Siempre nos quedará Beirut. Laila Hotait Salas

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por lo que ambos territorios comparten una larga historia de intercambios (fueron separados por el reparto colonial europeo de la región que se firmó en el Tratado de San Remo de 1919). Una realidad que favoreció y que explicaría en parte el enorme sentimiento de solidaridad con Palestina que la mayoría de habitantes del Sur han sentido desde el comienzo del conflicto. Durante la guerra de 1948, esta zona sufrió los ataques de las fuerzas sionistas, que ocuparon siete pueblos y llevaron a cabo dos masacres de civiles en las aldeas de Salha y Hula. Desde entonces, “un miedo casi obsesivo a la expulsión y la expoliación reina entre los habitantes de Yebel Amel”.[44] El Sur siempre ha constituido una región codiciada por Israel debido a dos motivos fundamentales: por un lado, es muy rica en agua y está bañada por el río Litani (tal es la importancia de este elemento que se ha llegado a hablar del enfrentamiento entre el Líbano e Israel como “la guerra del agua”); por otro, su configuración topográfica montañosa, dominando el resto del país y parte de Siria, le confiere un gran valor estratégico militar.[45] De hecho, la delegación sionista en el Congreso de Versalles en 1919 presentó una propuesta de fronteras para el futuro Estado de Israel que integraba en éste el sur libanés.[46]

      Los ataques israelíes contra el Sur serán continuos desde 1948, a pesar del alto el fuego acordado en 1949. Las intenciones anexionistas del Estado sionista comenzaron con la ocupación de varias granjas del pueblo de Chebaa durante la guerra del 67, a pesar de que el Líbano, como nación, fue neutral. Con el desencadenamiento de la guerra civil, las injerencias israelíes aumentaron, apoyando militarmente a la extrema derecha cristiano-maronita, viendo en ello la oportunidad de incidir en la desmembración del Líbano y cumplir su objetivo de anexionarse el Sur. De hecho, en 1978 Israel ocupó 700 kilómetros con el pretexto de crear una zona tapón que preservase al norte israelí de los ataques de la guerrilla palestina. Incluso gran parte del conflicto fue gestionado por una franquicia militar libanesa de Israel, el denominado Ejército del Sur del Líbano dirigido por Saad Hadad.

      Aun así, viendo los planes que abocaban el país a una guerra, llevó a cabo una huelga de hambre de cinco días en la mezquita beirutí Al-Amaliya en contra de la guerra y la división nacional. Más tarde, ya comenzado el conflicto, en 1976 llevó a cabo una gira por diferentes gobiernos árabes en busca de solidaridad frente a las agresiones israelíes. Sus visitas a líderes internacionales continuaron hasta que en 1978 nunca volvió de la Libia de Muammar Al-Ghadaffi, donde desapareció para siempre sin que se haya sabido nunca cuál fue su destino. En fin, podríamos decir que Sadr fue en sí mismo un fenómeno de cambio total desde dos perspectivas. Primero, supuso un importante punto de inflexión la aparición de un líder para una comunidad antes infrarrepresentada como la shií. Así, también significó un giro hacia la religiosidad de una parte importante de la población shií, algo que no era excepcional en la dinámica que vivía todo el país. Este despertar shií en el Líbano tuvo una particular relevancia no sólo en el país sino en toda la región árabe, ya que los shiíes habían sido históricamente vistos como una amenaza para la hegemonía política de los sunníes desde que la comunidad musulmana se escindió en esas dos grandes ramas, consecuencia de la discrepancia y enfrentamiento por la sucesión del califato en el siglo vii.

      Últimos pasos hacia la guerra

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