El camino del Tao. Alan Watts

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El camino del Tao - Alan Watts Sabiduría Perenne

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gozan con la lectura de Chuang tzu, uno de los pocos filósofos de todos los tiempos que no se toma a sí mismo en serio y cuyos escritos están plagados de un humor de carácter peculiar. Es decir que puede reírse de las cuestiones más profundas sin mofarse de ellas y hacer, por el contrario, que parezcan más verdaderas y profundas, justamente porque son cómicas. El humor y el misticismo o la religión rara vez son compatibles. Esta misma actitud se puede apreciar quizá –con respecto a sus conexiones con el taoísmo– en la literatura del budismo Ch’an (Zen), tanto como en el estilo personal de muchos de sus actuales seguidores.

      Existe menos certeza en cuanto a establecer correctamente las fechas del libro de Lieh-tzu. Aunque la tra dición mantiene que pertenece al siglo -3, el libro muestra la influencia de las ideas budistas, que sugerirían como fecha correcta los primeros siglos de la Era Cristiana, es decir los siglos +1 o +2. Lieh-tzu es también un gran crítico de lo que Creel ha denominado «taoísmo Hsien» para diferenciarlo del «taoísmo contemplativo», siendo el primero una búsqueda de la inmortalidad y los poderes sobrenaturales, a través de las prácticas yóguicas y gimnosóficas que parecen haber surgido entre los taoístas de los siglos -2 y -1. Un hsien es alguien inmortal: alguien que ha purificado su carne para evitar que se pudra y lo logra mediante formas especiales de respiración, dietas, drogas y ejercicios para conservar el semen, comparables a los del yoga tántrico. Cuando su piel envejece y arruga, la cambia –igual que una serpiente– para revelar el joven cuerpo que hay debajo de ella.6

      El libro Huai Nan Tzu, que también se opone al taoísmo Hsien, fue escrito bajo el patrocinio del príncipe de Huai Nan, un pariente y vasallo del emperador de Wu, llamado Liu An, y con cierta certeza puede ser datado alrededor del año -120. Sobre esto, Creel escribe:

      El libro escrito bajo su patrocinio, por diversos eruditos, llamado el Huai Nan Tzu, es de tono ecléctico pero predominantemente taoísta. Menciona gran parte de las técnicas para alcanzar la inmortalidad pero creo que en ningún momento las recomienda. Por el contrario, insiste repetidas veces en que la muerte y la vida son exactamente lo mismo, y que ninguna debe ser temida ni buscada. Ridiculiza el control de la respiración y la gimnasia que están destinadas a perpetuar el cuerpo pero que de hecho perturban la mente.7

      El núcleo de este libro se centra en el taoísmo contemplativo más que en el taoísmo Hsien. No conozco este último lo suficiente como para explicarlo coherentemente ni juzgarlo con equidad. Mi interés, de todos modos, reposa en lo que los budistas llaman el Camino de la Sabiduría (prajna) más que en el Camino de los Poderes (siddhi), porque la extensión indefinida de nuestros poderes y técnicas parece, finalmente, la persecución de un espejismo. Alguien que es inmortal y que tiene el control de todo lo que le ocurre, me parece que se ha condenado al eterno aburrimiento, ya que vive en un mundo carente de misterio y sorpresas.

      1. EL LENGUAJE CHINO ESCRITO

      Un proverbio chino frecuentemente citado dice que una figura equivale a mil palabras, ya que a menudo es más fácil mostrar que decir.

      Como es sabido, la escritura china es singular, en el sentido de que no emplea un alfabeto, sino caracteres o ideogramas que originalmente fueron dibujos o signos convencionales. Con el correr de los siglos, los pictogramas grabados en hueso o bambú se convirtieron en dibujos hechos a pincel sobre seda o papel, algunos de los cuales presentaban una semejanza con las formas primitivas –o con lo que éstas solían indicar– y crecieron enormemente en número y en grado de abstracción.

