Derechos Ambientales, conflictividad y paz ambiental. Gregorio Mesa Cuadros
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World Bank Group. (1978-2019). World Development Report. Recuperado de https://bit.ly/2DDxxdm
* Some ideas were presented for discussion at the University of Tasmania, Faculty of Law (13th April 2017).
** Lawyer, Master and Ph. D. in Law, Professor at the Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá - Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. Director of the Grupo de Investigación en Derechos Colectivos y Ambientales (GIDCA). E-mail: [email protected]
CAPÍTULO 2
PROBLEMAS DE LEGITIMIDAD Y VIABILIDAD DEL DESARROLLO SOSTENIBLE: DESENTRAÑAR LA CRISIS AMBIENTAL EN EL SIGLOXXI*
ISABEL VILASECA BOIXAREU**
En los últimos tiempos presenciamos cómo la crisis ambiental avanza a ritmos estrepitosos, tensionando las capacidades biofísicas del planeta y dejando a su paso graves consecuencias ambientales y sociales, a menudo irreparables. Evidencias que nos llegan de todas partes del mundo nos indican que la crisis ambiental es mucho más que una suma de fenómenos o procesos de degradación del entorno que nos circunda; mucho más que la mala calidad del aire que respiramos en las grandes urbes, la contaminación de los ríos y ecosistemas de los que nos alimentamos, la amenaza a los seres vivos con los que cohabitamos o los residuos generados por nuestras actividades productivas. La crisis ambiental es eso pero es también el desplazamiento de poblaciones que huyen de las dramáticas consecuencias del cambio climático; es la progresiva degradación de los bienes comunes globales. Todo esto ha hecho que se plantee la hipótesis, cada vez más cercana, cada vez más perfilada, del colapso energético y climático; representa un nuevo estadio de la historia geoterrestre y humana, que parece estar estrechamente vinculado a la crisis financiera que estalló en 2007, lo que desenmascaró las grandes contradicciones y falencias de las democracias liberales occidentales.
La crisis ambiental y las debilidades de las democracias liberales representativas vienen siendo objeto de estudio y atención política desde finales de los años sesenta. En el actual escenario, es preciso cuestionarnos a conciencia sobre cómo hemos podido llegar hasta aquí, tras más de cuatro décadas reflexionando, discutiendo y desplegando respuestas institucionales a la crisis ambiental y a los problemas de las democracias contemporáneas. El presente capítulo tiene como objetivo someter a escrutinio los fracasos de la narrativa dominante sobre la crisis ambiental, articulada en torno a la noción de desarrollo sostenible, desenmascarar sus contradicciones y puntos ciegos, y presentar formas alternativas de comprender y gestionar esta crisis. Este aporte se ubica, pues, en ese espacio reflexivo (tan desprovisto de respuestas concretas como necesario) orientado a repensar y desentrañar la crisis ambiental en toda su magnitud y cuestionar las propuestas que hasta la fecha se nos han planteado como la solución.
Empiezo tratando de situar la crisis ambiental y el discurso del desarrollo sostenible en el contexto de la posmodernidad; seguidamente, expongo mi tesis sobre el fracaso del desarrollo sostenible, que apunta esencialmente a su condición de matriz reformista acoplada al aparato institucional del capitalismo tardío; sin embargo, esto no incide significativamente en sus bases epistemológicas y su sistema de valores, sus principios económicos e inequidades distributivas ni en sus principios políticos, instituciones y relaciones de poder. Para finalizar, apunto algunas ideas dirigidas a alumbrar formas alternativas de explicar y domesticar la crisis ambiental, haciendo énfasis en la relación entre ambiente y democracia.
CONTEXTO: POSMODERNIDAD Y CRISIS AMBIENTAL
Posmodernidad como pugna entre nuevas izquierdas y nuevas derechas en la comprensión de los límites planetarios
El presente artículo se asienta sobre la premisa de que el actual contexto de crisis económica derivado del crack financiero de 2007, que ha tenido impactos especialmente virulentos en los países de la periferia europea (Fontana, 2011), no es una más de las crisis cíclicas del capitalismo, sino que se trata de una contundente manifestación de una crisis civilizatoria que tiene origen en la década de los sesenta (Crespo, 2017).
Los años sesenta, como es sabido, abren un periodo histórico en el que una serie de acontecimientos y revelaciones científicas ponen al descubierto un conjunto de interrogantes y problemas ético-filosóficos a los que el ser humano no había tenido que enfrentarse anteriormente (Jaria i Manzano, 2011). Todo ello ocurre en un contexto de ruptura de los consensos epistemológicos y éticos fundamentales de la modernidad y de la sociedad del bienestar occidental1. Como ha expresado Enrique Leff (1998), en ese periodo “algo nuevo apareció en la percepción del mundo, de los valores de la vida y los presupuestos del desarrollo”; se pusieron en evidencia las promesas incumplidas y los excesos del proyecto moderno (Santos, 2012a), de modo que quedó en entredicho su legitimidad y viabilidad física (Jaria i Manzano, 2011)2.
Entiendo la posmodernidad (nombre con el que, no sin equívocos y controversias, se suele referir al actual periodo histórico) como una época de crisis atravesada principalmente por los desajustes que se dan en la relación entre el ser humano y la naturaleza, un periodo de transición hacia un mundo nuevo del que actualmente solo tenemos indicios dispersos y contradictorios, marcado por los amenazas distópicas que nos llegan de los numerosos y variados pronósticos acerca de los límites planetarios.
Ahora bien, la interpretación y gestión de los problemas, interrogantes y límites que nos plantea este periodo histórico no es pacífica, sino que es el resultado de la interacción conflictiva y dialéctica entre dos fuerzas sociales antagónicas: por un lado, unas fuerzas rupturistas, comúnmente conocidas como nuevas izquierdas o nuevos movimientos sociales, que desde los años sesenta vienen sosteniendo la posibilidad de una transición voluntaria y pacífica hacia un mundo regido por nuevos paradigmas civilizatorios; y,