Comunicación: relatos, interpretaciones y opinión. Varios autores

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(2006, p. 131), llevando al espectador a pensar y a tener una consciencia crítica de lo que sucede en su sociedad.

      En la película, suceden varias injusticias sociales, las cuales quedan reveladas por las noches durante la proyección, por ello el pueblo arma una especie de revolución contra los que están en el alto mando y ejercen poder sobre la gente, tal es el caso de don Francisco Gavilán, al que describen como el “dueño de todo”.

      El elefante y la bicicleta es, al mismo tiempo, un homenaje al cine en su centenario y una reivindicación utópica de la Revolución, que atravesaba en ese momento una difícil coyuntura tras la caída del muro de Berlín y el comienzo del llamado ‘periodo especial’ (Navarro, 2006, p. 131).

      Se ve entonces que en la historia se presenta no solo una reflexión en torno al cine, sino también una crítica entorno a la sociedad, una revolución soñada por Cuba.

      El cine se muestra como aquel medio que es capaz de unir al pueblo y cambiar realidades, situación que da paso a entenderlo como una expresión artística que puede intervenir en la realidad, pues en este caso cambia la forma de pensar de la gente mientras en la pantalla se ve la vida misma, mostrando así un arte hecho para actuar, para que todos despierten como espectadores, no solo del cine, sino también de la vida. Como dice la señora del pueblo, en tono intelectual, que no quiere ir a ver la película porque supuestamente no es una historia real:

      El cine como toda manifestación artística debe construir un instrumento de penetración de la realidad, el hecho estético en sí puede y debe significar una experiencia enriquecedora del mismo acto cognoscitivo que día a día el hombre hace de su propia realidad [...] en resumen, que el arte puede y debe ser un instrumento de transformación de la realidad. (Tabío, 1994)

      Si se va a hablar de películas en América Latina que utilicen el metacine para narrar, las dirigidas por Juan Carlos Tabío son un buen ejemplo.4 Según Navarro, Tabío utiliza la teoría Por un cine imperfecto, realizada por el cineasta cubano Julio García Espinosa, y que provocó un punto de quiebre en el cine de la isla y de América Latina, pues llegó a convertirse en su momento en “un auténtico manifiesto del nuevo cine latinoamericano; un manifiesto contra la ‘tecnolatría’ del modelo estético hollywoodense y a favor de un cine que no ocultara las limitaciones materiales del marco cultural latinoamericano” (Navarro, 2006, p. 129), presentando así numerosas imperfecciones que se incluyen conscientemente.

      De las películas de Tabío, El elefante y la bicicleta es la que menos utiliza imperfecciones, pero cumple con otro punto importante en esta teoría, el ya mencionado juego entre lo ficticio y lo real. “Este tipo de juegos metacinematográficos tienden a deconstruir el aire moralizante y a veces pretencioso de los filmes de la década anterior, mientras que sintonizan, a su vez, con el materialismo ‘lúdico’ de la dramaturgia brechtiana” (Navarro, 2006, p. 129).

      Se puede ver con esto una teoría creada para buscar una identidad latinoamericana en cuanto al cine, para experimentar un tipo de cine que no fuera superficial, que aceptara su lugar de procedencia y que además lo reflejara.

      En Petecuy, la película (2014, Hincapié), también se encuentra la característica de la gente y lo que el cine significa para esta, aunque en este caso no van a ver una película, pero sí la van a realizar, lo que también ayuda a transformar su realidad como en El elefante y la bicicleta (Tabío, 1994). Como se mencionó en el capítulo anterior, Petecuy cuenta la historia de personas que vivían en medio de la violencia y de la venta de drogas, una situación típica en las películas colombianas. Lo que sucede aquí es que se tratan esos temas a través del cine, dándole énfasis a este como un medio para cambiar la vida de las personas.

      Los habitantes del barrio aceptan la propuesta de filmar una película en la que ellos serán los actores, al final se muestra que muchos de ellos se apartaron de la violencia y de las drogas para dedicarse a otras cosas, como a la actuación o a la televisión. Por ende, el cine es presentado aquí como una herramienta de inclusión, de desarrollo social.

