Las cadenas fisiológicas (Tomo I). Léopold Busquet
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Las cadenas fisiológicas (Tomo I) - Léopold Busquet страница 5
Estos diferentes retos me obligaron a sumergirme todavía más en el análisis y el tratamiento de las cadenas. Quería, literalmente, «desmontar» los diferentes problemas que sufrían estos atletas. Mi consulta se convirtió en un auténtico laboratorio para poner a prueba mis ideas. Paralelamente, la preparación de los cursos me obligó a concretar todo lo aprendido, así que se instaló cierta sinergia constante entre la práctica de la consulta y la enseñanza, y ambas empezaron a nutrirse mutuamente. La enseñanza, lejos de desviarme de la investigación, me exigió ser lo más claro, justo y preciso posible; me esforzaba en apoyar mi curso en ideas que impusieran un rigor de construcción, práctica y escritura, lo que, a su vez, afianzaba mis conceptos. En la lógica de esta evolución, rápidamente se hizo necesario perpetuar estas ideas escribiendo libros con el fin de que las nuevas propuestas no se deformaran ni se volvieran incomprensibles. Escribir un libro supone una nueva etapa de verdad y honestidad. Exponemos todas las facetas de nuestra propuesta y las sometemos a la crítica de nuestros colegas. Es una etapa necesaria para probar la fuerza de estas ideas, para ver si son duraderas y fecundas.
En enero de 1980, aunque la profesión todavía no estaba legalmente reconocida en Francia, abrí mi propia consulta de osteopatía a tiempo completo. El esbozo de las cadenas musculares se me hacía cada vez más claro. Dos años después, publiqué mi primer libro sobre las cadenas musculares del tronco.
Sin embargo, en mi consulta, ciertos problemas seguían resistiéndose a mis teorías. Como si las cadenas se encontraran programadas de una forma aberrante, en los casos de escoliosis, deformaciones torácicas, actitudes antálgicas, periartritis escapulohumerales, desviaciones de rodilla, subluxaciones de rótula, pies rotados o, incluso, arcos plantares modificados, etc. ¿Dónde estaba la lógica de estas deformaciones? ¿Dónde estaba la lógica de esta aparente anarquía de tensiones musculares? ¿Había que contentarse solo con «quitar tensiones»? ¿Había que contentarse con enderezar deformaciones que a menudo se resistían? Los casos traumáticos eran fáciles de comprender, pero el resto, todos los casos crónicos, eran más oscuros.
De repente, me parecía absurdo querer enderezar a un paciente. No solo era autoritario, sino que también ignoraba la fisiología real que produce la deformación. Cuando se nos mete en la cabeza que hay que enderezar, la estrategia es «soltar» los músculos obligándolos a que se alarguen, a que se estiren. Pero antes de ponerse a estirar un músculo como un «dictador», es imperativo hacerse la pregunta más importante: «¿Por qué el sujeto no presenta de forma natural una buena estática?» Estas aparentes deformaciones, ¿son necesarias? ¿El cuerpo no tiene razones para ello? Es por esto que no podemos contentarnos con decir al paciente: «Le duele la columna vertebral porque tiene una mala postura. Voy a enderezarle». Un paciente que presenta una estática muy alterada en realidad ha adoptado la estática más ingeniosa e inteligente para compensar sus problemas internos. Me acuerdo
Pero faltaba una dimensión. Además de los ámbitos musculares y articulares, me parecía evidente que el plano visceral, intracavitario, desempeñaba un papel esencial, hasta el punto de que podría controlar cualquier cadena si se convertía en el asiento de las tensiones. Fue entonces cuando me decidí a trabajar para encontrar la relación entre las cadenas y la organización visceral; había que comprender, dentro de la fisiología general del cuerpo, cuál era la relación entre estos planos.
Esta nueva etapa me llevó a tener en cuenta las cavidades. En el transcurso de este estudio, descubrí la importancia de lo que he llamado la relación «contenido-continente». Este descubrimiento se ha convertido en la base
En 1986, hice un viaje de formación a los Estados Unidos de América en compañía de un grupo de osteópatas. Conocimos al Dr. Anthony Chila, en la Universidad de Athens, en Ohio, en su curso de fascioterapia, y al Dr. John Upledger, en Florida, en su formación de terapia craneosacra. De ahí extraje nuevas perspectivas para mi trabajo.
En 1986, al convertirme en el director del Colegio Sutherland, me di cuenta de la necesidad de enseñar las cadenas en otro marco, independiente de las teorías y de la filosofía tradicional osteopática. Fue entonces cuando decidí crear las condiciones necesarias para desarrollar el método. Invité a un amigo, Bernard Pionner, compañero de mi misma promoción del colegio de osteopatía que también había hecho la formación de Mézières, a que se uniera a mí. Tras conocer mi proyecto, y las evoluciones y novedades del método tal como quería defenderlas, las apoyó totalmente y se embarcó junto a mí en esta aventura, el primero de la cuarentena de profesores que se nos acabarían uniendo con el paso de los años.
A partir de 1990, la idea era instaurar la cadena visceral. Dado que las relaciones entre el aparato locomotor y el sistema visceral estaban bien definidas, había que estructurar la práctica visceral para inscribirla en la lógica del método de las cadenas. El mérito de este desarrollo primordial del método es de Michèle Busquet-Vanderheyden, quien, después de haber hecho un estudio detallado de las cavidades, definió la descripción, el examen y el tratamiento específico de esta cadena tan importante. Primero, se centró en las cavidades abdominopelvianas (tomo VI, 2004) y, a continuación, en las cavidades del tórax, garganta y boca (tomo VII, 2008).
Nuestros intercambios cotidianos, en el marco de nuestras consultas, nuestros cursos y nuestros libros, no han dejado de nutrir la evolución del método desde entonces.
En 1994, la integración íntima de la cadena visceral en el funcionamiento de las cadenas nos permite descubrir la «interfaz» de la mecánica musculoesquelética. La biomecánica articular se hace más comprensible en sus diferentes compensaciones una vez integradas las influencias determinantes de la cadena visceral. Los conceptos que se quedan en un plano de interpretación puramente articular a nivel de la pelvis, la columna vertebral y los miembros superiores o inferiores nos parecían obsoletos y tenían que ponerse en duda.
En 1999, se trataba de completar el cuadro, dado que el cuerpo también está formado por vasos y nervios, una comprensión profunda exige un último plano de análisis: la cadena neurovascular, la estructura neuromeníngea está siempre escoltada por la estructura vascular (paquete vasculonervioso). Esta se inscribe de forma natural en el concepto de las cadenas e implica exigencias funcionales propias
En 1995 descubrí los remarcables trabajos de un colega australiano, David Butler, que abordaban principalmente el tratamiento del sistema neuromeníngeo periférico, pero en los que no se habían desarrollado las partes principales de esta cadena: el neuromeníngeo intracavitario visceral y el neuromeníngeo central en el cráneo. Ahora bien, las evoluciones del método
Quien habla del sistema neurovascular también debe reconducir el análisis craneal, cuya importancia yo ya conocía desde hacía tiempo. De hecho, las