La distancia del presente. Daniel Bernabé
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También es significativo en estos sucesos del Parlament la contraposición entre indignados y políticos, como ya hemos apuntado, sin que el carácter progresista de alguno de ellos importara lo más mínimo. Un día después, el 16 de junio, se da también un hecho significativo por dos factores. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca, creada en 2009, tomó un nuevo protagonismo no solo por el número creciente de desahucios, sino también por ser percibida como parte del entramado del 15M. El intento de paralización de uno de estos desahucios, a un inmigrante libanés y su familia, se convirtió en una concentración de 500 personas que presentó a la PAH, uno de los actores clave del nuevo contexto político que se abría. Sin embargo, también se dio otro suceso descriptivo de cómo se entendía la dinámica de protestas que se había abierto. Cayo Lara, el coordinador general de Izquierda Unida, asistió también a la concentración desde primera hora de la mañana. «Algunos de los que rodeaban al político ni siquiera sabían de quién se trataba. Su presencia no causó revuelo hasta que, pasadas las 11 y media y una vez logrado el aplazamiento del desahucio, Lara se dirigió a los medios de comunicación.» A partir de ahí Lara fue increpado, tachado de oportunista, zarandeado e incluso empapado al derramarle una garrafa de agua por encima. «Estamos luchando también desde Izquierda Unida, nuestra gente está también en Sol, y en las asambleas de los barrios. Si alguien nos quiere excluir, se equivoca», expresó el líder de IU mientras que los indignados le coreaban el «No nos representa». Una activista de la PAH, presidenta de una asociación de inmigrantes, declaró que «Cayo Lara lleva tres años apoyándonos y la PAH se desvincula de los insultos […] No seamos desagradecidos con los pocos que nos han ayudado»[12].
Cayo Lara, más allá de lo acertado o erróneo de sus posturas, fue uno de los dirigentes más comprometidos con los derechos sociales de la época. De una larga trayectoria comunista, agricultor de profesión, impulsor del sindicato COAG, fue alcalde de Argamasilla de Alba (Ciudad Real) desde finales de los ochenta y durante toda la década de los noventa, destacando como Coordinador de IU en Castilla-La Mancha precisamente por sus acciones contra la especulación urbanística. La tabla rasa ciudadanista de los indignados, con su eje nuevo-viejo, su «no somos de izquierdas ni de derechas» y su concepto de casta política, no hizo distinciones. Más allá de la evidente injusticia de la que fue objeto Lara, este pasaje ilustra lo que sería una batalla venidera entre el ciudadanismo y la izquierda, que acaparó una buena parte de las conversaciones, asambleas y debates del periodo. No se trataba tan solo del miedo a una instrumentalización por parte de un partido, sino también, insistimos, de un intento de sorpasso por la dirigencia de la protesta, de inspiración posmoderna, a lo que se identificaba como el viejo adversario comunista.
Si las elecciones de mayo no sirvieron para advertir que la sociedad tenía unos tiempos diferentes a los del 15M, entre los días 16 y 21 de agosto tuvieron lugar en Madrid las Jornadas Mundiales de la Juventud, que convocaron a dos millones de personas llegadas de todas las partes del mundo. Les unía su devoción católica y sus ganas de ver al papa Benedicto XVI. Si la capital fue en primavera la verbena de la protesta, en el tórrido verano se convirtió en el parque temático de la cristiandad, en una demostración de la gigantesca capacidad de convocatoria que puede mostrar la Iglesia católica. Algo que empieza en Cibeles con una misa donde se dan cita 800 obispos y 8.000 sacerdotes no se puede calificar de otra manera. Las JMJ fueron todo lo pintorescas que queramos, razones quizá no faltaban ante las imágenes de los jóvenes peregrinos refrescándose en la fuente del Ángel Caído y practicando la simpática coreografía «equis, uve, palito» (de Benedicto XVI, el papa del momento), pero lo cierto es que la ciudad se vio completamente transformada por una especie de invasión tan lúdica como espiritual.
