Nuestros enojos. Claudio Rizzo
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Nuestros enojos - Claudio Rizzo страница 4
Tal sobrecarga, en lugar de contribuir a la resolución del problema, a menudo se convierte en un problema más.
Desde el punto de vista químico, ante la presencia de un obstáculo vivido como amenaza, el organismo segrega adrenalina y noradrenalina, los neurotransmisores que posibilitan los comportamientos de alerta y actividad, de confrontación y lucha. No sucede así cuando nuestros enojos se encausan en Dios a través de la Preciosa Sangre de Cristo.
En épocas primitivas de la humanidad, cuando la amenaza a la integridad territorial se dirimía en una confrontación física, en una lucha cuerpo a cuerpo, esta respuesta adrenérgica era, sin duda, la más adecuada, porque en tales casos se imponía incrementar la fuerza física para encarar la batalla. Todos conocemos, ya sea por experiencia personal o por los innumerables ejemplos de personas que así lo testimonian, cómo en una situación de ira se dispone de una fuerza mucho mayor de la habitual.
El desajuste se produce cuando seguimos utilizando una respuesta biológica de ira generada en situaciones antiguas para resolver situaciones actuales que no requieren tanta respuesta adrenalínica.
El enojo es útil para aumentar la fuerza física pero no es útil para aumentar la capacidad de coordinación necesaria para resolver un problema. Imaginemos a un cirujano que encuentra obstáculos durante una operación, se enoja y mantiene ese estado. Su ira entorpecerá, sin duda, su capacidad para resolver los problemas a que deberá enfrentarse durante la intervención quirúrgica. Lo mismo si le sucede a un sacerdote en pleno ministerio de la reconciliación… En ambos casos, podríamos llegar a pensar que el enojo da eficacia… Un conocido periodista deportivo, cuando retransmitía los partidos de Gabriela Sabatini, repetía frecuentemente: “Me gustaría verla a Gaby más enojada. Así jugaría mejor”. El, como representante de esta creencia, suponía que, enojándose con la rival, Gabriela ganaría en eficacia. Y en realidad se trata de lo contrario… La coordinación y la precisión necesarias para un buen desempeño en cualquier tarea compleja encuentran su mejor caldo de cultivo en la relajación y la calma…
Encontramos en San Atanasio aquello que escribe sobre San Antonio, lleno de admiración: “En el ascetismo de Antonio había una cosa grande, y es que, como ya he dicho, poseía el carisma del discernimiento de espíritus y diagnosticaba sus impulsos; no ignoraba el objetivo ni la tendencia de cada uno de ellos. Y no solamente no se convertía en juguete suyo, sino que enseñaba cómo rechazar sus ataques a aquellos a quienes acosaban, explicando las debilidades y engaños de los instigadores”.
Al oír algunos ruidos interiores tales como aquellos que sustentan el enojo bajo el nombre de celosía, rivalidad, reputación, fama, y otros… resultará más fácil acceder, a nivel consciente, y tomar la decisión de desdramatizar desde la humildad en presencia de Dios todo aquello que aún hoy nos mantiene enojados.
Los instigadores (que menciona San Antonio) pueden estar dentro o fuera de nosotros. Limitemos un poco a qué voces permitimos ingresar a nuestro ser.
Nos preguntamos, nos respondemos:
¿Se puede escuchar sin oír? (mundo exterior).
¿Podemos escucharnos sin oírnos? (mundo interior).
Subraya la respuesta posible con la que te identificas y al lado el nombre de la/s persona/as con las que relacionas los calificativos respecto de tu enojo:- ¿Son voces extrañas?- ¿Son voces perturbadoras?- ¿Son voces cizañeras?- ¿Son voces acusativas?- ¿Son voces peyorativas?- ¿Son voces calumniadoras?- ¿Son voces esclavizantes?- ¿Son voces litigiosas?- ¿Son voces demandantes?- ¿Son voces inculpatorias?- ¿Son voces emocionalmente desestabilizantes?- ¿Son voces maliciosas?- ¿Son voces codiciosas?- ¿Son voces abandónicas?
“Ustedes saldrán gozosamente
y serán conducidos en paz”.
Isaías 55, 12
3ª Predicación:
“Nuestros enojos: conflictos enigmáticos (3)
“El enojo y el inconsciente” (1)
“No te juntes con un hombre irascible
ni vayas con un hombre iracundo,
no sea que aprendas sus costumbres
y te pongas una trampa a ti mismo”.
Proverbios 22, 24-25
El mundo circundante contribuye notablemente a que uno sea lo que es. Así es que a través de los años se genera una trama historial en el escenario de la vida.
Los irascibles son los propensos al enojo continuo.
Los iracundos son aquellos que viven enojados, es decir, presionados por las tensiones inconscientes, en muchos casos, que tienen un alcance que en no pocas veces, desemboca en depresión.
A menudo, ocurre que mucha gente no puede desconectarse del sueño y pasan por momentos muy angustiosos. De ahí surge la necesidad de nuestra conversión integral capaz de ofrecer a Dios nuestro inconsciente. Surge una pregunta: ¿Por qué si tengo una clara distinción consciente entre el bien y el mal me permito hacer en sueños lo que no haría despierto?
Allí se asoma la necesidad de conversión de nuestro inconsciente. Lo mismo es aplicable en relación al “yo imaginario” y al “yo real”. Esto es: ¿Por qué permito imaginar lo que en la realidad no me permitiría?
Si nos lanzamos al camino de la santidad, del completamiento en Jesucristo, de conversión integral, no nos vamos a encontrar con esta dicotomía entre lo imaginario y lo real, sino que vamos a vivir una vida más unificada, transfigurada incluso. Quiero decir, aquello que frente a Dios lo reprimíamos ahora está liberado porque confiamos en Su Poder Sanador, liberador, encauzador de mociones, tensiones y presiones del psiquismo. Así las partes más inexploradas y profundas de nuestro aparato psíquico, en cuanto inconsciente, experimentará una conversión. ¡Y cuánto alivio otorga el Espíritu a los que se disponen a hacerlo! Claro que se requiere humildad, una actitud para los espirituales, para aquellos que no nos sentimos poderosos, sino que nos apoyamos en el Único Poder Absoluto que es nuestro Gran Dios y Salvador Cristo Jesús, como lo denomina sabiamente San Pablo en Rom 9, 5 y Tit 1, 4.
¿Cómo lograr la conversión del inconsciente?
Hay dos factores a tener en cuenta: 1) el Poder de Dios y 2) propiciar que alcancemos un adecuado nivel de salud mental. Este último se logra aprendiendo a simplificar la vida, lo cual conduce al Santo abandono en la Providencia de Dios y al “Sólo Dios basta” de Santa Teresa de Jesús.
No dudamos en afirmar que al inconsciente no accedemos por introspección directa sino a través de actos fallidos, de sueños, de ocurrencias, de test proyectivos. El inconsciente acumula represiones. Y no es atípico hasta entrar en un cierto nivel de desarrollo de nuestra espiritualidad (o sea, de comunión con Dios) toparnos con una escisión dentro del creyente. En este, como en tantos sentidos, la formación es entitativamente liberadora. Podemos oír, pero no escuchar… A medida que vamos perpetrando la formación se van produciendo cambios en nuestras vidas, ¿no es así? “Abre tu corazón a la instrucción y tus oídos a las palabras de la ciencia” (Prov