      Petecuy parte de la premisa “cuando la realidad se basa en un guion y no al contrario”, evidente en juegos metaficcionales como dispararle a un personaje en una escena que se está filmando, pero que al final resulta ser real el disparo. Recurrir al juego entre lo ficticio y lo real es provechoso cuando la realidad parece ficción y la ficción es real, sobre todo en países con contrastes y problemáticas sociales como los latinoamericanos. Asunto que no se presenta solamente en este caso, sino también en el resto de las películas que guiaron el camino de esta investigación.

      En El elefante y la bicicleta (Tabío, 1994), los personajes desean cambiar su realidad a partir de las verdades reveladas por el cine; lo mismo que en Petecuy, donde también se desea cambiar la situación mostrada por medio del cine. Las dos películas nos hablan de un cine que, aunque parece ficticio, es real y por ende puede transformar la vida de sus personajes.

      Cuéntalo metacine

      El metacine, como ya se ha mencionado, a veces es utilizado para narrar historias que reflexionan acerca de aspectos sociales como La tarea y Entre Marx y una mujer desnuda. Así, La tarea (Hermosillo, 1991) habla sobre aspectos sexuales al mismo tiempo que critica elementos cinematográficos, sin relacionar un tema con el otro. Se habla de la sexualidad por medio de una narración metaficcional: antes de descubrir que la cinta filmada es realizada e interpretada por los dos personajes de manera consciente, parece que Marcelo no sabe acerca de la existencia de la cámara y por ende se entiende que este personaje quiere dar la sensación de que sus palabras son sinceras y naturales. Además, en un diálogo guiado por Virginia los dos terminan hablando sobre temas sexuales, como en una conversación de la vida misma, representado de manera tan natural que la cámara permanece estática durante toda la película, así, de manera simple, como el mismo tema del que están hablando.

      Marcelo comenta que la sociedad se ha encargado de arruinar la vida de las mujeres, pues les inculca llegar vírgenes al matrimonio y serle fieles a una sola persona sin poder disfrutar su vida, monólogo que luego Virginia califica como sobreactuado al momento de quitarse la máscara de actriz y convertirse en directora. También, comentan respecto a los condones en la sociedad que: “[…] en la farmacia de la esquina no te los venden, te miran como si fueras depravado”; algo característico de países católicos. Del sida, por otra parte, dicen: “es la pomada contra la lujuria”. Y así van dialogando sobre estos temas de manera casual.

      Tan solo la idea de saber que Virginia está filmando una película sin que Marcelo lo sepa, da pie para entender su diálogo como algo totalmente natural, normal y no planeado, guiado por Virginia, pero siendo consciente de que quiere filmar la vida misma. Por ende, las reflexiones en torno a la sexualidad y la sociedad son presentadas al espectador de modo que este las siente sin filtros, sin guiones estructurados, pues lo expresado por Marcelo es aparentemente espontáneo y sincero. No quiere decir esto que lo que pase por guiones y libretos sea mentira, pero el solo hecho de tener una planeación hace que estos no sean espontáneos. Al final, claro está, el espectador se da cuenta de que las reflexiones de los personajes eran planeadas, pero ya el impacto de lo comentado cumplió con lo suyo, convirtiendo al espectador en alguien que observa una conversación privada y se vuelve parte de ella.

      Por otro lado, Entre Marx y una mujer desnuda (Luzuriaga, 1996), basada en el libro del autor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, cuenta las travesías de un grupo de revolucionarios que quieren alcanzar el socialismo en Ecuador, donde todo lo que hacen para lograr este sueño termina siendo una simple ilusión expresada por medio del narrador, un personaje de la película que se encarga de escribir la historia que vemos, y que al final se sienta a conversar al lado de Marx, le cuenta que hacía parte de una película, diciendo mientras pasan los créditos: “No sé

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