La isla etaria. Virginia Guarinos

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Capítulo 10. Más allá del edadismo en el Novo Cinema Galego

       Cine frágil y matriótico en O que arde (Oliver Laxe, 2019)

       María Isabel Menéndez Menéndez

      Unas palabras preliminares. Rumbo a la isla

      El libro que ahora comienza a leer surge de una necesidad investigadora. El equipo de investigación AdMira ha dedicado en sus doce años de andadura parte de sus investigaciones a análisis de productos audiovisuales en su relación con diversos colectivos sociales desfavorecidos en una clara tendencia a la investigación-acción, intentando aportar desde las limitaciones propias todo lo posible a los elementos que se han considerado más marginados o desfavorecidamente representados en los productos audiovisuales. Mujeres, colectivo LGTBIQ+, adolescentes, inmigrantes han formado parte de nuestras publicaciones individuales y colectivas en busca del zerotipo, por una sociedad sin estereotipos, como aparece en el nombre oficial del grupo de Investigación en medios, imágenes y relatos audiovisuales para el cambio social.

      Con el paso del tiempo algunos de los que formamos parte de este equipo hemos ido creciendo, madurando y envejeciendo. Era el momento de centrarnos también en un colectivo que, desafortunadamente, constituye uno de los más maltratados en representación y existencia en los medios y tanto en ficción como no ficción, la tercera edad. El miedo al envejecimiento de la cultura contemporánea ha ejercido un doble movimiento: hacia la construcción del estereotipo tradicional del anciano/a como persona limitada y necesitada de cuidados en el final de una existencia, como carga social, a quien devolver con gratitud y cierto paternalismo los servicios prestados cuando eran útiles socialmente, viejos malhumorados, además, en clara oposición millennials vs baby boomers; y hacia el lado opuesto, los “jovenzuelos” saludables, estereotipo generado a partir de los estados del bienestar, el de la vejez como edad dorada, el del envejecimiento activo que ha recreado, a través de la ficción y la publicidad también, en los últimos años un perfil prototípico, modelo de comportamiento, que prácticamente ha creado en vez de mayores joviales, jóvenes con canas en aras de la efebocracia.

      El título de este libro no es casual. Los estudios etarios en comunicación audiovisual en España aún continúan siendo una cápsula a-isla-da y pequeña, aunque nosotros preferimos usar este término de isla más en relación al concepto de paraíso, ese lugar donde los mayores de 65 puedan verse reflejados y reflejadas, y puedan sentirse estudiados y centro de atención primordial, porque de ellos venimos y hacia ellos vamos. No se puede olvidar que La ínsula Barataria fue ese episodio que Cervantes incluyó en El Quijote para demostrar la valía de Sancho, el segundón necesario. Pues en esta isla etaria, los mayores de 65 ya no serán los personajes secundarios, los rellenos de las series familiares para resolver una trama, los temas colaterales de otros centrales en los informativos… En esta isla etaria serán los protagonistas de la acción.

      Desde la libertad ensayística también queremos jugar, poniendo en práctica algo que tantas veces hemos estudiado los miembros de AdMira, a la transmedialidad. Por eso, cada uno de los capítulos de este libro está incompleto, aunque tiene sentido en sí mismo. Y si desean rematarlo y conocer algo más de cada uno de ellos, tienen la opción de hacerlo en el programa radiofónico así titulado, La isla etaria, de RadiUS, la radio de la Universidad de Sevilla, a través de este enlace: https://radio.us.es/programa/la-isla-etaria/. Aquí encontrarán ampliación de los temas y entrevistas interesantes con protagonistas y consumidores, espectadores, oyentes de estas edades implicadas.

      Si ya están preparados y preparadas, enfúndense el neopreno y acompáñennos buceando rumbo a la isla etaria.

      Dra. Virginia Guarinos

      Directora de AdMira

      “La edad es intermitente”

      Glenda Laws

      El pasado 18 de septiembre de 2020 fallecía Ruth Bader Ginsburg a los 87 años de edad, jueza del Tribunal Supremo (Supreme Court) de los Estados Unidos. Con casi 30 años de carrera en el alto tribunal, la jueza Ginsburg ha devenido en una especie de icono pop por su carácter fuerte y decidido en la defensa de los derechos civiles, curtida en mil batallas feministas y de justicia social (racial y LGBTI+). La jueza Ginsburg ha sido un ejemplo para jóvenes estadounidenses y del mundo entero por su lucha, su trabajo y su tantas veces encarnizada defensa de posiciones progresistas a favor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad norteamericana. Los jóvenes llevaban su imagen en camisetas, carpetas, cuadernos y todo tipo de memoralia. Una mujer de 87 años, icono de la juventud.

      No es el único ejemplo. Lo hemos visto también con Bernie Sanders, que con 79 años de edad ha sido, en las dos últimas campañas electorales norteamericanas, el líder más valorado y seguido por la juventud, llegando a congregar a 25.000 jóvenes en Los Ángeles el 2 de marzo de 2020.

      Y un último ejemplo, la incombustible Jane Fonda, actriz, militante desde su juventud en la defensa de los derechos civiles, raciales, feministas y por la diversidad sexual e identidad de género y, más actualmente, dura defensora de los derechos medioambientales, luchadora contra el cambio climático e impulsora del Green new deal, liderazgo que le ha valido numerosos arrestos por parte de la policía que, sin embargo, no se atreve a llevarla ante los tribunales. Fonda, protagoniza una serie, Grace and Frankie, donde prácticamente se interpreta así misma, una mujer en los ochenta, fuerte, peleona, autónoma y sexy. ¿Por qué no? Jane Fonda se ha convertido de nuevo (todo el mundo recuerda a una joven Jane Fonda peleando contra la guerra de Vietnam) en un icono para la juventud por su compromiso, pero ahora con sus 83 años.

      Se puede ser joven y vital con 80 años. Todo depende del “espejo sociocultural” en que se mire. No únicamente tiene en esto voz la medicina. Desde un punto de vista geriátrico, seguramente Ginsburg, Sanders o Fonda deberían estar dando paseos al sol y ser personas alejadas de la vida pública y laboral, aparcadas y apartadas, ¿inservibles? Pero han decidido que su edad les sirve también para aportar su experiencia de vida. Están en los ochenta. Y ¿qué?

      Ninguna objetividad. Lo que sí sabemos es que no es un asunto que afecta de modo único (ni exclusivo) a la gerontología, ni a la geriatría o, en general a la medicina, puesto que el envejecimiento biológico está mediado por la construcción cultural: envejecer no es lo mismo siendo rico o pobre, siendo mujer o siendo hombre, o siendo hombre gay o siendo una mujer lesbiana o una mujer transexual (que desgraciadamente no llegan en muchos países a esa edad al ser asesinadas mucho antes; el horror de los transfeminicidios aumenta año tras año en todo el mundo).

      El envejecimiento no es un asunto únicamente de edad, no es únicamente una cuestión biológica y/o sanitaria y/o medicalizada, sino una experiencia

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