La inserción de América Latina en la economía globalizada. Esteban Pérez Caldentey

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La inserción de América Latina en la economía globalizada - Esteban Pérez Caldentey

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avanzar en los cambios estructurales que catalicen el crecimiento, en el marco de la intensa liberalización del comercio y de la cuenta de capitales latinoamericana?

      Según Helpman (2004), el intercambio internacional en investigación y desarrollo es un motor del crecimiento si y solo si su difusión hacia los países extranjeros se realiza a la misma velocidad y cobertura que en el interior del país sede, si se nivelan las tasas de crecimiento de capital humano. De lo contrario hay divergencia. Además, sin intercambio de conocimiento, el país que tiene ventaja la acrecienta. Dado que 95% de las patentes se crea en los países desarrollados, si no hay transferencia del acervo de ciencia y tecnología, habrá divergencia en las tasas de crecimiento económico y en el nivel de vida.

      Para Bayoumi et al (1999), en el largo plazo el crecimiento anual de la inversión en investigación y desarrollo de 0.5% del pib en los países desarrollados produce una tasa de crecimiento de 15% en Estados Unidos, más de 25% en Canadá e Italia, 17% en todos los países desarrollados y 10% en países en desarrollo y concluyen que, por las diferencias de inversión en investigación y desarrollo en los países desarrollados, el comercio amplía la divergencia en producto per cápita entre el Sur y el Norte.

      De todos los capítulos resulta evidente que es importante qué bienes se exportan (no es lo mismo exportar microchips que potato chips), pero ¿cómo ascender a los microchips a partir de exportar papas? No es fácil responder esta pregunta a cabalidad. Lo señala Pérez Caldentey, la región contribuye notablemente a la expansión comercial, principalmente, con materias primas con poco potencial de requerir saltos tecnológicos. Las ventas de manufacturas basadas en recursos naturales tienen los mismos problemas que estos recursos: baja elasticidad en precio e ingreso de la demanda y gran capacidad de expandir la oferta desde países con bajos costos laborales. Además, son productos básicos en la canasta de consumo de la población, de ahí que sus términos de intercambio tiendan a bajar también.

      El incremento de los flujos comerciales no se ha traducido en cambios favorables y palpables para América Latina en términos de aceleración del crecimiento, mejoras en la productividad laboral total o avance científico y tecnológico, al aumentar las inversiones productivas. En efecto, un hecho preocupante es el bajo crecimiento de la productividad, la cual solo se revierte con avances en la esfera tecnológica, tanto de forma intrasectorial como intersectorial, y por cambios en la ubicación de factores desde los sectores de baja productividad y poca capacidad de estimular el cambio tecnológico hacia las manufacturas dinámicas. Por ejemplo, a nivel intersectorial es indispensable avanzar desde actividades de bajo contenido tecnológico hacia las de alto contenido tecnológico, tal como lo han hecho países que hoy son referencia de gran dinamismo, como China y Corea. Los incrementos en productividad deben abarcar las actividades de mayor peso en el pib y el empleo totales, en los cuales ha de crecer también el producto total para no reducir el empleo total y sectorial ni comprimir la demanda interna.

      ¿Cómo incrementar la productividad a mayor ritmo? Se preguntan todos los autores a partir de la premisa de que, en principio, la inversión extranjera directa (ied) puede jugar un papel importante en crear empleos, traer tecnología y know how y contribuir en los avances de capacidades internas. En América Latina los flujos de ied han crecido, pero los principales receptores son los servicios y las materias primas y su impacto en la productividad leve, si bien las compañías extranjeras invierten más en innovación que las domésticas, con el resultado de que la razón gasto en investigación y desarrollo al pib en América Latina, salvo Brasil, continúa más baja de lo esperado dado su nivel de desarrollo. El gasto en innovación está menos centrado en investigación y desarrollo (i+d) y más en la adquisición de nueva tecnología a través de compra de licencias y de bienes de capital. Del capítulo de Eva Paus emerge la inquietud, que de una u otra forma se plantean todos los trabajos: ¿Por qué razón las transnacionales prefieren invertir en i+d en países desarrollados más que en América Latina? La repuesta señala las deficiencias en educación e infraestructura, la baja capacidad de innovación de las empresas nacionales y el poco desarrollo institucional. Son respuestas cercanas a las propuestas de las instituciones multilaterales en el marco del Consenso de Washington y que señalan la causalidad circular que sugiere Helpman (2004), en la cual los países con mayor capacidad de innovación y desarrollo institucional y los que más invierten en ciencia y tecnología son los más adelantados e industrializados, atraen más las inversiones externas y crecen, de lo cual concluye que el catch-up tecnológico es difícil de lograr, tal como la convergencia económica, ya que el punto de partida importa (Helpman, 2004: capítulos 3, 4 y 5).

