Fantasmas del pasado. Marion Lennox
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Los ojos de Tina se cerraron momentáneamente. Luego los abrió despacio.
–Pero… le hice estar toda la noche trabajando. Tenía una mujer de parto y el resto de los pacientes. Tiene que estar agotado…
–He sobrevivido.
–Le he hecho daño.
–Lo merecía.
–No, no lo merecía –admitió sinceramente Tina–. No tenía derecho a llevarme a Rose al hospital. Ellen fue quién me dijo que podía hacerlo. Pero…
–Y yo tenía que haber sabido toda la historia antes de hablarle.
–¡Perdóneme!
La pequeña Ally, que había estado mirando a uno y a otro con visible impaciente tiró de la mano de su tía.
–Tía Tina, ¿te has hecho amiga del doctor Blaxton?
–No lo sé –dijo Tina, con una sonrisa débil–. Lo estoy pensando.
–Yo creía que el doctor Blaxton era…
–No digas nada, Ally. Creo que me he equivocado con el doctor.
–¿Eso quiere decir que podemos dar una vuelta en su coche?
Tina abrió la boca y luego la cerró. De repente, una sonrisa iluminó su rostro. La sonrisa que Jock había visto ofrecer a todos menos a él. La sonrisa que hechizó a Jock desde el primer momento y que hizo más doloroso su desprecio. Y ahora esa sonrisa era para él.
–¡Oh, Ally…! –Tina movió la cabeza y sus ojos se humedecieron–. ¡Maldita sea!
Dejó a su sobrino en el suelo y luego extendió la mano hacia Jock.
–Doctor Blaxton, no sabe lo agradable que es saber que no tengo que odiarlo –declaró.
«Lo mismo pienso yo».
Esa sonrisa estaba provocando sensaciones extrañas en el interior de Jock. Tomó la mano firme de Tina y las sensaciones se hicieron más fuertes. Esa muchacha era diferente a todas las que había conocido anteriormente. Tina no llevaba maquillaje. Sus ojos eran claros y brillantes. Sinceros. Tenía manchas de leche en la camiseta y el bebé estaba pegado a sus senos como si fueran suyos. ¡Esa era la típica escena que a él le habría hecho correr!
–¿Cómo… cómo está Rose? –consiguió decir. Y su voz sonó ronca.
–Como ve. Nos permite hacer todo, siempre que la llevemos a ella. Es muy sociable. Pero en este momento tiene sueño.
–¿Por qué… ? –su voz no le salía con firmeza–. ¿Por qué no está en el hospital con su madre? –preguntó, pensando que en los casos de depresión posparto separar a la madre del hijo empeora la situación–. No entiendo.
Había muchas cosas que no entendía. Una de ellas era por qué sus piernas le temblaban delante de aquella muchacha. Aquellos ojos… Pero el rostro de Tina volvió a ponerse triste…
–No creo… –la muchacha suspiró y la luz de sus ojos se apagó–. Puede que no entienda lo mal que estaba mi hermana cuando yo llegué –Tina acarició a la niña–. Ally, ¿por qué no vas con Tim a recoger algunos huevos? Si hacemos una tortilla al doctor Blaxton y lo tratamos bien, puede que os lleve a dar una vuelta en su coche.
–¿De verdad? –preguntaron ambos niños a la vez, mirando fijamente a Jock.
Jock extendió las manos y sonrió agradecido. Ese pequeño grupo era como una red de seda que lo estaba atrapando suavemente. Debería irse a casa y acostarse, pero esos ojos verdes…
–De verdad –contestó Jock–. Una vuelta en coche es muy poco pago a cambio de una tortilla.
Ally tomó a su hermano de la mano y ambos salieron corriendo hacia el gallinero.
Jock se quedó con Tina… y con el bebé.
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