vivir, es decir, tener una vivienda en la que viva, pero con algo más (o algo menos): su relación con lo posible y con lo imaginario. (p. 89)

      En este horizonte, es menester aclarar que, cuando se ha hablado de la ciudad como metáfora de la complejidad, no se ha querido decir que esta es sinónimo de des-orden, es decir, una aglomeración accidental de sin-sentidos. Por el contrario, la ciudad es compleja, precisamente, porque es encuentro y desencuentro de múltiples sentidos que se derivan de ese habitarla y construir versiones de ella. Al considerar, por ejemplo, la carga semántica que tiene el adentro y el afuera para quienes habitan la ciudad, refleja de inmediato cómo las fronteras —que son espacios construidos/designados en la práctica discursiva— de forma invisible dividen los lugares y fragmentan el mundo de la vida. En todo caso, se separan los espacios y clasifican los lugares donde se habita, en obediencia a unas lógicas o sentidos que revelan una alevosa resistencia a la homogeneidad y que, por ende, van trazando márgenes y abriendo abismos entre los espacios percibidos, concebidos y vividos (Lefebvre, 2013, p. 352). La complejidad de la ciudad se evidencia en la pugna cotidiana entre el habitar —su fuerza poética y su riqueza semántica e imaginativa— y el hábitat planificado para imponer un orden social.

      ***

      Este libro ofrecerá una comprensión filosófica de la ciudad que en tanto metáfora de la complejidad no ha de ser descartada de los intereses filosóficos contemporáneos, sino que, por el contrario, merece ser abordada desde diversas claves de lectura; para tal fin, no solo se revisarán las distintas reflexiones y proyecciones que de la ciudad fueron apareciendo en la historia, sino que también se problematizarán los enfoques teóricos más importantes para lograr una descripción esclarecedora de esta, sobre todo, en su versión contemporánea; en tal sentido, se explorarán tesis en las que se habla de un hábitat humano donde reinan la desatención cortés, el cooperativismo competitivo y las relaciones instrumentales (G. Simmel, R. Park, E. Goffman, U. Beck y Z. Bauman); asimismo, aquella que entiende la ciudad como un gran “zoológico humano”, donde conviven no solo el individualismo sino también la nostalgia tribal (D. Morris y M. Maffesoli). En un segundo momento, se propondrá como clave de lectura el concepto de estetópolis, a partir del cual se tratarán de entender las sociodinámicas de estigmatización y exclusión como resultado de una fantasía de pureza (M. Nussbaum), la cual genera emociones como el miedo y la repugnancia hacia quienes son vistos como anormales, sobrantes o extraños, en tanto no entran en el ideal de orden de los urbanitas privilegiados y, por tanto, deben cargar con el estigma y la humillación. Así entonces, el análisis de tales variables emocionales que caracterizan la ciudad contemporánea se abordará también desde una perspectiva biopolítica (R. Esposito) que permita reconocer cómo la promoción de la inmunidad ha hecho mella en el fortalecimiento de la comunidad. En coherencia con lo anterior, se terminará haciendo una exhortación a volver a pensar, hablar y vivir la amistad, la caridad y, en última instancia, la solidaridad (R. Rorty) en tanto dimensión operativa de la compasión.

      En las reflexiones de gran parte de los filósofos, siempre ha estado la ciudad. Sin embargo, fue sobre todo a partir del siglo XX que se creó toda una línea de pensamiento en la que la preocupación central ha sido el análisis de las dinámicas ético-sociales que tienen lugar en las grandes urbes; en tal sentido, se han desarrollado interesantes enfoques, entre ellos, los de G. Simmel, la Escuela de Chicago y, de forma más contemporánea, los de autores como L. Strauss, P. Bourdieu, Z. Bauman, R. Sennett y P. Sloterdijk. En tales enfoques, en este libro se propone el concepto de estetópolis como clave de lectura para comprender las sociodinámicas de la estigmatización y la exclusión en las ciudades contemporáneas; para esto, se apelará a una resignificación del concepto de estética, el cual será visto desde su extensión social, como apertura emocional detonada por una fantasía de pureza, la cual propicia que algunas personas sean percibidas y etiquetadas como suciedad. Asimismo, a partir de autoras como M. Nussbaum y T. Caldeira, se ofrece una novedosa lectura de la ciudad contemporánea desde emociones como el miedo, la repugnancia, la humillación y el orgullo, tras lo cual se ofrece como propuesta ético-social una respuesta desde el pragmatismo rortiano al fenómeno de la exclusión. De tal suerte, al realizar una lectura biopolítica de la ciudad contemporánea, desde tesis como las de Esposito (2009a, 2009b), se abordarán los argumentos más actuales de la discusión en torno a la inmunidad, la comunidad y la solidaridad en tanto ampliación de la lealtad o práctica resultante de promover en la ciudad emociones como la compasión, en vez del miedo y la repugnancia hacia los otros.

      El objetivo central será, entonces, analizar las dinámicas sociales de exclusión en las ciudades contemporáneas a partir de diversos planteamientos teóricos y subrayar el desafío que representa la solidaridad en tanto forma de enfrentar la compasión al miedo y la repugnancia hacia

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