Las cadenas fisiológicas (Tomo I). Léopold Busquet
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En 1968, me diplomé en fisioterapia. Al no estar satisfecho con las competencias adquiridas (la formación de la época no tenía la calidad de la actual), decidí completar mis conocimientos. Abrí una consulta de fisioterapia y ejercí en una ciudad en la que había un club de rugbi del que yo era miembro. De nuevo, me tuve que enfrentar al mundo del deporte, que exige diagnósticos precisos y resultados rápidos. Paralelamente, un amigo médico me pidió que me encargara de la preparación prenatal y postnatal en su clínica. Esta experiencia en el mundo obstétrico y neonatal, que duró más de quince años, me enseñó la importancia de la parte emocional de la futura mamá y de su bebé mediante la atención, la cooperación y la confianza. Las especificidades de la maternidad y el parto también me enseñaron el papel central de la relación fisiológica «contenido-continente», que es la base del desarrollo del método. En 1975, entré en el Colegio de Osteopatía Sutherland. Estos fueron mis primeros pasos en la osteopatía. En 1977, seguí la formación Mézières con Françoise Mézières y Philippe Souchard.
Cursé paralelamente estas dos formaciones —colegio de osteopatía y formación Mézières—, que en parte se complementaban, pero también confrontaban conceptos. Aunque los profesores de ambas disciplinas eran remarcables, no había convergencia entre sus propuestas. Por un lado, la señora Mézières daba prioridad absoluta al músculo; juzgaban, por el otro, los osteópatas las cuestiones musculares con condescendencia. No obstante, la ventaja de estas actitudes, hasta cierto punto sectarias, era su respectivo rigor: ambas formaciones intentaban ir hasta el fondo de una lógica y una práctica precisas. Sin embargo, en el método que yo propongo, se trata de superar lo que, a mi juicio, las limita.
No obstante, el método de las cadenas fisiológicas les debe ciertos descubrimientos, principalmente a Françoise Mézières, por sus aportaciones sobre la cadena posterior, y a Godelieve Struyf-Denys, en lo que respecta a las cadenas musculares y articulares.
La cadena posterior de Mézières
Históricamente, Françoise Mézières fue la primera fisioterapeuta que tuvo en cuenta el trabajo en cadena. Son varios los métodos posturales que surgieron de sus enseñanzas, que se basan en un enfoque global del paciente. Más precisamente, ha señalado la existencia de una cadena posterior que va de la base del cráneo a los pies. Esta cadena incluía los músculos de extensión. En cambio, en su descripción no tenía en cuenta al resto de los músculos. Sin embargo, en la práctica ha ido más allá de los límites de su propia teoría. Cuando la veíamos trabajar, podíamos constatar que, intuitivamente, iba mucho más lejos y también trataba los músculos del plano anterior.
Las cadenas musculares y articulares de Struyf-Denys
Posteriormente, una colega, Godelieve Struyf-Denys, propuso una organización más completa que incluía varias cadenas, que ella llamó cadenas musculares y articulares. Para identificar y seleccionar los músculos de sus cadenas,
La reeducación postural global (RPG) de Souchard
Por fin llegamos al método desarrollado en la misma época por Philippe Souchard con el objetivo de desmarcarse del método Mézières. La reeducación postural global (RPG), al igual que el resto de los métodos citados, resulta interesante, pero había que ir más lejos.
En 1979, me diplomé en osteopatía. Los directores del Colegio Sutherland me pidieron que me quedara a enseñar. Así que decidí impartir clases de:
– Organización y tratamiento de las cadenas musculares, que en un primer momento llamé ejes miotensivos.
– Organización y tratamiento del cráneo.
Esta elección sorprendió mucho al director pedagógico, ya que la relación entre los músculos y el cráneo no era evidente. Pero yo había llegado a una certeza: en nuestros tratamientos resultaba absurdo excluir al cráneo porque la dinámica de las cadenas afectaba e integraba íntimamente esta esfera cefálica. En 1979, todavía no estaba en posición de explicar cómo, pero estaba dispuesto a conseguirlo con los años, trabajando no solamente en la demostración de la organización muscular dentro de un sistema de cadenas, sino también en la demostración de la relación entre las cadenas musculares y el cráneo. Este fue el inicio de una bella y apasionante investigación.
En este punto, para comprender mi razonamiento, hay que tener en cuenta las observaciones siguientes. Tras mis años de formación, era más evidente que el funcionamiento del cuerpo humano estaba gestionado por un sistema de cadenas musculares. Pero, dado que no estaba del todo satisfecho con las propuestas existentes, no podía permanecer en una posición únicamente crítica, por lo que tenía que investigar y proponer otro modelo. Había llegado el temible momento de formular una respuesta convincente a los problemas que había descubierto. El proyecto era el siguiente: «Si las cadenas existen realmente, solamente podré demostrar su existencia mediante la lectura respetuosa de la anatomía».
Para descubrir las cadenas, me hacía falta encontrar una clave, un código de acceso, una brújula, para que no me perdiera. Y fue un libro el que me la dio: La coordinación motriz, de Suzanne Piret y Marie Madeleine Bézier, dos fisioterapeutas belgas. En este libro, las autoras hablan de una organización muscular a partir de «un sistema recto y un sistema cruzado». Inmediatamente, esa propuesta suscitó mi interés y, a continuación, intenté verificar si la organización muscular se inscribía de forma natural en estas líneas rectas (longitudinales) y oblicuas (cruzadas).
De hecho, después de numerosas observaciones, podía constatar que los músculos se encadenaban bien en dichos circuitos, en perfecta continuidad de dirección y plano. Era algo maravilloso. Los detalles, las peculiaridades de la anatomía encontraban al fin una justificación simple en el «encadenamiento funcional» de los músculos. De esta forma, ciertos músculos revelaban su verdadera función en la dinámica del conjunto. Para profundizar en este descubrimiento y preocupado por la posibilidad de caer en la abstracción, decidí «provocar a la anatomía» prolongando la dirección de las cadenas en las zonas que todavía no había analizado. Me decía: «Si existe el sistema de cadenas, la anatomía debe confirmar la continuidad del trayecto teniendo músculos que aseguren exactamente la prolongación». Y, cada vez, encontraba en la práctica una confirmación de esta hipótesis. De la cabeza a los pies, se verificaba. La brújula que me habían inspirado Suzanne Piret y Marie Madeleine Bézier parecía ser fiable más allá de mis expectativas. Incluso los músculos de los ojos y los músculos de las articulaciones temporomandibulares se integraban perfectamente en estos circuitos.
Una vez descifrada la anatomía de las cadenas, esto supuso una importante evolución en la práctica. El conocimiento de la anatomía de cada una de las cadenas me dictó diferentes maniobras mejor adaptadas. Instauré nuevas posturas que pueden parecer desconcertantes para un profesional acostumbrado a otras referencias, pero son coherentes y perfectamente naturales una vez que se integran en el método de las cadenas propuesto en este libro.
Durante este período de investigación, pude verificar la validez de mis descubrimientos en deportistas de alto nivel con traumatismos en los que los métodos tradicionales no conseguían mejoría. Obtuve resultados muy positivos aplicando mi método. Varios clubs italianos de fútbol