La cábala. Mario Saban

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La cábala - Mario Saban Psicología

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los límites fronterizos inexistentes de una subjetividad fija, y establece una dinámica de ruptura de los límites identitarios de forma permanente, crea un estado de subjetividad dinámica, y es entonces cuando decimos que estamos operando sobre el Daat Elyón (el Conocimiento superior).

      Estos conflictos del mundo inferior se fundamentan sobre la base de una desmedida expansión de todo Yo y por un trabajo agotador de autodefinición constante de cada Yo en relación a los demás. Esta locura comparativa en la identidad del Yo rebaja nuestra Tiferet a los estados de Yesod y Maljut. Toda competitividad del Yo en relación a los «Otros» me hace descender a los niveles inferiores; en cambio, si busco en mi interioridad todo el potencial subjetivo de mi Tiferet y lo sitúo en una posición elevada, es decir, percibiendo la Tiferet en dirección a Keter, entonces extraigo de mi interioridad todo el potencial para atarme al Infinito (en palabras de Abulafia).

      Abraham Abulafia dijo que uno es a lo que se ata, y cuando uno se desata de los nudos del mundo inferior, entonces automáticamente se debe atar necesariamente con el Ein Sof, y cuando uno se encuentra atado al infinito y su crecimiento es infinito, entonces no tienen sentido las comparaciones con los otros porque el camino del «Otro» es su camino.

      Mi Yo debe, entonces, extraer sus potencialidades abriéndose su propio camino, porque no existen dos recorridos iguales para cada Yo en esta existencia.

      Cada alma tiene su propio sendero para ascender hacia el Ein Sof, y cuando dicha alma sube por su propia vía, encuentra necesariamente el sentido de su existencia, porque el sentido de la existencia del alma surge como consecuencia del mismo derrotero que ha tomado.

      Si el camino es incorrecto, el alma lo sabe, y si lo sabe y percibe que no tiene las posibilidades de modificar la situación, entonces el cuerpo enferma, pero si el alma logra cambiar el camino erróneo, entonces no se produce la enfermedad, sino la muerte natural por el desgaste de la materia (Nefesh).

      Entonces, la raíz del alma aparece cuando nuestra potencia interior nos eleva hacia el Ein Sof, porque sabemos que todo camino que no nos conduce hacia el Ein Sof representa la falta de aprendizaje (y la reiteración de la misma situación hasta que el Yo toma consciencia de su solución); en cambio, cuando a pesar del camino que hemos tomado (en apariencia equivocado) ha sido cuando justamente hemos aprendido, al recorrer dicha vía, lo hemos convertido en un camino hacia el Ein Sof.

      Todos los caminos equivocados son erróneos si no hemos aprendido de ellos, pero cuando uno aprende del mal, entonces comprende por qué motivos el Ein Sof incluyó el mal dentro de esta realidad. Así, el mal, cuando se percibe como un camino de aprendizaje necesario, hace que nuestra alma se eleve hacia mayores grados de consciencia, y provoque lo que en la mística judía denominamos como «el refinamiento de la persona».

      Para lograr el ascenso de nuestra Tiferet de nivel de consciencia debemos lograr una autodefinición interior (dinámica y no fija), y no una autodefinición en una relación comparativa con los demás. A cada aumento del nivel de consciencia, mayor percepción del mal en nuestro interior y mayores posibilidades de aprendizaje (es decir, mayor transformación del mal en una percepción positiva).

      Todo Yo encuentra su potencia ilimitada cuando se posiciona en dirección al Ein Sof, y no cuando sus energías se malgastan en los conflictos inferiores del mundo de la fragmentación. Si fuéramos capaces de otorgar la correcta perspectiva de los problemas del mundo inferior, no solamente minimizaríamos los problemas, sino que estos desaparecerían. Sin embargo, para ello debemos producir un aumento del Daat (el Conocimiento) a fin de lograr la transformación constante del mal en bien, no el bien dependiente del mundo inferior, sino el «Bien» supremo que es la consciencia de nuestra existencia. La conciencia Ketérica aparece entonces cuando fijamos nuestra acción hacia los grados más elevados de conciencia.

