¿Somos todos religiosos?. Группа авторов
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Un poco más adelante en el desarrollo del mismo Seminario, Lacan planteará que dicha Cosa estará representada siempre por un vacío y se referirá al arte, la religión y la ciencia como modos de tratar este vacío. Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de ese vacío. La religión consiste en todos los modos de evitar ese vacío. “Para el discurso de la ciencia, adquiere todo su valor el término empleado por Freud para la paranoia y su relación con la realidad psíquica: Unglauben”. (5) Aquí Lacan ubica una posición del discurso que se concibe en relación con la Cosa. La Cosa es allí rechazada en el sentido propio de la Verwerfung.
“El fenómeno del descreimiento (Unglauben), que no es la supresión de la creencia, es un modo propio de la relación del hombre con este mundo, y, a decir verdad, aquel en el cual subsiste”. (6) ¿La increencia como fundamento, base de las operaciones originarias de la constitución subjetiva?
Otra articulación interesante, presente de alguna manera en Freud y en la última enseñanza de Lacan, es entre creencia y cuerpo. Sabemos que para Freud el cuerpo es producto de un acto psíquico, ligado a la unificación de la libido a partir del autoerotismo pulsional (narcisismo). Lacan, en su Estadío del espejo, demuestra la falla estructural que se recubre por la identificación a una imagen. Imagen que se asume jubilosamente y es el origen del amor propio que Lacan ligará en el Seminario 23 a la creencia en tener un cuerpo. “El amor propio es el principio de la imaginación. El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia-consistencia mental, por supuesto porque su cuerpo a cada rato levanta campamento”. (7) ¿Podemos plantear esta creencia en tener un cuerpo como una suerte de Behajung, afirmación primordial, que permitirá la adoración de este cuerpo, raíz de lo imaginario?
En esta vía, podemos pensar el narcisismo como una relación de creencia que enlaza al parlêtre con su cuerpo. “Comencé a poner el acento en lo que Freud llama narcisismo, id est: el nudo fundamental que hace que, para procurarse una imagen de lo que llama el mundo, el hombre lo concibe como esa unidad de pura forma que para él está representado por el cuerpo” (8). “El cuerpo tiene como propiedad que lo veamos y mal. Creemos que es una ampolla, una bolsa de piel. Aquí se trata de soporte, de figura, vale decir de imaginario, con un material que formulo como real”. (9)
Entonces, considerando el valor de la creencia en estas operaciones primordiales (creencia neurótica-increencia psicótica), ¿podemos abordar un nuevo estatuto de la creencia? Fuera de la religiosidad neurótica, ¿una suerte de ateo viable? No una creencia en el orden instalado por el Padre, no una creencia universal, sino una referida a la experiencia de un goce posible de ser vivido. Quizás en el análisis se toca la raíz real de la creencia cuando una interpretación resuena en el cuerpo. ¿Un nuevo cuerpo producto del análisis?
1- Freud, S., “Manuscrito K”, en Obras completas, t. III, Amorrortu, Buenos Aires, 1978, p. 264.
2- Ibíd., p. 267.
3- Freud, S., “Carta 46”, en Obras completas, t. I, op. cit., p. 271.
4- Lacan, J., El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 70.
5- Ibíd., p. 160.
6- Ibíd., p. 160.
7- Lacan, J., El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 64.
8- Lacan, J., “Conferencias en las universidades norteamericanas”, en Revista Lacaniana, Nº 21, EOL, Buenos Aires, 2016, p. 26.
9- Ibíd., p. 14.
Dios interviene todo el tiempo…
Leonardo Gorostiza
Muchas cuestiones plantea Gabriela en su texto. Pero antes de olvidarme, aunque la mayoría de ustedes ya lo debe saber, les recuerdo que se ha publicado hace muy poquitos días un libro de la Colección Orientación Lacaniana dedicado al tema de las Creencias. Si bien soy el asesor de la publicación, no he leído con detenimiento cada uno de los textos, pero seguramente va a ser un material de trabajo muy útil para nuestro cártel.
Voy ahora a indicar algunas cuestiones respecto a lo que acaba de decir Gabriela, que son más bien preguntas. Ella se interroga acerca de la raíz real de la creencia y realiza una operación de lectura, que es partir de lo que sería el rechazo de la creencia en la psicosis. Esto nos lleva a formular lo siguiente, más o menos así: en la psicosis el fenómeno elemental alucinatorio le concierne al sujeto porque rechazó la creencia y le retorna como certidumbre. Le concierne porque su goce está en la alucinación, en el fenómeno elemental que le concierne, porque de lo contrario no se sentiría referido. En la creencia también podríamos decir que su raíz pulsional le da un fundamento que es del orden de lo real pulsional. Esto implicaría que la creencia no queda solamente jugándose en el plano del sentido de la articulación significante, sino que, para que la creencia sea fuerte –eso que alguna vez Freud tomó de Tertuliano: “Credo quia absurdum” (“Creo porque es absurdo”)– es porque hay algo del goce del sujeto que también está implicado en la creencia, no solo en la certidumbre psicótica. Es lo que Gabriela ubicó como vivencia primaria de placer en la neurosis obsesiva, o podemos llamarla vivencia de goce o trauma en la paranoia, que finalmente es la vivencia de goce primaria.
Segunda cuestión que me llamó la atención; cuando hace referencia al Seminario 7, al referirse a das Ding, lo llama el primer exterior, el primer extraño. Kojève precisamente al referir a esa Otredad en la cual, por decir así, se funda la condición religiosa de todo hablante, lo llama en un momento dado “alteridad radical”. Y eso viene muy bien porque la frase de la que partimos, la de Lacan, dice: “Todo el mundo es religioso, incluso los ateos. Creen lo suficiente en Dios como para creer que Dios no tiene nada que ver cuando ellos enferman. El ateísmo es la enfermedad de la creencia en Dios, creencia de que Dios no interviene en el mundo”, y concluye: “Dios interviene todo el tiempo –sin cesar–, por ejemplo bajo la forma de una mujer”. (1) Creo que aquí podríamos situar esa alteridad radical que menciona Kojève, bajo la forma de “una mujer”.
Otra pregunta que formula Gabriela es: la increencia ¿sería la base de las operaciones originarias de la constitución subjetiva? Hemos discutido en el cártel si no sería lo mismo que referirla, tomando a Lacan en el Seminario 11, a la identificación en el primer tiempo de la alienación, cuando el sujeto queda reabsorbido en el S1. En la psicosis como no se produce la operación de separación, el sujeto no va a estar representado por S1 para S2. Pero ese primer momento, donde el cuerpo, la libido, queda absolutamente absorbida, en su dimensión más real en el S1, ¿no sería una suerte de Behajung que implica ese goce original?
Gabriela plantea: ¿creencia en tener un cuerpo como una suerte de Behajung primordial? Hay una referencia de Miller que no voy a leer ahora, pero que está en su Lectura del Seminario 5 de Jacques Lacan publicado por el ICdeBA hace tiempo y en donde dice que Joyce tenía un problema con lo imaginario, con el cuerpo en tanto imaginario que se le suelta como una cáscara, etc., etc. ¡Es nuestra religiosidad con los términos que repetimos y oramos de la misma