El conflicto palestino-israeli. Pedro Brieger
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Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-614-609-8
A Graciela y Marcelo, entrañables amigos del alma, e incansables luchadores que no han dudado en meter los pies en el barro para que israelíes y palestinos vivan juntos, entremezclados, en paz.
La paloma blanca ya está vieja, está allí hace mucho años, ¿sabían? La paloma blanca ya está vieja, otros pájaros de su edad ya tienen nietos. La paloma blanca ya está vieja, déjenla bajar de los afiches y pasar al palomar en el jardín. La paloma blanca ya está vieja,
ya llegó el momento de que también ella tenga un pichón.
La paloma blanca ya está vieja,
demasiadas guerras hacen fila frente a ella.
La paloma blanca ya está vieja,
la rama del olivo se le seca en el pico.
La paloma blanca ya está vieja,
y cada día que pasa está menos blanca y más pálida.
La paloma blanca ya está vieja,
díganle que se acabó el agua y que está libre...
La paloma blanca ya está vieja
lonatan Gefen
Introducción
Hace varios años escribí la primera versión de este libro sobre el conflicto palestino-israelí e increíblemente mantiene su vigencia en lo esencial. Desde ya que sucedieron eventos muy importantes en el mundo árabe e islámico y que cambiaron algunos actores, pero numerosas figuras resisten el paso del tiempo. Este libro siempre se pensó como un libro de divulgación de un tema complejo y con numerosas aristas, por lo general, desconocido fuera de quienes viven o trabajan en lo que se conoce como Medio Oriente, definición que es un resabio del pasado colonial, cuando el mundo parecía mirado solo con lentes europeos que sólo veían a Europa como el centro del planeta. Con tal fin intenté plantear las respuestas a muchas preguntas que surgen cuando abordamos el conflicto “palestino-israelí”, que hasta la década del ochenta del siglo pasado era más conocido como el conflicto “árabe-isrelí”. Preguntas y respuestas que son, además, el fruto de intensos diálogos mantenidos durante años con las personas que se me acercan con cuestionamientos desde los más simples hasta los más complejos, numerosos viajes a las zonas más calientes y conversaciones con actores que han jugado o todavía juegan un rol protagónico dentro del Estado de Israel, de los territorios palestinos y del mundo árabe e islámico. La primera edición de este libro fue publicada en 2010 y esta nueva introducción –y actualización– es también una oportunidad para enmarcar el conflicto en la región más amplia en la que se inscribe, dado que no se puede analizar la actualidad sin tomar en cuenta los importantes eventos sucedidos en varios países árabes, y principalmente en Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Siria con sus revueltas y guerras civiles desde 2011.
En este sentido, hay hechos fundamentales que se deben mencionar para analizar los avatares de los últimos años: la política de los Estados Unidos con Barack Obama y Donald Trump y las revueltas en los países árabes. Esto es así porque, por un lado, el Estado de Israel se encuentra ubicado en el corazón del mundo árabe y, por el otro, por la importancia de la relación de Estados Unidos con el mundo árabe y, con el Estado de Israel en particular. Por eso debemos tomar en cuenta los efectos que las revueltas árabes produjeron en toda la región y en el conflicto que es objeto de este libro especialmente. Un tercer factor interesante para pensar las transformaciones posibles tanto en el mundo árabe como en el conflicto palestino-israelí es el rol de la prensa y la presencia de las redes sociales, entre las cuales Facebook y Twitter se han popularizado y generado un progresivo alcance masivo por el que hoy inciden en la vida política.
En cuanto a los países árabes, lo más saliente de los últimos años fue lo que los medios de comunicación denominaron “primavera árabe” en 2011, una serie de revueltas y revoluciones que trastocaron profundamente el mapa político del Medio Oriente. Hay que señalar que el mundo árabe ha conocido innumerables revueltas y revoluciones, tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, aunque excede el propósito de este libro un riguroso examen de esos procesos que también involucraron enfrentamientos entre el Imperio Otomano y las potencias occidentales –algunas contra las potencias ocupantes y otras contra sus propios gobernantes–. Sólo para mencionar algunas hubo una revuelta en Egipto contra la ocupación francesa en El Cairo en 1880, otra contra los británicos en 1882 y en 1919, las revueltas contra los franceses en Siria en 1925-26; la resistencia libia contra los italianos en 1911 que duró más de 20 años; la iraquí de 1920, Marruecos 1925-26 y la gran revuelta palestina contra los británicos y el sionismo en 1936-39 que afectó la relación entre la población judía y árabe en la Palestina bajo el mandato británico, entre tantas otras.
Hay que recordar que los países árabes fueron creados en su mayoría durante el proceso de desintegración del Imperio Otomano y la colonización británica y francesa, cuando las potencias se repartieron la región al finalizar la Primera Guerra Mundial e incorporaron estos países al mercado mundial capitalista. Al retirarse físicamente dejaron monarquías a su servicio, algunas de las cuales todavía están en el poder (Jordania, Arabia Saudita). En los años cincuenta y sesenta, varios golpes de Estado –devenidos en verdaderas revoluciones– liderados por militares derrocaron a las monarquías de Egipto (1952), Irak (1958), Siria (1963) y Libia (1969) y alentaron la conformación de repúblicas. Estos procesos revolucionarios con un discurso nacionalista y antiimperialista no pusieron freno a las políticas autoritarias existentes en el pasado y tampoco desarrollaron dinámicas sociedades civiles, sino todo lo contrario. Los Estados controlaron, por medio de un partido único, –o sin partido– casi todos los aspectos de la vida pública y privada.
La revuelta popular que comenzó en Túnez a comienzos de 2011 tuvo, en muy poco tiempo, un efecto de contagio en casi todos los países árabes. Aunque era muy difícil establecer si se trataba de una revuelta más de las tantas que había conocido el mundo árabe o si se estaba frente a una situación cualitativamente diferente, en muy poco tiempo se tuvo la percepción de que se estaba ante un nuevo fenómeno. Durante años se fueron incubando rencores contra los gobernantes de los estados autoritarios, hasta que el 17 de diciembre de 2010, un joven en Túnez se prendió fuego “a lo bonzo” como forma de protesta ante la opresión del régimen. Las protestas –que fueron encabezadas principalmente por jóvenes–, se expandieron a otras ciudades y se incrementaron a través de la convocatoria que se hizo por medio de redes sociales como Twitter y Facebook. Luego de diez días de protestas, el presidente Zinedin Ben Alí apareció por primera vez en televisión prometiendo la creación de puestos de trabajo, pero a la vez afirmando que quienes protestaban serían castigados con todo el peso de la ley. Paralelamente, hubo protestas en Argelia por el aumento de precios de los alimentos y la desocupación. El 16 de enero Ben Ali abandonó Túnez y encontró refugio en Arabia Saudí hasta su muerte en 2019. Simultáneamente comenzaron protestas en Yemen y Egipto. La Plaza Tajrir en El Cairo fue ocupada por miles de manifestantes y se convirtió en el epicentro egipcio de la revuelta hasta el derrocamiento de Jusni Mubarak el 11 de febrero de 2011, luego de apenas dieciocho días de protestas. Un régimen que parecía indestructible, basado en el poder del ejército, se desmoronó cuando perdió el apoyo de las Fuerzas Armadas y la Casa Blanca consideró que no había que sostener más a Mubarak
Ese mismo mes las manifestaciones se sucedieron en varias ciudades de Libia que derivaron en una guerra civil y el derrocamiento de Muammar Kaddafi, en septiembre, con la inestimable intervención de la OTAN encabezada por líderes europeos que un tiempo antes le besaban la mano al “líder supremo”