      Los conflictos del Yo pueden ser tanto interiores como exteriores. Cuando el Yo participa de un conflicto exterior, proyecta sus propios conflictos interiores y los desplaza. Si el Yo asume su propia subjetividad sin desplazar sus conflictos al exterior, entonces estos se traducen en conflictos interiores no proyectados y, por lo tanto, el Yo asume su propia responsabilidad de autoconocimiento. El Yo maduro que se entrena dentro de los diversos sistemas de autoconocimiento es el que ha dejado de proyectar toda su conflictividad interior en el exterior, es decir, no desplaza a la Yesod ni a Maljut sus desequilibrios tiferéticos y, al mismo tiempo, puede neutralizar las agresiones objetivas externas. Si la Tiferet no logra la neutralización de dichas agresiones exteriores y comienza a operar la defensa egoica, esto no implica necesariamente que ha bajado de nivel de consciencia, sino que opera naturalmente en los niveles de seguridad de la Biná. Se debe ser en verdad muy fuerte interiormente95 para sostener el nivel de conciencia ketérica a pesar de las agresiones del entorno exterior. Porque sabemos que cada agresión de un «Otro» exterior en realidad es siempre una autoagresión.

      Cuando el Yo asume su propia Tiferet, intenta subir a la Biná o al palacio de la Biná96 que se corresponde con su Tiferet para desdoblarse y autoconocerse. Toda renuncia al autoconocimiento constituye un descenso, y todo esfuerzo encaminado al autoconocimiento constituye un ascenso. Solo Daat nos lleva al ascenso. En términos simbólicos, en el Gan Edén todo estaba dado por anticipado, y el ser humano no podía desarrollar así su propio esfuerzo. Daat (el Conocimiento) es un esfuerzo, pero el premio es automático, ya que Daat me eleva en mi nivel de consciencia, y cada vez que me elevo entonces encuentro la esencia de mi alma (en el orden de la Jaiá).

      Cuando pretendemos encaminar nuestro conocimiento al exterior de mi Yo dentro del mundo inferior, nos evadimos de nuestro Yo; en cambio, cuando direccionamos nuestro avance hacia Keter en sentido ascendente, entonces todo nuestro autoconocimiento se sitúa al servicio del conocimiento general.

      Cada vez que ingreso en la interioridad de mi propio Yo, encuentro mi conexión con la Totalidad que se encuentra más allá del Yo y me conduce automáticamente a la consciencia del No-Yo (Jojmá).

      Mi Yo, para poder aumentar su Kli de recepción, debe comenzar a expandir su vacío interior, es decir, que el Yo debe vaciarse de su Yo interior, siguiendo la misma secuencia de lo que realizó el Ein Sof al vaciarse de sí mismo para poder crear el vacío donde se manifiesta toda nuestra realidad.

      Si el Yo no se vacía de su propio Yo, entonces no puede ascender hacia Keter porque no tiene vacío que llenar (en otros términos, no expande su Kli).

      El único problema real para comprender cómo «transformar» nuestro Yo está en conocerlo en profundidad, esto es, conocer cuáles son sus características fundamentales y cuál es la dinámica de cada una de las dimensiones. Al conocerlas se las debe integrar en el centro tiferético de equilibrio.97

      Al «Yo» lo tenemos que liberar de sí mismo, de su autoconvencimiento, de que no puede ser otra cosa que lo que es, del dogmatismo de su parálisis, de su idea estática y dogmática del no-cambio. Sin embargo, es muy difícil realizar este trabajo porque el alma surge a la existencia en el Universo de Briá que es donde se desarrolla la secuencia espacio-tiempo. Por lo tanto, cuando decimos que el alma debe captar el nivel de su Jaiá (el nivel del alma en el Universo de Atzilut), estamos diciendo que el alma puede percibir la realidad del Maasé Bereshit. Aunque la consciencia del alma como alma en sí misma sea del orden del Universo de Briá, sin embargo, el alma cuando adquiere consciencia de No-Yo se encuentra en el nivel de su Jaiá. La consciencia de No-Yo no es una consciencia de no-existencia, sino de una existencia completamente relacionada con el entorno. El Yo asume su carácter de No-Yo porque entiende que no existe el Yo en su subjetividad radical, ya que los límites que marcan dicho Yo son límites materiales densos (potenciados por los límites conceptuales de la Biná), y cada vez que aumento la comprensión de la sustancia de mi Yo, puedo percibir la sustancia de ser un fragmento del Ein Sof.

      Un «Yo» estancado en sí mismo se produce por falta de autoconocimiento, (Daat inferior), sin embargo, dicho autoconocimiento es posible.

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