A merced de la ira - Un acuerdo perfecto. Lori Foster

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A merced de la ira - Un acuerdo perfecto - Lori Foster Tiffany

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a la cara. Su ojo izquierdo había empezado a hincharse y a ponerse morado. Priss se alegró de ello.

      –Me has drogado.

      –Sí –acarició su pelo–, y lo siento, pero no tenía elección.

      Priss notó de pronto que tenía el pelo suelto y enmarañado alrededor de los hombros. ¿Qué había sido de su goma?

      –¿Que no tenías elección? –lo miró con indignación y, sintiéndose más estable, le apartó las manos a golpes–. Claro que la tenías.

      –No, no la tenía –dijo alguien tras ella.

      Priss se giró y estuvo a punto de caerse otra vez. A menos de un metro de ella había un hombre muy corpulento. Pero no fue su tamaño lo que le asustó. A fin de cuentas, estaba acostumbrada a Trace. Aquel era un poco más alto, pero no más imponente. Fue su forma de cernerse sobre ella lo que la alarmó. Tenía poco más de treinta años, el cabello castaño muy corto y ojos de un azul eléctrico.

      Parecía peligroso. Igual que Trace.

      Sintió un nudo en la garganta y retrocedió hasta chocar con Trace. Él la rodeó con sus brazos tranquilamente y juntó las manos sobre su vientre.

      –Priss, este es mi buen amigo Dare.

      Dare inclinó la cabeza.

      –Trace no desvelaría nunca mi posición, como yo no desvelaría la suya. Usted es una desconocida, señorita, y por aquí no nos gusta correr riesgos.

      ¿Por aquí? ¿A qué se refería, a su situación exacta o a su oficio?

      Dare no parecía hostil, pero sí un poco enfadado. Aun así, Priss no se asustó: Trace la estaba rodeando con sus brazos.

      –Trace me conoce bastante bien. Me ha visto prácticamente desnuda.

      Dare miró a Trace. Ella le oyó suspirar y sintió que se encogía de hombros.

      –Órdenes de Murray.

      Su amigo asintió, comprensivo.

      ¡Comprensivo! ¿Cómo demonios podía entender eso, el muy capullo?

      –Y también me hizo una fotografía medio desnuda –Priss frunció el ceño, furiosa–. Con su estúpido móvil. ¡Y todavía la tiene!

      Dare levantó la ceja derecha, pero no dijo nada. Trace se puso tenso tras ella.

      –Maldita sea, Priss…

      Ella, cada vez más envalentonada, se desasió para volver a encararse con Dare.

      –Tan bien me conoce tu amiguito que me ha registrado de arriba abajo dos veces.

      Dare levantó también la otra ceja.

      –Si eso es cierto…

      –¡Lo es!

      –Estoy seguro de que Trace tenía sus motivos –miró a Trace buscando confirmación.

      –Sí, bueno, tenía algunos –gruñó él, claramente irritado.

      Al ver que Dare esbozaba una sonrisa, Priss cerró los puños y tensó el cuello.

      –¿Por qué no…?

      –¿Se puede saber qué está pasando aquí? –preguntó de pronto una voz de mujer.

      –Mierda –masculló Trace en voz baja.

      –Molly –dijo al mismo tiempo Dare en tono de advertencia.

      Al levantar la vista, Priss vio a una mujer de aspecto corriente y grandes pechos, de estatura media y cabello castaño. Miraba a los hombres con enfado y vestía camiseta rosa, vaqueros y chanclas.

      Una mujer como ella.

      Presintiendo que en ella tenía a una aliada, Priss dio dos pasos adelante, pero Trace la agarró del brazo.

      –No, nada de eso –le dijo, y Priss no pudo soltarse por más que tiró–. Cálmate, ¿quieres? –le dijo Trace casi al oído–. Estás complicando las cosas.

      La mujer torció más aún el gesto. Dare echó a andar hacia ella.

      –Vuelve adentro, Molly –dijo–. Luego te lo explico.

      ¡Y un cuerno! Priss no quiso perder aquella oportunidad y gritó:

      –¡Ayúdame, Molly! Trace me drogó para traerme aquí y Dare me ha sujetado cuando he intentado escapar –y antes de que Trace pudiera amordazarla, añadió–: ¡Y otro tipo me ha robado a mi gato!

      La mujer se quedó boquiabierta. Luego cerró la boca con firmeza y levantó la mano para hacer detenerse a Dare. Él bajó la cabeza y empezó a refunfuñar. Molly miró a su alrededor y luego señaló a su derecha:

      –Chris tiene a tu gato. Es un buen chico, no te preocupes por eso.

      Priss miró y, efectivamente, vio a un hombre sentado en la hierba, a la sombra de un gran árbol, no muy lejos de la camioneta de Trace. Tenía a Liger en su regazo. A su lado, tumbados sobre la hierba, había dos hermosos labradores meneando la cola. Liger se dejaba agasajar por el hombre y los perros como un rey ante su corte.

      –Esas son mis chicas –dijo Dare–. Tai y Sargie. Son muy cariñosas, así que no te preocupes por el gato, si es que a ese monstruo se le puede llamar gato.

      –No es un monstruo –repuso ella con vehemencia–. Liger es un gato muy tierno.

      –¿Tiene uñas?

      –Desde luego que sí, pero solo araña cuando es necesario.

      Trace seguía sujetándola. Chris parecía un vagabundo que acabara de despertarse. Llevaba una camiseta andrajosa, iba descalzo y sus pantalones cortos dejaban ver sus piernas peludas.

      Priss comprendió que debía dominarse.

      –Supongo que Chris es quien va a ocuparse de Liger.

      –Chris se ocupa de casi todo por aquí –contestó Dare.

      –Se le dan bien los animales, Priss –Trace acarició con los pulgares sus brazos y Priss estuvo a punto de estremecerse–. No hay por qué ponerse histérica.

      Priss volvió a enfurecerse al oírle. Le lanzó una mirada fulminante.

      –¿Histérica?

      Antes de que pudiera decir nada más, Molly apareció a su lado.

      –Hola, soy Molly. Creo que he oído a Trace llamarte Priss.

      Priss la miró.

      –Sí.

      Molly se limitó a sonreír.

      –¿Por qué no entras conmigo y bebes algo?

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