Lunes por la tarde... Reuniones con familias - 21. José Kentenich
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desarraigo en todas partes;
las cosas incomprensibles de la vida actual y
también de nuestra vida conyugal.
Respuesta de San Juan a las dificultades de nuestro matrimonio
Tomar conciencia de que por medio del bautismo
hemos nacido de Dios
Tener ojos de fe bien desarrollados
Dos preguntas que San Juan le plantea a la fe
¿Qué frutos da la fe?
¿Dónde Se fundamenta la fe?
Los frutos de la fe según San Juan son
Luz para la razón
Fuerza para la voluntad
Energía para el corazón
La fe es luz para la razón
Tenemos tres tipos de ojos:
“Ojos de mosca”: los ojos corporales que sólo ven cosas exteriores
“Ojos de ángel”: nuestro entendimiento capaz de captar las esencias
“Ojos de Dios”: la fe que nos ayuda a asumir la manera divina de ver las cosas
Aplicación a nuestra relación mutua en el matrimonio:
Con los ojos de mosca sólo divisamos la belleza exterior o la fuerza exterior del cónyuge.
Con los ojos de ángel percibimos sus capacidades intelectuales y espirituales
Los ojos de Dios nos indican que el Dios Trino
La fe arroja luz
sobre el hombre y su destino y
sobre el acontecer mundial en su conjunto
En la luz de la fe descubrimos
que somos hijos de Dios y miembros de Cristo y
que nuestro destino es participar de la vida
crucificada y transfigurada del Señor
Consecuencias prácticas
Es natural que existan desilusiones en nuestra vida matrimonial
Amamos a nuestro cónyuge porque es un pedazo de Cristo
Formas de nuestro amor mutuo
Primer grado: amo a mi cónyuge como a mí mismo
Segundo grado: amo a Cristo en mi cónyuge
Tercer grado: amo a mi cónyuge como Cristo lo ama
Cuarto grado: la corriente de amor de Cristo pasa a través de todos: padre, madre e hijos
Una de las causas más importantes de por qué nos falta amor es que nuestros ojos de fe son demasiado débiles y que los utilizamos demasiado poco
Medios para fortalecer los ojos de la fe:
Cumplir diariamente con la meditación y la lectura espiritual
Vivir de la fe, vale decir, realizar actos de respeto y amor
La Sma. Virgen como madre y modelo de fe:
Aprender a creer inspirándonos en su ejemplo
Implorar ojos de fe claros, apelando a su intercesión
La oración por una fe más profunda contribuirá a que nuestra vida matrimonial y familiar se acerque cada vez más al ideal
¿Pues bien, de qué les hablaré esta tarde? Por ejemplo, si echamos una mirada retrospectiva...
(Alguien de entre los oyentes le pide al P. Kentenich que relate vivencias de Dachau).
¿De Dachau? Bueno, si quieren les contaré sobre el tema. Pero quizás más adelante, cuando hayan leído un poco más en los diarios, ¿les parece bien?1 Sólo tienen que decir lo que quieran saber.
Esta tarde quisiera proseguir tratando un poco más el tema que nos ocupa desde hace tanto tiempo. ¿Saben? Es importantísimo aprender a vernos cada vez más a la luz de la fe. Y ver también a nuestro prójimo.
Fíjense que es precisamente San Juan quien en cierta oportunidad nos dio una lección de fe; y hoy quiere volver a dárnosla. Él nos propone una idea directriz que reviste una importancia extraordinaria para nosotros. Esa idea directriz es la siguiente: Quien ha nacido de Dios, vence al mundo. Luego añade: “Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe”2. Creo que esta debería ser la idea directriz sobre la cual conversar hoy.
Pues bien, quien ha nacido de Dios, vence el mundo ¿Qué se entiende aquí por “mundo”? En primer lugar, el mundo que envía tantos estímulos a nuestro interior. Esos estímulos pretenden apartarnos de Dios. Nos referimos al mundo que esta fuera de nosotros, al mundo que está debajo de nosotros y al mundo que está en nosotros. El mundo fuera de nosotros... El mundo debajo de nosotros es el mundo del demonio. Y el mundo que está en nosotros es lo que llamamos la mala concupiscencia.
Les repito entonces: (quien ha nacido de Dios) vencerá al mundo. Pero, ¿qué se entiende precisamente hoy por mundo? En primer lugar, eso mismo3; en segundo lugar, el desarraigo que hoy constatamos por todas partes; y por último, las cosas incomprensibles de la vida de hoy.
Por ejemplo, (frente a) lo que leemos en los diarios, a todas esas crueldades, nos preguntamos espontáneamente: ¿Cómo es posible que Dios permita tales hechos? Y con igual espontaneidad pensamos también en las cosas incomprensibles que han acontecido en nuestra propia vida.
Por eso, ¿quién habrá de vencer al mundo, vale decir, todas las dificultades que acabamos de mencionar de manera sucinta? Y al repasar las dificultades que enfrentamos en nuestra calidad de esposos, fíjense que naturalmente pensamos en el primer punto: He aquí el mundo que nos envía tantos estímulos, que busca continuamente sublevar nuestra sensualidad, vale decir, nuestra rebelde vida instintiva.
De ahí la pregunta: ¿Qué hacer para superar todas esas dificultades, es, para allanar nuestras dificultades concretas a nivel conyugal?
San Juan nos ofrece dos respuestas, que acabamos de escuchar.
La primera: Quien ha nacido de Dios... Bueno, pero, ¿quién ha nacido de Dios? Lo sabemos desde hace mucho tiempo. Por el bautismo nacemos de Dios. Vale decir que por medio del Santo bautismo nos convertimos en hijos de Dios y miembros de Cristo. Por lo tanto, si somos hijos de Dios y miembros de Cristo, con el transcurso del tiempo seremos capaces de vencer