Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop

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Historia del Próximo Oriente antiguo - Marc Van De Mieroop Biblioteca de Ciencias Bíblicas y Orientales

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1.3). Además, observamos que los materiales preciosos recorrían distancias enormes. Por ejemplo, la obsidiana solo podía obtenerse por medios naturales en la Anatolia central, pero se ha hallado en yacimientos de todo el Próximo Oriente. Los arqueólogos suelen pensar que el éxito de Chatal Hüyük, un gran asentamiento de la Anatolia central que existió desde ca. 7200 hasta 6000, fue consecuencia del intercambio de esta roca volcánica. También se obtenían en zonas remotas bienes de menor prestigio. La cerámica de Obeid producida en el sur de Mesopotamia apareció por el golfo Pérsico en zonas tan meridionales como Omán, y los expertos han interpretado esto como restos de expediciones de pesca de pescado y perlas.

      Figura 1.3. Figurillas femeninas de la cultura de Halaf. Estas figurillas de terracota que representan mujeres sin cabeza con pechos y caderas exageradas son típicas de la cultura de Halaf, que se extendió por el norte de Mesopotamia y Siria. Estas figuras suelen asociarse con la fertilidad y el parto. Museo del Louvre, París. Izquierda, 8,3 cm de altura, AO 21095; derecha, 6,3 cm de altura. AO 21096. Ca. 6000-5100 a.e.c.

      Créditos: akg images/Erich Lessing.

      Otra característica de estas primeras culturas es su longevidad. La cultura de Halaf duró casi mil años y gradualmente dio paso a la meridional de Obeid. La permanencia de la última durante casi dos milenios y el alto grado de continuidad cultural que exhibe son sorprendentes. Estos factores parecen sugerir que una vez que las comunidades se establecieron en la Baja Mesopotamia, mantuvieron un desarrollo local y estable. Preservaron la misma cultura material a lo largo de su existencia y se hicieron más extensas y complejas solo de manera gradual.

      Uno de los principales desarrollos sociales fue la aparición de una jerarquía y la centralización de poderes y funciones, resultado del crecimiento del tamaño de las comunidades. Pueden verse diferencias fundamentales entre el norte y el sur de Mesopotamia en este aspecto. En la cultura meridional de Obeid, algunos miembros de las comunidades tenían un estatus diferenciado, como indican el mayor tamaño y el trazado particular de los edificios que habitaban o supervisaban. El poder de estas élites recién desarrolladas parece haber derivado del control de los recursos agrícolas. Entre las familias que constituían las comunidades, aparecería una que administraría el almacenaje de las cosechas en una ubicación central. Esto ya puede verse en el sur, mientras que la cultura contemporánea de Halaf al norte presenta un alto grado de homogeneidad social. Cuando la cultura de Obeid se extendió en el territorio de Halaf a partir de 5500, también allí llegó la diferenciación social. Las nuevas élites se nos hacen visibles en su reivindicación de bienes extranjeros escasos y exóticos. Posiblemente fueran inmigrantes del sur que impusieran alguna forma de autoridad política sobre las más débiles familias locales y controlaran el intercambio a larga distancia. Solo en fases posteriores del período de Obeid empezarían a ejercer el tipo de dominio agrario local ya antes visible en el sur.

      El foco físico de estas funciones centralizadas parece haber sido un edificio al que tal vez ya llamarían templo. A partir de mediados del sexto milenio, el yacimiento de Eridu cerca del golfo Pérsico presenta una secuencia de edificios cada vez mayores en el mismo emplazamiento, que culminan en un gran templo de finales del tercer milenio. Si proyectamos hacia atrás en el tiempo la función de los primeros templos históricos, es probable que desde inicios del período de Obeid este edificio funcionase simultáneamente como lugar comunitario de culto y como centro para recolección y distribución de bienes agrarios. Algunos de los niveles arqueológicos de Eridu contenían grandes acumulaciones de espinas de pescado, lo que parecen ser los restos de ofrendas a la divinidad. Así, se estaba desarrollando dentro de las comunidades una organización social por encima del hogar individual, con la aportación de todas las familias al culto del templo. Allí también se desarrolló una jerarquía de asentamientos en el extremo meridional de Mesopotamia, con unos pocos de 10 a 15 hectáreas rodeados de otros más reducidos que no solían superar las 0,5 a 2 hectáreas de extensión. Esto demuestra que las comunidades individuales se estaban integrando en una organización territorial cooperativa más amplia.

