La obra de Cristo. R. C. Sproul
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3. Louis Berkhof argumentó que es mejor decir que el Verbo se hizo carne en lugar de decir que Dios se hizo hombre. Es mejor, señaló, porque fue la segunda persona de la Trinidad quien asumió la naturaleza humana, no el Dios Trino4. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué sí o por qué no?
APLICACIÓN
1. Reflexiona sobre el hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo planearon tu redención desde la eternidad pasada. Alaba a Dios por Su asombrosa gracia para contigo.
2. El punto más bajo de la humillación de Cristo fue la cruz sobre la cual clamó cuando Él, que no conoció pecado, fue hecho pecado y la ira de Dios se derramó sobre Él. Medita en el siguiente poema, que nos recuerda que Jesús gritó como alguien abandonado para que tú y yo nunca tengamos que hacerlo.
Sí, una vez, el universo tembló ante el llanto de Emmanuel huérfano...
Se elevó singular, sin eco: “¡Dios mío, estoy abandonado!”.
Salió de los labios del Santo en medio de Su Creación perdida,
¡Para que, de los perdidos, ninguno tuviera que usar esas palabras de tragedia!5
LECTURA SUGERIDA PARA ESTUDIO ADICIONAL
• Atanasio. La encarnación del Verbo.
• Bavinck, Herman. Reformed Dogmatics [Dogmática reformada], vol. 3, p. 212–16, 323–482.
• Berkhof, Louis. Teología sistemática.
• Dabney, Robert L. Systematic Theology [Teología sistemática], p. 431–39.
• Hodge, Charles. Teología sistemática.
• Kelly, Douglas. Systematic Theology[Teología sistemática], vol. 1, p. 398-400.
• Macleod, Donald. La persona de Cristo.
• Owen, John. Vida por Su muerte.
• Reymond, Robert. Jesus, Divine Messiah [Jesús, el divino Mesías], p. 251–66.
• Shedd, William G. T. Dogmatic Theology [Teología dogmática], 3ª edición, p. 678–80.
• Witsius, Herman. The Economy of the Covenants between God and Man [La economía de los pactos entre Dios y el hombre], vol. 1, p. 165–92.
2
HIMNOS DE LA INFANCIA
Encontramos las narraciones del nacimiento de Jesús en los evangelios de Mateo y Lucas, pero el relato de Lucas es el más detallado. Solo Lucas proporciona antecedentes sobre el nacimiento de Juan el Bautista; sobre el anuncio del ángel Gabriel a María de que ella iba a concebir y dar a luz un Hijo, que sería el Hijo de Dios; sobre la visita de María a Elizabeth, madre de Juan el Bautista; sobre la experiencia de los pastores fuera de Belén; y sobre los encuentros de María y José con Simeón y Ana.
Otra característica fascinante de los relatos de Lucas es su inclusión de tres canciones dadas bajo la inspiración del Espíritu Santo. Creo que estas canciones son muy significativas en relación con la obra de Cristo, pero a menudo se pasan por alto. En el Antiguo Testamento, cuando Dios realizaba obras particularmente importantes de liberación o redención, Su pueblo a menudo celebraba cantando. Encontramos el Canto de Moisés (Éxodo 15:1–18), el Canto de María (v. 21) y el Canto de Débora (Jueces 5:1–31). En el Nuevo Testamento, en el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan compartió su visión del pueblo de Dios cantando “un nuevo cántico” (5:9–10).
En Lucas, encontramos tres canciones que fueron compuestas espontáneamente para celebrar la encarnación. Cada una de estas canciones es conocida por las primeras palabras del canto en latín. Son el Canto de María (el Magnificat), el Canto de Zacarías (el Benedictus) y el Canto de Simeón (el Nunc Dimittis). En este capítulo, quiero observar brevemente estos himnos porque su contenido revela dimensiones importantes de la obra de Jesús.
EL CANTO DE MARÍA
El Canto de María, el Magnificat, es quizás el más famoso de los tres. María, al enterarse por medio del Ángel Gabriel de su embarazo, y del embarazo de su pariente Elizabeth con Juan el Bautista, fue a visitarla. Cuando María llegó y saludó a Elizabeth, Juan, que aún no había nacido, saltó de alegría dentro del vientre de Elizabeth y ella le dio la bienvenida a María como “la madre de mi Señor”. María entonces cantó:
Engrandece mi alma al Señor;
Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la bajeza de su sierva;
Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.
Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
Santo es su nombre,
Y su misericordia es de generación en generación
A los que le temen.
Hizo proezas con su brazo;
Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos,
Y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes,
Y a los ricos envió vacíos.
Socorrió a Israel su siervo,
Acordándose de la misericordia
De la cual habló a nuestros padres,
Para con Abraham y su descendencia para siempre.
(Lucas 1:46b-55)
María comenzó por “engrandecer” a Dios. ¿Por qué hizo esto? Primero, lo hizo porque “ha mirado la bajeza de su sierva” (v. 48a). María se sintió abrumada por el hecho de que, de todas las mujeres en la historia del mundo, ella, una simple campesina, había sido seleccionada por Dios para ser la madre del Mesías. Es como si ella estuviera diciendo: “No puedo superar esto. Él me ha notado. Me ha considerado aún en mi bajeza”. Esta es la historia original de Cenicienta, aquel cuento de una criada que capturó el corazón del príncipe.
María continuó: “Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación” (v. 48b-50). Ella sabía que era “el Santo” quien la había notado y le había dado un privilegio tan indescriptible. Cuando el ángel le dijo que iba a concebir a este bebé, ella quedó perpleja y le preguntó: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón”. El ángel respondió: “porque nada hay imposible para Dios” (1:34, 37). Aquel que creó el universo y la vida de la nada, es capaz de crear vida en un útero. Por eso María celebró el impresionante poder de Dios y Su misericordia.
“Hizo proezas con su brazo”, cantó María. “Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.