El conflicto palestino-israeli. Pedro Brieger
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El conflicto palestino-israeli - Pedro Brieger страница 4
Las revueltas en Egipto y Siria tuvieron un efecto directo sobre israelíes y palestinos. Sin lugar a dudas, la caída de Jusni Mubarak en Egipto tuvo un significado especial por ser este país el más importante del mundo árabe y por su alianza estratégica con Estados Unidos, además de su abierta colaboración con Israel en el bloqueo de la Franja de Gaza. Con su caída, el gobierno israelí perdió un “aliado” que mantenía cerrada su frontera con dicho territorio. La presidencia de Mujamad Mursi en Egipto (junio 2012-julio 2013) fue un respiro para la Franja de Gaza por su pertenencia a la Hermandad Musulmana, ya que Hamás –acrónimo en árabe de Movimiento de Resistencia Islámico– es la versión palestina de ese movimiento. Con la elección del general Al Sisi a la presidencia de Egipto en mayo de 2014 se volvió a la política de Mubarak en detrimento de Hamás.
La revuelta en Siria también tuvo un efecto directo sobre israelíes y palestinos. Por un lado, el régimen que desde 1967 intenta infructuosamente que Israel se retire del Golán –un territorio que ocupa desde ese mismo año en la provincia siria de Quneitra– se vio más debilitado por la revuelta. Por el otro, esa revuelta tuvo un efecto directo sobre medio millón de refugiados palestinos que vive en ese país, dado que muchos respaldaron al gobierno de Al-Assad aunque otros se sumaron a la revuelta armada en su contra y Hamás abiertamente se distanció de Bashar Al-Assad.
Como dijimos antes, el otro actor fundamental para comprender las dinámicas de los países árabes y el conflicto palestino-israelí es Estados Unidos. Una mínima lectura de los medios de comunicación permite verificar que ante casi todas estas revueltas árabes aparece la pregunta “¿Cuándo Estados Unidos le soltará la mano al gobernante?”. Salvo el gobierno sirio, casi todos los países árabes tienen excelentes relaciones con la Casa Blanca y algunos –para mantenerse en el poder– dependen de su ayuda política, financiera y militar. Esta relación fue clave para neutralizar los reclamos palestinos, construir una coalición para expulsar a Saddam Hussein de Kuwait en 1991 e invadir Irak en 2003. De todas maneras, hay que señalar que esta revuelta árabe tomó por sorpresa tanto a los estrategas de la política exterior estadounidense como a los intelectuales que siguen día a día lo que sucede en una región vital para Estados Unidos. El presidente Barack Obama asumió en enero de 2009 y ese mismo año visitó Egipto, donde prometió una nueva relación con el mundo árabe e islámico y en más de una ocasión manifestó que los palestinos tenían derecho a un Estado independiente. Pasaron sus ocho años de mandato y nunca especificó cuáles serían sus fronteras, o si estas debían ser establecidas por las Naciones Unidas; y nada cambió. Donald Trump llegó a la presidencia en enero de 2017 y desde un primer momento manifestó su apoyo incondicional al Estado de Israel. Las diferencias entre ellos se analizan en una de las preguntas al final del libro, porque estas se encuentran en un relativo orden cronológico que es indispensable para comprender la sucesión de hechos. De todas maneras, como también fueron pensadas para que se pueda “saltar” de pregunta en pregunta con cierta independencia, el libro se convierte en una pequeña “enciclopedia” para consultar según se tenga interés por un tema u otro.
El conflicto palestino-israelí arrastra pasiones encontradas y existen muchos libros históricos y políticos que analizan la génesis del conflicto y sus múltiples variables, tanto desde una visión israelí como desde una óptica palestina. Hace más de cuarenta años que lo vivo, siento y estudio, y es muy difícil adentrarse en este conflicto que tiene tantas aristas sin que afloren las justificaciones morales y éticas de un lado, contrapuestas a las del otro. Nos encontramos frente a dos movimientos nacionales que han construido su historia a partir de sus propias vivencias y su lógica interna. Esto es, han partido de sus experiencias en el intento de encontrar una respuesta a sus dramas únicos e intransferibles. Pero en este caso sus historias se han entrelazado hasta tal punto que ahora son inseparables.
