Sindicalismo Combativo. Guillermo Pacagnini

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Sindicalismo Combativo - Guillermo Pacagnini

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imperó el actual modelo sindical”

      Otro supuesto legado del peronismo fue que siempre imperó el modelo del unicato, verticalista y monolítico. La realidad se ha encargado de derribar la consigna que “hay una sola CGT”. Ella es una síntesis del modelo sindical burocrático que se transformó en un cáncer cultural a erradicar. La reforma de los estatutos de la CGT, el estatuto del Partido Justicialista, la ley de asociaciones sindicales y la reforma constitucional de 1949 fueron la expresión jurídica de la subordinación política de la central obrera al Estado capitalista, facultado así para regimentar la vida de la misma.

      Hoy ese modelo está cuestionado. Los nuevos luchadores reivindican la autonomía, la democracia sindical y la unidad en la diversidad. Pero para poner en pie un nuevo modelo sindical, como luego ampliaremos en el Capítulo II, hay que combatir a la burocracia y también a sus doctrinas.

      El proceso de recambio sindical tiene dos caras: una fenomenal crisis de la burocracia y el surgimiento de nuevos activistas y dirigentes de base. El panorama comienza a parecerse al de inicios del siglo pasado, donde había libertad sindical, autoorganización democrática y autodeterminación de las y los trabajadores. La existencia actual de miles de nuevos delegados y delegadas, organismos sindicales recuperados, nuevos sindicatos fundados y hasta varias centrales obreras, hacen crujir al unicato y la autodeterminación cobra fuerza. Porque la historia de la organización de nuestra clase ha sido de fusiones y divisiones en la búsqueda de una dirección que la libere del yugo explotador. Hoy transitamos una nueva y favorable etapa en ese camino. Y postulamos un programa de transición para que se desarrolle esa nueva dirección clasista: el modelo democrático y combativo que proponemos en el capítulo siguiente.

       4.“El sindicalismo y la política van por separado, la política es para los políticos”

      La cuarta mentira es que el sindicalismo y la política van por separado. Se reedita un viejo debate de los primeros tiempos de la clase obrera que parecía superado: las y los trabajadores deben limitarse a la lucha económica en los sindicatos. Pero fue más allá que ese legítimo debate entre distintas tendencias obreras. El peronismo también colocó que habría “una sola ideología”. Incluso en los estatutos reformulados de los sindicatos “de Perón” explicitaban que no se hace política en los sindicatos.

      El justicialismo, al ser una corriente policlasista, necesitó armar una división de estas dos esferas, creando una falsa conciencia a los fines de poder subordinar al movimiento obrero a direcciones políticas burguesas.

      Esta división entre trabajadores que se organizan sindicalmente y políticos se dedicaran a la política “favoreciendo a las clase trabajadora” tenía, y tiene, el objetivo de contener a los trabajadores y trabajadoras en las demandas económicas para que no trasciendan el cerco del sindicalismo.

      Esta política por parte del peronismo tuvo manifestaciones inequívocas en el estatuto del PJ, en la reforma de la Constitución de 1949, en la ley de asociaciones sindicales y en los ataques que recibieron los dirigentes sindicales que se aventuraron a saltar ese cerco.

      Sin embargo, una vez más, la verdadera historia del movimiento obrero es otra. Todos los fenómenos sindicales siempre estuvieron signados por fenómenos políticos que fueron los que determinaron el rumbo histórico.

      Y esto es así en todo el mundo. Como escribía Trotsky en 1930: “…los hechos demuestran que no existe en ningún lado sindicatos políticamente ‘independientes’. Nunca los hubo. La experiencia y la teoría nos dicen que nunca los habrá. En los Estados Unidos los aparatos sindicales están directamente ligados a la plana mayor de la industria y a los partidos burgueses. En Inglaterra antes apoyaban generalmente a los liberales, ahora forman la base material del partido Laborista. En Alemania marchan bajo la bandera de la socialdemocracia. En la República Soviética su dirección corresponde a los bolcheviques. En Francia una de las organizaciones sindicales sigue a los socialistas y otra a los comunistas. En Finlandia se dividieron hace muy poco, unos van hacia la socialdemocracia y otros hacia el comunismo. Así en todas partes.”2

      Nuestro país no fue la excepción. La dirección sindical siempre estuvo ligada a los fenómenos políticos. Fue anarquista, socialista y anarco-sindicalista; luego comunista y socialista, y desde 1945 ligada al peronismo. Con el inicio de la crisis histórica del peronismo en los ’70 quedó planteada la posibilidad de un nuevo recambio. El proceso clasista y combativo de los ’70 abortó por ser dirigido por la guerrilla y el peronismo de izquierda y esa vanguardia terminó aplastada por la dictadura genocida.