      Las evoluciones prehistóricas esbozadas brevemente aquí demuestran que muchos de los aspectos culturales de la historia posterior del Próximo Oriente fueron resultado de un largo desarrollo en el tiempo. Una culminación de estos procesos ocurrió en el cuarto milenio, cuando la convergencia de varias innovaciones condujo al origen de la civilización mesopotámica. Estudiaremos esos acontecimientos con mayor detalle en el próximo capítulo.

      Debate 1.1. LA DATACIÓN EN LA HISTORIA DEL PRÓXIMO ORIENTE

      En la misma línea que la casi totalidad de obras de historia, este libro usa fechas absolutas para indicar cuándo tuvieron lugar los distintos acontecimientos. Estas fechas se fijan dentro del constructo artificial de la era cristiana o común y, como toda la historia del Próximo Oriente antiguo tuvo lugar antes del inicio de esa esa, todas las fechas son a(ntes de) C(risto) o a(ntes de la) e(ra) c(omún), con los números más altos precediendo a los más bajos. Esto es una mera convención que nos permite entender la secuencia de acontecimientos y su distancia en el tiempo, aunque la era tenga una base ideológica sin relevancia para el Próximo Oriente antiguo. Todas las fechas de este libro, pues, han de leerse como a.e.c., excepto cuando se explicite e.c.

      Los números dan una falsa sensación de certeza y la cronología absoluta de la historia del Próximo Oriente es un problema frustrante y controvertido. Los mesopotámicos eran bastante hábiles a la hora de documentar secuencias de gobernantes, aunque las fuentes pueden variar en cuanto al número de años de reinado de un rey y otros detalles. Para la cronología absoluta, la mayor dificultad reside en establecer un punto firme en el tiempo con el que puedan relacionarse las listas reales. Las herramientas empleadas derivan de múltiples disciplinas (e.g., astronomía, arqueología, filología) y los debates académicos son muy técnicos. La cronología del primer milenio es segura por la presencia de varios datos fiables, incluida la lista real compilada en griego por el astrónomo Ptolomeo de Alejandría en el siglo II e.c., que se remonta a 747 a.e.c., y la noticia de un eclipse solar que tuvo lugar el 15 de junio de 763, lo que nos permite asociar una larga secuencia de epónimos asirios (ver capítulo 6). Pero la incertidumbre surge en los primeros siglos de ese milenio y se agrava en el segundo milenio y en épocas anteriores. Los expertos han reconstruido una secuencia relativa aceptada, basada primariamente en listas reales de Asiria y Babilonia, pero esa secuencia no puede asociarse con seguridad a una datación absoluta. En 1912 e.c. un experto creyó haber descubierto evidencia astronómica sólida en un registro de momentos visibles y no visibles del planeta Venus durante el reinado de Ammisaduqa, incluido en una lista de predicciones astrológicas conservada en un manuscrito del siglo VII a.e.c. El comportamiento del planeta encaja con varios momentos de principios del segundo milenio a.e.c. y tras numerosas propuestas académicas tres sistemas fueron considerados los más probables, las cronologías alta, media y baja. Fechaban el reinado del rey más famoso del período, Hammurabi de Babilonia, en 1848-1806, 1792-1750 y 1728-1686, respectivamente, y el final de su dinastía en 1651, 1595 o 1531 (ver Garelli et al., 1997: 225-240; Eder y Renger, 2007: 8-9: y Pruzsinszky, 2009: 23-30 para detalles de la investigación). En los años cincuenta la mayor parte de los expertos comenzó a adherirse a la cronología media, que también determinó la datación absoluta de acontecimientos del tercer milenio y anteriores.

      Esta engañosa certidumbre está siendo atacada desde ya hace algo de tiempo. Surgieron dudas sobre la fiabilidad de la información de la Tablilla de Venus de Ammisaduqa, escrita mil años tras los hechos que describe, cuando volvió a editarse (Reiner y Pingree, 1975) y se ha llegado a sugerir que debería ser ignorada por completo en la datación (Cryer, 1995: 658), aunque hay una defensa reciente de su valor (Mebert, 2010). Acuciados por la preocupación de que la fecha de 1595 para

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