Por esta razón encontrarán que una idea medular del libro es evitar las valoraciones –o la utilización de adjetivos– que poco ayudan a aclarar el panorama. Tampoco se busca responder a preguntas como qué está bien o qué está mal, quién tiene razón o quién no la tiene, porque los que tienen este libro en sus manos aspiran a que se analice el conflicto sin calificar o justificar.
Si las palabras que se utilizan en todo contexto tienen un peso, en la región esto se encuentra multiplicado por las guerras, las pasiones y la influencia occidental de los medios de comunicación. La expresión “Medio Oriente” es incorrecta en lo conceptual. ¿Medio Oriente de qué? Obviamente para los europeos en su camino al Oriente. Los que viven en la zona desde antaño se refieren a la parte que está al oeste de Egipto en lengua árabe como Al Magreb, porque geográficamente es el occidente, donde ellos ven que se pone el sol. Y desde Egipto, incluyéndolo y abarcando toda la península arábiga está el oriente árabe, Al Mashrek. Pero como los convencionalismos a veces vencen la rigurosidad conceptual, en el libro se utilizará la expresión “Medio Oriente”, aun a sabiendas de que su uso y abuso empañan las expresiones utilizadas por siglos por los habitantes originales de la región. Sin lugar a dudas, como se ve, lo más complejo en el conflicto palestino-israelí es mantener el equilibrio al utilizar palabras con un alto contenido político.
Una de las características centrales de este conflicto es la batalla mediática y propagandística. Cada término es parte de un juego dialéctico que busca imponer definiciones en los medios masivos de comunicación. Es así que en el mundo occidental se instaló el concepto de Guerra de Yom Kipur (terminología israelí) respecto de la guerra árabe-israelí de 1973, aún si en los países árabes por lo general se la denomina como la Guerra de Octubre por haber sucedido en ese mes.
Hasta la revuelta palestina de 1987, conocida como Intifada (levantamiento en árabe), los medios de comunicación occidentales solían reproducir las terminologías israelíes respecto del conflicto. La utilización de Intifada con connotación positiva fue un duro revés para la política comunicacional israelí, porque las imágenes que se mostraban eran las de jóvenes palestinos arrojando piedras a tanques israelíes.
Paralelamente, otra expresión que comenzó a aparecer fue la palabra Nakba. El término data de 1948, cuando el prestigioso académico sirio Constantine Zurayk publicó su libro Ma´na al Nakba (El significado del desastre). Durante décadas, sólo un puñado de intelectuales utilizó el término que “revivió” en los últimos años incluso en los medios de comunicación israelíes, aunque su propio significado contradice la versión israelí de la creación del Estado de Israel en 1948.
Como vemos, no es fácil elegir un camino que intente no quedar atrapado en la mera propaganda de uno u otro lado. “No hay palabras neutras – señala con razón el periodista Joris Luyendijk –. No es fácil escribir un despacho de prensa de este tipo: Hoy en Judea y Samaria / en los territorios palestinos / en los territorios ocupados / en los territorios en disputa / en los territorios liberados, tres palestinos inocentes / terroristas musulmanes, fueron eliminados preventivamente / brutalmente asesinados / asesinados por el enemigo sionista /por las tropas de ocupación israelíes / por las fuerzas de defensa israelíes.”
Lo que parece un trabalenguas refleja las dificultades que tienen los periodistas y académicos para informar y analizar lo que allí sucede; y en particular para tratar de mantener una línea lo más objetiva posible aunque conscientes de que en las ciencias sociales la objetividad no existe.
Otra de las dificultades al estudiar el Medio Oriente es la forma de transcribir los nombres. Las colonizaciones británicas y francesas de la región nos legaron también las transcripciones de nombres, ciudades y movimientos políticos al inglés y francés. En el libro