      Ese proceso de pelea por una nueva dirección se retomó en los ’80 con una nueva vanguardia que forjó fuertes oposiciones y ganó decenas de comisiones internas y hasta sindicatos. Pero todavía el peronismo era fuerte y opción de recambio frente al gobierno radical fuertemente antiobrero. Las nuevas conducciones eran acuerdos donde el peso mayor lo tenían sectores burocráticos desplazados y en una relación de fuerzas superior a la izquierda que las integró, sobre todo el remozado Partido Comunista de entonces y el viejo MAS3. No obstante, la izquierda había avanzado en muchas internas, cuerpos de delegados y algunas seccionales sindicales4. Hubo varios factores concurrentes por los cuales este proceso de los ’80 no terminó de cuajar en una nueva dirección de conjunto. Por un lado, esa relación de fuerzas dentro de las nuevas conducciones todavía favorable al peronismo -sobre todo en los sindicatos recuperados-, fue uno de los factores principales que empujó a que algunas de esas direcciones se burocratizaran. Otras conducciones se perdieron en las derrotas de los primeros años de Menem, otro factor importante que incidió.

      A otro nivel, el estallido del viejo MAS5 también jugó un papel para que el proceso de los años ’80 no se desarrollara. Cuando se retoma el ascenso enfrentando al menemismo, en la segunda mitad de la década del ’90, el proceso de la nueva dirección resurge con una nueva camada de activistas, aunque aún prima la crisis de la vieja burocracia. Y gran parte de la nueva vanguardia luchadora y los sectores que rompen con el peronismo y la burocracia son atraídos en lo político por la centroizquierda en ascenso (Frente Grande) y en lo sindical, en parte, por el fenómeno de la CTA (Central de los Trabajadores de la Argentina); otra parte fue canalizada por la naciente corriente orientada por el camionero Hugo Moyano (Movimiento de los Trabajadores Argentinos, MTA).

      La nueva etapa abierta con el proceso que desembocó en el Argentinazo de 2001 fue una bisagra y abrió una nueva etapa, planteando la nueva posibilidad de un recambio de la dirección del movimiento obrero. Es un nuevo proceso, una nueva oportunidad, pero en un plano superior. Porque la crisis de la burocracia es mayor y porque la izquierda avanza en su influencia sindical. Si bien el proceso se expresa en un numeroso activismo combativo y radicalizado, también se conquista terreno en la dirección de organismos obreros. Sobre todo en cuerpos de delegados e internas, pero también se recuperan sindicatos, en los gremios estatales, sobre todo docentes, salud, estatales, judiciales, sanidad privada, ferroviarios, colectiveros, subte, alimentación y algunos otros sectores industriales. Este proceso tuvo vaivenes, flujos y reflujos, se amesetó en el auge del kirchnerismo y se dinamizó cuando se inició el desgaste de este proyecto político.

      Con Macri en el poder y su hoja de ruta de ataque al movimiento obrero, los aparatos burocráticos que recibieron cierto aire durante el gobierno kirchnerista entraron en un proceso de mayor decadencia:

       La CGT se unificó por arriba en un plan totalmente defensivo, pero su desprestigio pegó un salto por la base por su tregua con el gobierno macrista. Y luego se volvió a fracturar, reflejando las presiones por abajo, la crisis del peronismo y los movimientos en los sectores patronales frente a un modelo económico que entró en crisis. Hoy hay dos sectores, uno con eje en los llamados gremios gordos y claramente oficialista, y otro que posa de opositor: el 21F (moyanismo y sectores transportistas, Corriente Federal encabezada por

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