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–¿De dónde te sacas eso?
–No intentes distraerme, que no te va a servir.
–No es importante.
–Entonces, no te importaría que bajase y la invitara a cenar, ¿no?
No había modo de explicar la ira posesiva que lo sepultó.
–Está fuera de tu alcance, Gray.
–Ya. Me lo imaginaba. A ver si lo adivino. ¿Piper?
Podía mentir, pero no le serviría de nada.
–Sí.
–¿Es ella la culpable de la mezcla de ira, irritación y abandono que tienes en la cara?
Demonios… Estaba convencido de llevar puesta la máscara, pero al parecer, se equivocaba. O igual Gray lo conocía tan bien que podía ver más allá.
–Acertaste.
–Imagino que eso significa que vuestro encuentro no ha ido bien.
–Digamos que terminó con ella cabreada y saliendo como un huracán de la habitación.
–¿Pero qué le has dicho, hombre?
–Nada que no fuera absolutamente necesario.
Gray movió la cabeza.
–¿Alguna vez te he dicho que eres un idiota?
–Últimamente, no.
–Pues lo eres.
–Ya no importa. Mi plan era dejarla en paz, pero ahora eso ya no es una opción.
–¿Por qué?
–Porque es demasiado terca para darse cuenta de que se está poniendo en peligro.
–Eres consciente de que no es tu responsabilidad, ¿verdad? No tienes por qué pelearte con cada dragón que aparezca en su vida, tío. Es demasiado guapa para estar sola, así que deja que sea quien ocupe su cama el que se preocupe del problema.
Stone se sorprendió tanto como Gray al encontrarse agarrando a su amigo por las solapas.
–No vuelvas a hacer comentarios de ese tipo sobre ella.
Gray alzó las manos en señal de rendición.
–Mensaje recibido, tío.
Dios bendito, ¿qué narices le pasaba? No había vuelto a estar tan irascible desde el primer año de cárcel. Después, había aprendido a controlar sus respuestas y acciones pero, imaginarse a Piper en la cama con otro…
El cerebro se le había cortocircuitado porque quería ser él quien durmiera a su lado, y eso no podía ser. No lo merecía.
–Perdona –se disculpó.
–Ha sido culpa mía. Además, lo he hecho a propósito.
–¿Porque eres imbécil?
–Porque soy tu amigo y estoy preocupado por ti. Pero ¿por qué no dejamos la conversación trascendental para otro momento y nos centramos en lo que ha cambiado a tu chica?
–No es mi chica.
–Claro, claro.
Stone suspiró.
–Al parecer los medios también han venido persiguiéndola a ella.
–No me sorprende.
–¿Ah, no? Pues yo no me lo esperaba. Cuando pasó la dejaron en paz.
–Están intentando encontrar algo nuevo, Stone. Pero tú sabes cómo detenerlo.
–No pienso hacerlo, tío.
Gray se encogió de hombros.
–Sí, ya lo sé, pero no sería tu amigo si no te lo dijera. Una vez más.
–Bueno, ¿qué quieres que haga? –se ofreció Gray.
–¿Quién dice que quiero que hagas algo?
–Porque te conozco, colega, y no sabes dejar pasar las cosas. Es una de tus mejores cualidades y tu mayor defecto.
Stone se sonrió. Su amigo tenía razón.
–Quiero saber más de la periodista que ha escrito a Piper. No me gusta que esté tan expuesta. No se preocupa de protegerse.
Gray miró hacia abajo, pero a Stone no le hacía falta seguir la dirección de su mirada para saber que buscaba a Piper.
–No sé, tío. A mí me parece que es muy capaz de cuidarse sola.
Quizás, pero la costumbre era difícil de erradicar.
–Información, eso es todo. Tú, mejor que la mayoría, sabes lo valiosa que puede ser.
Gray asintió con un sonido sin palabras.
–Y ahora ya tienes un objetivo, que por lo que veo te atrae más que meterse en las oficinas ejecutivas de Anderson Steel.
El problema con tener amigos que lo sabían todo de uno era que no dudaban en usar esa información en el momento más inoportuno.
–Podría ser.
–Nada de podría, señor consejero. ¿O señor director general? ¿Cuál de los muchos títulos que has amasado entre rejas estás pensando utilizar?
A Gray le gustaba pincharle con aquello cada vez que podía.
–Mira, tío, que me tengas envidia porque soy más listo que tú no te da derecho a picarte tanto.
–Pues yo diría que sí. Los dos sabemos que eres como un hámster sin rueda cuando no tienes un proyecto entre manos. Te vuelves triste y peligroso. Yo solo estoy diciendo que necesitas algo en lo que concentrarte, al menos por ahora. Y estás de suerte. Yo tampoco tengo en qué ocuparme estos días, y me vendría bien una distracción. Así que tienes un equipo de dos.
–Ay, dios…
A pesar de su exclamación, Stone se alegraba de contar con su ayuda. Iba a proteger a Piper, tanto si ella quería como si no.
Piper metió la llave en la cerradura y abrió. Estaba deseando quitarse los tacones y aquel condenado sujetador que se le clavaba en las costillas. Dejarse caer en la cama también le sonaba a las mil maravillas.
Pero el plan se evaporó cuando entró en la cocina y se encontró con que su mejor amiga estaba esperando sentada a la mesa. Había abierto una botella de vino y tenía una copa vacía delante y