Amigo o marido. Kim Lawrence
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Capítulo 4
ES LA CLASE de afirmación de la que acabarás arrepintiéndote –repuso Rafe, y palpó la firmeza del labio inferior de Tess con la yema del pulgar.
Era una tontería permanecer de brazos cruzados mientras Rafe se tomaba libertades con ella, pero por alguna razón que desconocía, Tess era incapaz de moverse. Era consciente del ansia que crecía en su seno.
–Piensa en lo tonta que te sentirás, encanto, cuando te lo recuerde la próxima vez que estemos juntos en la cama.
Broma o no, la arrogancia de Rafe la dejó sin aliento. También provocó otras reacciones. Sus senos se apretaron contra la fina tela de la camiseta y varias imágenes de cuerpos sudorosos y entrelazados se agolparon en su mente.
Aunque Rafe no estuviera acostumbrado al rechazo, no era justo que la utilizara para curar su ego herido. Enojada, arrancó la mirada de aquellos ojos cálidos e hipnóticos, pero se quedó embelesada con la mano que exploraba la cara interna de su labio inferior. Nunca se había percatado de lo elegantes y hermosas que eran las manos de Rafe, de lo largos y fuertes que eran sus dedos. Sorprendentemente, al tiempo que su furia se evaporaba, Tess sintió el impulso irresistible de lamer… Un pequeño gemido escapó de sus labios entreabiertos. «¡Ya basta, Tess!».
Tess apartó la cabeza para romper el contacto con la mano de Rafe. Él le acarició el cuello antes de retirar la mano por completo. Tess exhaló un suspiro de alivio.
–¿Porque te han rechazado sientes la necesidad de demostrar que todavía tienes lo que hay que tener? –lo hostigó con voz ronca.
–¿Y lo tengo?
Tess no podía pensar en una sola respuesta sincera que no la incriminara.
El sonido de unas voces distantes se hizo inteligible.
–Toma las llaves. No volveré a conducir tu adorado coche. No es culpa mía que la calle sea tan estrecha. ¡Tía Tess!
Tess luchó contra la niebla de la atracción sexual. Era como nadar contra la marea. De repente, advirtió que Rafe debía de llevar un buen rato agarrándola por la muñeca, porque la dejó con cuidado tras las espalda de Tess antes de colocarse junto a ella.
¡Chloe! ¿Cómo diablos podía haberse olvidado de ella? Tess arrancó los ojos del rostro burlón de Rafe y se volvió para afrontar las consecuencias y a su sobrina. La incredulidad y la estupefacción se debatían en el hermoso rostro juvenil de Chloe mientras miraba alternativamente a Rafe y a su tía. No pareció agradarle lo que veía o pensaba, porque sus labios temblaban.
Y, desde luego, estaban más llenos que la última vez que Tess los había visto. Aquel fugaz pensamiento fue reemplazado por cuestiones más apremiantes. ¿Habría visto y comprendido Chloe lo que ocurría? «Que me lo explique», pensó Tess, pero enseguida desechó la caprichosa ocurrencia.
–¿Es ese tu coche? –el rostro sorprendentemente travieso del acompañante de Chloe lucía una mueca de pesar.
Rafe alzó la vista de las llaves que el hombre se estaba metiendo en el bolsillo y miró a Chloe.
–¿Es muy grave? –preguntó con estoicismo.
–¡Qué va! Solo un rasguño –protestó Chloe, restando importancia al asunto.
Fuese lo que fuese lo que Chloe había visto o comprendido de la escena que había interrumpido, la había irritado. Quizá estuviera enamorada del hombre apuesto que estaba a su lado, quien, como Tess advirtió con preocupación, era mucho más maduro de lo que aparentaba en la pantalla, pero no había llegado al momento de su vida en el que podía reírse de su enamoramiento de adolescente con Rafe.
Tess tuvo que reprimir una carcajada, que sin duda era histeria, porque la situación no tenía gracia, y plantarse una rígida sonrisa de bienvenida en los labios.
–Chloe, cuánto me alegro de verte –la hipocresía de aquella mentira chirrió en sus oídos–. Y tú debes de ser Ian.
La sonrisa que el hombre maduro le devolvió era cálida y abierta. Tess creía que sentiría un rechazo automático hacia él, pero no fue así, y eso resultaba desconcertante. Claro que Rafe tenía parte de culpa del desconcierto de Tess. La fragancia que emanaba de su cuerpo le hacía cosquillas en la nariz. Era tan… tan viril.
–Ben, mira quién ha venido. Mamá –Tess no vio la expresión perpleja de Rafe cuando hizo las presentaciones.
A Ben no parecieron impresionarle mucho los «cariño», «pequeño Benjy» y «¿no es un cielo?», y mucho menos los besos ardientes que le plantaron en sus regordetas mejillas. Tess temía lo que pudiera hacer en cualquier momento… en lo referente a la diplomacia, los niños pequeños eran únicos. Ben podía tener limitaciones verbales, pero tenía maneras muy eficaces de expresar su desagrado.
Chloe sonrió a Ben con expectación, pero él no parecía muy feliz. Tess empezó a hablar por los codos. Era consciente de ello, pero no podía evitarlo.
–Se alegró tanto cuando le dije que ibais a venir que anoche no podía dormir. Para colmo, se despertó muy pronto esta mañana. Está agotado, pero no quiere reconocerlo. Ya sabes cómo son los niños –«ese es el problema, tonta», se dijo. «Chloe no tiene ni idea de cómo son los niños y, mucho menos, este niño»–. Siempre se pone un poco irritable si trastornan sus horarios.
–¿Me estás llamando un trastorno? –preguntó Rafe en tono burlón.
Ya que lo mencionaba, sí. Aunque a Tess no le molestaba la interrupción, sin la cual, podría haber seguido balbuciendo hasta la semana siguiente.
–Me ha llamado cosas peores –confió Rafe a los presentes.
–Nos preguntábamos de quién sería el coche que estaba fuera.
Si la mirada escrutadora de Chloe había perdido un solo detalle del hombre espectacular que estaba ante ella la primera vez que lo había mirado de arriba abajo, sin duda, subsanó el fallo durante aquel segundo escrutinio.
Tess se sorprendió sintiéndose incómoda por Ian. Una rápida mirada reveló que no estaba mirando a Chloe, sino a Tess. Ella le devolvió una sonrisa vacilante, aliviada porque estuviera tomándose tan bien la admiración que sentía su prometida hacia un hombre mucho más joven.
–Tienes un aspecto estupendo –prosiguió Chloe. A Tess la observación le pareció un poco innecesaria después de tanto babeo–. ¿Qué te trae por aquí?
–Siempre he sido un excéntrico –Chloe no captó la ironía; claro que Rafe no había esperado que lo hiciera–. Soy de aquí, Chloe.
–Ah, imagino que has venido a ver a tu abuelo –Chloe parecía más feliz tras haber encontrado una explicación razonable de la presencia de Rafe en la casa de su tía–. No habrá muerto, ¿verdad? –inquirió, con tardía preocupación–. Qué tonta, por supuesto que no. Es famoso, ¿no? Habría salido en los periódicos.
Rafe hizo un esfuerzo sobrehumano por mantenerse serio.
–Es cierto que he venido a ver a mi abuelo –corroboró–. Llegué anoche, solo que todavía no he puesto el pie en casa –le dio a Tess unas palmaditas en la espalda cuando esta empezó a