Fantasmas del pasado. Marion Lennox

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Fantasmas del pasado - Marion Lennox Bianca

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qué habría aceptado el trabajo? Jock imaginaba que habría alguna razón para que ella interrumpiera su carrera como anestesista y se pusiera a trabajar como interina. Es más, le molestaba no poder adivinar qué era.

      No podía preguntarle. Jock recordó el día en que Struan la presentó en la sala de empleados.

      Tina se había mostrado alegre y cariñosa con todo el mundo, y, a primera vista, Jock pareció también contento de conocerla. Desde luego que era bonita. Era delgada y a la vez con curvas, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro y un pelo de color rojizo cuyos rizos le caían por los hombros. Tenía un caminar suave y ágil y enseguida causó buena impresión.

      Pero cuando Struan cruzó la sala para presentársela a Jock, el rostro de Tina se quedó helado. Sus preciosos ojos verdes de repente se ensombrecieron con un gesto de preocupación.

      La mirada aquella sorprendió a Jock. Él no estaba acostumbrado a que las mujeres reaccionaran de aquella manera. Durante aquellas dos semanas, se había intentado convencer de que eran imaginaciones suyas, pero no se equivocaba. A aquella mujer, por algún extraño motivo, él le disgustaba, y el disgusto bordeaba el desprecio.

      Jock había hablado de ello con Struan. Le comentó que tal vez la muchacha tuviera problemas que ellos desconocían, Pero no le hicieron caso. Struan, Wayne Macky y otro médico antiguo del hospital la conocían desde jovencita y confiaban en ella, a pesar de Jock.

      –Incluso podemos convencerla de que siga trabajando aquí con contrato fijo –había dicho Struan, antes de marcharse–. Sus antecedentes son limpios y podíamos contratarla como anestesista. Sólo tiene que hacer el examen y…

      –Esa es otra cosa que no entiendo –le había dicho Jock–. ¿Por qué demonios interrumpe sus estudios para trabajar como interina?

      –Problemas de familia –le había contestado Struan, sin más explicaciones–. Pero intenta convencerla para que se quede. Ya sabes que Gina y Lloyd tienen mucho trabajo y necesitaríamos otro anestesista.

      Jock sólo pudo asentir. Se le ocurrió pensar que el director podía no renovarle el contrato. Pero el desprecio en aquellos ojos le confundía, no entendía el motivo. Y, para empeorar las cosas, en ese momento descubría que tampoco les había confesado la existencia de la niña… No les decía que era una madre soltera.

      Aunque eso sí que podía entenderlo. Wayne, como presidente de la directiva del hospital no la perdonaría. A Jock no le importaba que tuviera una hija sin estar casada, decidió mientras iba por el pasillo. Pero si tenía pensado que se la cuidaran ellos…

      La boca de Jock se hizo una línea apretada. Abrió las puertas de cristal de la sala y fue a su encuentro. Escogió el peor momento. Tina estaba siendo besada apasionadamente. Jock se detuvo y miró asombrado… luego observó.

      ¿A quién diablos besaba? No podía verlo. Tina era delgada y baja. Su falda y su blusa estaban cubiertas por la bata blanca y se apretaba contra un cuerpo masculino. Lo único que Jock alcanzaba a ver eran las piernas delgadas y el cabello revuelto cayéndole por los hombros. El resto estaba tapado por el hombre.

      ¿Y el hombre? Parecía un campesino. Era grande, fuerte e iba mal vestido. Parecía llegar directamente de cuidar vacas. Besaba a la muchacha con pasión y ella parecía responder con el mismo entusiasmo. Jock sintió en su mismo cuerpo la pasión entre hombre y mujer.

      Afortunadamente la rabia lo salvó. ¡Justo a tiempo!

      –¿Qué diablos pasa aquí?

      La pareja se apartó de mala gana. Aunque no demostraron vergüenza o culpabilidad. El hombre se volvió y Tina le sonrió. Sus ojos verdes estaban vivos de placer y malicia.

      –Harry Daniel, esto no está bien. Te dije un beso de amigo.

      –Me he aprovechado –contestó Harry tranquilamente, soltando una carcajada y mirando al doctor.

      –¡Se lo diré a Mary! –replicó la muchacha.

      –Hazlo si quieres. Tú serás nuestra madrina de boda y ella nunca te creerá. Además… –Harry miró con placer a Tina–. Desde el mes que viene intentaré ser fiel a mi preciosa Mary. Ésta es mi última oportunidad de divertirme.

      –¿Es eso lo que soy? ¿Una diversión?

      El campesino se quedó pensativo y sonrió.

      –Bueno, diver… Yo diría que…

      Jock preferiría no haber estado allí. Miró a Harry Daniel. Lo conocía. Era un campesino de la localidad que estaba comprometido con Mary Stevenson, la maestra.

      –¿Pero qué… ?

      Por fin lo miraron y Harry hizo una mueca. Tina no se inmutó. Tan pronto como vio a Jock la sonrisa de sus labios se apagó. Se apartó de Harry y se dirigió hacia la bandeja que estaba preparando.

      –Ya está, Harry. Vuelve el viernes y te quitaré los puntos. La cicatriz se curará pronto y estarás guapo para la boda.

      Jock volvió a mirar a Harry y notó por primera vez la cicatriz en la mano del campesino.

      –¿Qué te ha pasado?

      –Tuve una pelea con una máquina, doctor. Me ganó ella. Nunca se puede ganar a esas máquinas infernales.

      –¿Y la doctora Rafter le besó para curarlo? –preguntó, con un matiz de desaprobación.

      Harry no pareció darse por aludido.

      –Le dije que lloraría si no lo hacía. Que me diera ánimos para aguantar los puntos, ya sabe. Me dijo que me daría un beso al final si no gritaba y no lo hice. Nuestra Tina es la mejor. Espero que siga contando con ella cuando acabe su contrato, doctor. Ella querría que no terminara nunca.

      El hombre hizo un gesto cariñoso a Tina con la mano herida y se marchó.

      Hubo un silencio.

      Detrás de la mesa, Bárbara, la enfermera jefe, miró con curiosidad a Jock y luego a Tina. Había estado viendo el beso de Harry y Tina y al parecer le había gustado mucho, pero en ese momento pensó que no debería quedarse. Era inteligente. Así que se fue hacia el área de recepción, aunque teniendo cuidado de mantenerse cerca para escuchar.

      Tina estaba ordenando las bandejas, pero en ese momento vio lo que Jock sostenía en brazos.

      La puerta se cerró detrás de Harry y Tina dejó un vaso en la bandeja y dio un paso hacia Jock.

      –Rose –dijo con suavidad, extendiendo los brazos al bebé–. ¿Ha pasado algo?

      La cara de Jock tenía una expresión fría y ella no tuvo la valentía de dar otro paso. Tuvo miedo y recordó a Ellen, que le había asegurado que no habría ningún problema. Pero Tina conocía al canalla de Jock Blaxton. ¡Era un maldito canalla! Un hombre que había hecho mucho daño y allí estaba tan tranquilo, juzgándola. Bien, sólo había un modo de manejar la situación y Tina no iba a quedarse allí a esperar una bronca del doctor Blaxton. ¡De ninguna manera! Ella le había dicho a Ellen que no daría resultado y tenía razón. Así que se iría en ese momento. Recogería todo y se marcharía.

      –¿Le importa

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