El fundamento del Dharma. Chögyal Namkhai Norbu

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El fundamento del Dharma - Chögyal Namkhai Norbu Sabiduría Perenne

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la enseñanza Dzogchén se dice que uno no debe forzarse, sino, por el contrario, darse mucho espacio. Ello no se corresponde con lo que afirma el Hinayana: que uno no debe dejarse dominar por la pereza; que debe luchar contra ella y sobreponérsele, pues de otro modo no logrará nada. En efecto, en la enseñanza Dzogchén, si a uno lo sobrecoge la pereza, debe «darse espacio» o, en otras palabras, descubrir la causa de la pereza. Si el agua está agitada no se puede ver lo que está sumergido, que puede ser un zapato, o peces, o ranas, etcétera. «Darse espacio» no significa volverse indiferente y holgazán, sino relajarse de modo que la causa –en este caso de la pereza– se haga evidente: debemos guiar este «darse espacio» con la presencia de la transitoriedad y del valor de la vida humana. Nuestra preciosa condición existe en el tiempo y, si no hacemos nada, la habremos desperdiciado. Pero si aplicamos la presencia, seremos capaces de identificar las causas de nuestro sufrimiento.

      Es importante usar correctamente la presencia de la transitoriedad, sobre todo en lo que respecta a nuestras relaciones con los demás. Después de algunos años de matrimonio, los esposos a veces descubren que han disminuido las fuertes pasiones que los unían. Una vez estuvieron muy enamorados, pero luego de unos años las causas secundarias maduran y su matrimonio parece venirse abajo. La pasión enceguece, como la niebla de Milán, que oculta las casas y las calles, pero cuando la niebla se disipa aparecen edificios colosales: cuando disminuye la pasión, se hacen evidentes aspectos de la otra persona que ignorábamos.

      La gente nunca permanece igual. Cuando una pareja está cegada por las pasiones, no puede ver nada y piensa: «Estamos de acuerdo en todo, tenemos puntos de vista muy parecidos, etcétera». Pero cuando la bruma desaparece piensa: «Ya no nos soportamos». Cuando los jóvenes están muy enamorados quieren sentarse hasta en la misma silla, aunque la rompan. Están tan apegados que incluso quieren ir juntos al baño. Pero ¿cuánto durará esto? ¿Irán juntos al baño cuando sean unos ancianos? Si de veras tienen la intención de permanecer juntos toda su vida, no necesitan estar todo el tiempo pegados, y será mejor que cada uno se siente en su propia silla.

      Estos son algunos ejemplos de cómo podemos volvernos esclavos de la ilusión que está en la base de nuestras pasiones –lo que siempre trae como consecuencia una decepción–. Pero ello no significa que no nos debamos enamorar. Si nos enamoramos, debemos mantener la presencia, y si deseamos pasar la vida con la otra persona, debemos recordar que vivimos en el tiempo. Hoy somos como dos hermosas flores, pero un día seremos dos ancianos, tan hermosos como dos flores marchitas. Si mantenemos esta certeza, también mantendremos presente el transcurrir del tiempo y nuestra relación con la otra persona será más fácil.

      De otro modo, cuando la pasión se desvanece, las personas comienzan a detestarse: «Ya no lo tolero más»; «No podemos pasar toda nuestra vida juntos». Ni siquiera comprenden lo que «toda nuestra vida» significa: podría ser un día, una semana, un mes, un año, diez años, pues no hay garantía de cuánto tiempo viviremos. Quizá después de dormirse esta noche, uno de los dos no despierte a la mañana siguiente. Algunas personas, incluso jóvenes, se enferman inesperadamente y mueren.

      Por ejemplo, en la universidad en la que trabajaba había un profesor de japonés. Un día le llevé de regalo una botella de vino. Lo había visto fugazmente por la mañana; parecía algo nervioso y se había ido repentinamente. Al cabo de un rato apareció de nuevo cuando yo conversaba con alguien y lo llamé. Desapareció como un rayo y parecía aún más nervioso. Luego me fui a tomar un café y, cuando regresé, vi que cuatro profesores lo estaban sacando del ascensor. Se había desmayado. «¿Qué ha pasado?», pregunté y alguna de las personas que estaba por allí me contestó: «Un ataque al corazón». Alguien le dio un masaje en el pecho y llamaron a la ambulancia, que tardó mucho en llegar, como es habitual en Nápoles. Lo llevaron inconsciente al hospital. Ese mismo día había una reunión de la facultad, y alrededor de veinte minutos después de que todo comenzara uno de los profesores que había acompañado al profesor de japonés al hospital se presentó y dijo: «Desafortunadamente ha muerto. No pudieron hacer nada para salvarlo». Nos quedamos perplejos porque era un hombre joven. Pero tales cosas ocurren.