El miércoles 17 se convocó una manifestación para protestar por los costes en dinero público derivados de la visita del pontífice. Los asistentes a la JMJ utilizaban gratis el transporte público y se habilitaron todo tipo de recursos habitacionales para acogerlos, algo que en principio puede entenderse para el buen desarrollo de un acontecimiento de grandes dimensiones, pero que en un tiempo de crisis resultaba un agravio comparativo. La manifestación tenía previsto transcurrir entre Tirso de Molina y Sol. Durante el recorrido ya se registraron algunas llamativas imágenes como la del activista Shangay Lily departiendo con unas jóvenes católicas que, en pía actitud, echaron la rodilla a tierra y se pusieron a rezar en pose de mártir. Pero el encontronazo llegó en la propia Puerta del Sol, donde, para sorpresa de los manifestantes, había organizada una encerrona: la plaza estaba tomada por un número considerable de asistentes de la JMJ. Aunque no se produjeron incidentes de gravedad más que algún intercambio de palabras gruesas, la actitud de Delegación del Gobierno, que tenía el recorrido previo de la protesta laica, fue irresponsable al no haber desalojado la plaza para evitar incidentes, como sí hizo caída la noche mediante cargas policiales contra los manifestantes laicos. Al disolverse aquel despropósito, una extraña y caótica mezcla de manifestantes y jóvenes del papa se entrecruzaron por las calles del centro sin mayor problema, a excepción de algunos elementos ultraderechistas que habían salido esa noche a ver si se podían cobrar alguna pieza. En especial llamaba la atención un individuo vestido de blanco, con dos muñequeras con la bandera rojigualda, que iba olisqueando su odio por Preciados. Noche de mundos antagónicos y a la vez paralelos, aunque fuera por unas horas. Sol como espacio de libertad y represión de ida y vuelta.
Los lectores más atentos notarán que los acontecimientos que transitan por estas páginas se producen siempre a pares. La razón de esta extraña dualidad no tiene que ver con la cábala ni lo esotérico, sino más bien con el propio periodo que se describe. Esta es una historia sobre un gran conflicto provocado por el capitalismo de principios de siglo XXI, un sistema económico rendido a la demencia neoliberal que empezó a mostrar los síntomas más aterradores tras llevar tres décadas devorándose a sí mismo y, por ende, a todas sus expresiones asociadas, desde el sistema político hasta los valores compartidos, la construcción de identidades y su aparato cultural. En este conflicto, los eventos se agolpan en un periodo muy breve de tiempo. Los eventos, es decir, la expresión concreta de las tensiones que se acumulan. Primero llega el aviso, a modo de novedad, de irrupción de lo sucedido por primera vez. Una primera vez donde los actores son incapaces de llegar a una síntesis entre contrarios, a una solución perdurable, donde la causa queda flotante, ya presente, pero irresuelta. A continuación, la onda sísmica provoca nuevos eventos que no son más que la copia del original bajo nuevos síntomas. El volcán del inicio, erupcionando por etapas; los analistas de aquel presente, atribuyendo a cada una de esas explosiones una personalidad propia. A tiempo pasado, con la distancia del presente, es cuando todo toma apariencia de relato, de continuidad, y no simplemente de hechos dispersos tan solo unidos en el tiempo.
Uno de estos acontecimientos a pares fue la reforma del artículo 135 de la Constitución. Si los recortes realizados por el Gobierno de Zapatero fueron el antagonista narrativo de la retirada de las tropas de Irak, el 135 fue la legalización constitucional del austericidio, la rendición de nuestra soberanía a eso llamado mercados, la expresión del dominio de la esfera de lo público por una economía basada en lo especulativo como principal divisa.
A finales de agosto de 2011, el viernes 26, los portavoces del PSOE, José Antonio Alonso, y del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, registraron en el Congreso la proposición de reforma constitucional para consagrar legalmente el principio de estabilidad presupuestaria y la prioridad absoluta en el pago de los intereses de la deuda pública. Al siguiente viernes,