      En la escena económica regional han aparecido nuevos actores a los cuales es necesario seguir y evaluar minuciosamente en términos de sus aportaciones al crecimiento y al cambio estructural de los países de origen y destino de los capitales. Nos referimos a las empresas multilatinas, las que, gracias a su crecimiento en el mercado nacional —muchas veces al amparo de los mecanismos estimulantes de la sustitución de importaciones o al de los monopolios creados en la privatización— hoy irrumpen en los externos y que en la literatura especializada se suelen mostrar como símbolos del empeño y capacidad empresarial, del carácter emprendedor de estos grandes propietarios, en muchos de los cuales es difícil encontrar al empresario innovador de Schumpeter. Las multilatinas, nos dice Eva Paus, entre 1999 y 2012, incrementaron su presencia entre las principales empresas de América Latina: de 40 a 57 entre las cien primeras y de cinco al once entre las veinte primeras. Es de suponer que algunas de estas son responsables de las exportaciones y han aprovechado o ejercen bricolaje financiero. ¿Cómo conciliar el avance de las empresas multinacionales latinas y el escaso crecimiento de las inversiones, la productividad o de la infraestructura en los países de origen de su capital? Por ejemplo, en telecomunicaciones en México, Carlos Slim y su gran presencia en varios países latinoamericanos e inclusive en los Estados Unidos, o el alto costo del cemento en el mercado mexicano a pesar de contar Cemex con inversiones en varios países. Por ello, y por la evidencia de los trabajos de Pérez Caldentey y del suyo, justamente demanda Eva Paus que se investiguen dos puntos: 1) Si un objetivo nacional es ampliar las capacidades tecnológicas del país, ¿el apoyo financiero nacional para la internacionalización de las empresas del país es dinero bien gastado?, y 2) ¿en qué medida han aprovechado plenamente las multilatinas el potencial de los vínculos locales y han transmitido sus capacidades a las pequeñas y medianas empresas (pymes)?

      Como señala Pérez Caldentey, el buen récord registrado en las economías de Latinoamérica, en la primera década del siglo xxi, responde a un proceso de reestructuración y relocalización de la producción de las economías más desarrolladas, y en particular de los Estados Unidos, y de una transformación de las finanzas a nivel global reflejadas en una mayor integración entre las esferas de actividad real y financiera. Sin embargo, en 2012 el crecimiento de los países en desarrollo, incluidos China e India y demás brics, decayó y esto señala la fragilidad de la expansión del Sur y los riesgos al afirmar que se consolida una nueva geografía del poder económico mundial. Tal vez la reconversión del Sur no sea realmente eso. Los países con relativa poca población y abundancia de recursos, Brasil, Sudáfrica y Rusia, siguen con el modelo de ventajas comparativas estáticas, efecto buscado con las reformas estructurales y la liberalización de las cuentas comercial y de capitales, mientras que China e India, abundantes en población y escasos recursos siguen su modelo de industrialización iniciada décadas antes de ingresar a la Organización Mundial del Comercio (omc), y combinan los principios del Consenso de Washington (cw) con soporte a sus industrias, al mercado nacional con presencia activa y fuerte de las inversiones públicas en la producción y el intercambio, para no hablar de la financiación. Es un complejo y sofisticado collage macroeconómico y de economía política. Puede ser que ni China ni India ofrezcan alternativas aplicables en los países de América Latina. Ninguno busca acabar con el orden mundial. Su interés es aprovechar los resquicios, las ranuras de poder que se abren y llenar los vacíos. Su comercio es más Sur-Norte que el intercambio entre Latinoamérica y Estados Unidos.

      A pesar de las similitudes entre los trabajos que integran este texto, todos los capítulos presentan matices que contribuyen

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