      Muchos occidentales –la mayoría de ellos alfabetizados–, e incluso algunos chinos, tienen la impresión de que esta forma de escribir resulta difícilmente compleja y poco eficiente. En los últimos años se ha hablado mucho de «racionalizar» el chino mediante la introducción de un alfabeto similar, quizás, al japonés hiragana y katakana.1 Pero considero que esto sería desastroso. Además, tal vez no tengamos conciencia de hasta qué punto las personas alfabetizadas utilizan actualmente ideogramas. Los aeropuertos internacionales y las carreteras muestran profusión de ellos, debido a que su significado es inmediatamente obvio, cualquiera que sea la lengua que uno hable. La tabla 1 es una lista parcial de dichos símbolos y la tabla 2 sugiere cómo podrían ser empleados para construir oraciones.

      Dad rienda suelta a la imaginación y comprobaréis cómo a partir de estas imágenes –que, sin demasiada dificultad, pueden ser comprensibles para casi cualquier persona sin necesidad de que aprenda una nueva lengua hablada– se puede desarrollar un rico lenguaje visual. Uno lo pronunciará en su propia lengua. Pero hará falta mucho tiempo para que este idioma desarrolle una literatura y evolucione hasta el punto de poder expresar matices sutiles de pensamientos y sentimientos. De cualquier modo, las computadoras vencerán este obstáculo con facilidad y, como se demuestra en la tabla 2, tales ideogramas podrán comunicar relaciones complejas o configuraciones (Gestalten) más rápidamente que las interminables oraciones alfabéticas. El ideograma proporciona más información a simple vista y en menos espacio que la forma de escritura lineal y alfabética que, para que resulte comprensible, debe ser pronunciada. ¿Existe acaso alguna conexión entre el tiempo que lleva «completar» una educación y el kilometraje total de letras impresas que el ojo debe examinar?

      Tabla 1

       Una selección de ideoagramas occidentales

      Tabla 2

       Ideoagramas occidentales utilizados como lenguaje

      El mundo natural no es un sistema lineal. Éste implica una infinidad de variables interactuando simultánea mente, de modo que llevaría una cantidad incalculable de eones expresar un solo momento de su funcionamiento en un lenguaje alfabético y lineal. ¡Dejemos en paz al universo! Tomemos por ejemplo el caso del planeta Tierra, o incluso lo que hay en un pequeño estanque o, ¿por qué no?, la estructura del átomo. En este punto es donde los problemas de lenguaje se relacionan con la filosofía taoísta porque, como comienza diciendo el libro de Lao-tzu, el Tao que puede ser expresado no es el Tao Eterno (o Absoluto). Continúa mostrando que existe un modo de comprender y acompañar el proceso de la naturaleza distinto al de expresarlo en palabras. Después de todo, el cerebro –el verdadero órgano de la inteligencia– desafía incluso las descripciones lingüísticas de los más grandes neurólogos. En consecuencia, un lenguaje ideográfico resulta más próximo a la naturaleza que uno estrictamente lineal y alfabético. En todo momento la naturaleza es una simultaneidad de modelos. El lenguaje ideográfico configura una serie de modelos y, hasta este punto, es todavía lineal, aunque no tan trabajosamente lineal como el lenguaje alfabético.

      Este punto crítico –el que nuestros organismos posean hábiles formas de conocimiento que van más allá de las palabras y de la atención consciente, modos que pueden manejar un número desconocido de variables al mismo tiempo– será discutido más adelante. Baste recordar ahora que la organización y regulación de miles de procesos corporales a través del sistema nervioso puede estar absolutamente más allá de la reflexión y de la planificación deliberadas, para no mencionar las relaciones de esos procesos con el mundo «exterior».

      Como ya he dicho, harían falta años y años para que un lenguaje ideográfico, nuevo y artificial, desarrollara una literatura. ¿Pero para qué planteamos esta preocupación si ya existe el idioma chino? Éste es leído por 800.000.000 de personas que lo pronuncian por lo menos en siete dialectos o modos diferentes –sin incluir el japonés–, y que difiere de

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