      Así pues, cuando alguien dice: «No puedo seguir con esta persona durante el resto de mi vida», piensa que la vida durará aún muchos años. Pero si tenemos presente la transitoriedad, este nudo se aflojará y no tendremos esta actitud fija, como resultado de lo cual nuestras tensiones se relajarán.

      3. El karma

      La tercera de las Cuatro Comprensiones o Cuatro Entrenamientos Mentales consiste en reflexionar sobre el karma y tener presente su comprensión. Nuestro precioso nacimiento humano da lugar a una vida que existe en el tiempo, pero que es producto del karma. Nosotros mismos hemos creado las causas cuyas consecuencias sufrimos. Nuestras vidas son también un producto del karma acumulado en vidas pasadas, ya que cuando hay tiempo, hay continuidad. Luego de inhalar debemos exhalar, pues, en caso contrario, la respiración se interrumpiría. Mientras respiremos la vida continúa, y así seguimos adelante. Si hubo un tiempo pasado, naturalmente habrá un tiempo futuro. El tiempo presente en el que nos hallamos es una consecuencia del tiempo pasado, es el efecto de una causa.

      El Buda dijo: «A fin de comprender lo que has hecho en vidas pasadas, examina cómo eres en tu vida presente». El cuerpo humano que ahora tenemos es producto del karma que hemos creado en el pasado. Vivimos su efecto. Por medio de este efecto podremos descubrir la causa en el pasado, y en el presente podremos determinar cuáles son las nuevas causas que creamos para el futuro. Por ejemplo, si tenemos dolor de estómago, ello es el efecto de una causa mediata y una circunstancia inmediata, la última de las cuales podría ser el haber comido algo en mal estado. El Buda dijo: «Si quieres conocer cómo será tu futuro, examina tus acciones actuales». Podemos realizar muchas acciones en el presente y producir todo tipo de karma, tanto positivo como negativo. El karma negativo proviene de nuestra distracción y nuestras pasiones y, a su debido tiempo, tendremos que padecer sus consecuencias.

      Es importante tener presencia del karma y comprender su potencialidad. Mucha gente piensa que el karma es un destino predeterminado y dice: «¿Qué le voy a hacer? Es mi karma». Esta actitud resignada puede ofrecernos algo de tranquilidad en momentos difíciles, pero no es así como funciona el karma. Este es el producto de nuestras acciones y, para bien o para mal, su potencialidad solo fructifica cuando en nuestra existencia están presentes las condiciones apropiadas, y no en cualquier momento.

      Si en el sendero del bodhisattva llevamos a cabo una buena acción, como por ejemplo el ofrendar, podríamos producir un karma positivo. ¿Cómo se genera el karma positivo? Primero surge la intención. En el Mahayana se dice que la intención es la base de todo. Si la intención es buena, los resultados serán placenteros. Si es mala, serán todo lo contrario. Por tanto, debemos tener sumo cuidado de que nuestra intención sea positiva, de modo que pueda servir de causa para el desarrollo de la bodhichitta. Cuando uno acumula el karma negativo de matar, primero surge la intención de matar. Pero a fin de crear el karma relacionado con el matar, la mera intención no basta; uno debe llevar a cabo la acción de matar. Por sí sola, la intención puede constituir un obstáculo para obtener estados mentales positivos, pero es la acción misma la que produce la verdadera potencialidad del karma. La acción, por su parte, puede ser directa o indirecta. Por ejemplo, en el caso del matar, nosotros mismos podemos llevar a cabo la acción de matar, o podemos encargársela a otra persona, en cuyo caso habremos cometido una acción indirecta.

      El mismo principio es válido cuando se trata de una buena acción. Si queremos, por ejemplo, tener un gesto de generosidad hacia un grupo de gente hambrienta de la India, pero no tenemos suficiente dinero para ayudarlos, podemos pedirle a una persona más pudiente: «Por favor, ayuda a esta gente». Si hacemos esto de tal modo que el grupo de gente hambrienta resulte en verdad beneficiado, habremos realizado una acción positiva indirecta.

      La tercera condición para que se complete el karma es la satisfacción de haber realizado

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