Más dulce que la miel. Jennifer Drew

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Más dulce que la miel - Jennifer Drew Julia

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a él, metí a una repostera en un lío.

      —Chico malo.

      —La utilicé para esconderme hasta que llegara él. Resultó que él es un cliente habitual del restaurante Dominick’s, donde trabajaba ella. La han despedido por mi culpa.

      —¿Ese idiota de Dominick la ha despedido? ¿Te puedes creer que intentó sobornarme con champán de segunda? ¡Cretino!

      —El mismo. ¿Hay alguna posibilidad de que la ayudes a encontrar otro trabajo?

      —¿Es la que hizo esos pastelitos de queso que había en la mesa del Dominick’s?

      —Sí.

      —Estaban muy bien hechos. ¿Cómo se llama?

      —Sara Madison. ¿Puedes ayudarla?

      —Pensaré sobre ello.

      —Gracias, Liz. Estoy en deuda contigo.

      —Todo el mundo lo está. Eso me gusta.

      Jeff se marchó, pero en lugar de dirigirse al despacho del redactor, pasó por su mesa para recoger la tarta que Auntie le había preparado. Decidió llevarle un pedazo a Deck para compensar la espera. Su jefe esperaba que los periodistas aparecieran frente a él en el momento en que los llamaba. Por suerte, era una persona golosa y un pedazo de tarta haría que se calmara.

      ¿Y por qué quería verlo antes de la reunión? Si quería ofrecerle un encargo, debía de ser algo importante.

      Patty también le había dejado un regalo sobre el escritorio. Había colocado el patito de goma más feo que Jeff había visto nunca sobre la tarta de chocolate que le había preparado Auntie. Había una nota junto al patito: ¿De qué tienes miedo, Jeff?

      —De las psicópatas como tú —murmuró él, y se dirigió al despacho del redactor.

      Decker Horning era una persona arisca que mandaba sobre todos los periodistas de la sala.

      —Has tardado mucho en venir —lo recibió con cordialidad para ser él.

      Jeff se encogió de hombros. Sabía que todo lo que dijera podía volverse en su contra.

      —¿Qué sabes de Search for Life Out There? —le preguntó.

      —Es el proyecto de Randolph Hill. Son un gupo de astrónomos que dicen escuchar señales provenientes del espacio. Tienen una antena parabólica en West Virginia.

      —Hill no es un chiflado —dijo el redactor—. Y el dinero que no consigue del gobierno, lo consigue a través de donativos privados.

      —¿No me digas que ha encontrado extraterrestres verdes ahí fuera?

      —Me he reunido con Hill varias veces. Es un buen científico, sensato y con los pies en la tierra. Estará en Sedona, en el centro Las Mariposa, cuando se celebre un seminario que durará dos semanas. Ahí es dónde tú entras en juego.

      —Parece más un trabajo para un periodista científico.

      —Hill quiere poner en evidencia a los chiflados y charlatanes que dicen que los extraterrestres van a comprar al supermercado con Elvis. Está interesado en la posibilidad de que haya vida en otros planetas, y no en la porquería que la gente ve en las películas de ciencia ficción —Jeff emitió un gruñido. Eso parecía una noticia de tabloide. Él era un periodista de investigación, y no uno cualquiera—. Sé lo que estás pensando —dijo Deck—. Escucha, mientras Hill hace esto, el guru de Arizona también estará en Las Mariposas.

      —¿Barrett Borden Bent?

      El redactor asintió y Jeff comprendió por qué lo había llamado a él. Barrett Borden Bent era el fundador de First Contact Society, un completo chiflado o un astuto timador. Decía que era un científico desilusionado con la actitud que el gremio tenía acerca de los visitantes del espacio. Jeff sabía que Bent creía que el gobierno estaba intentando ocultar la existencia de extraterrestres y que consideraba que la gente debía saber la verdad. Jeff estaba convencido de que solo lo hacía por dinero.

      —Está tramando algo grande, y lleva mucho tiempo convocando a sus seguidores —dijo Deck.

      —A la sombra de un seminario de Astronomía. Así que el tema es Barrett Bent, y no Hill.

      —Así es. Normalmente no malgastaría espacio en un farsante como Bent, pero un seguidor contrariado nos ha dado cierta información. Dice que Bent recibe grandes cantidades de dinero del grupo de First Contact, supuestamente para construir una pista de aterrizaje para los extraterrestres.

      —¿Un centro de recepción para los hombrecillos verdes? ¿Y quién iba a creer eso? —preguntó Jeff.

      —No subestimes a Bent. He hecho una pequeña investigación sobre él. Estuvo implicado en el escándalo de unas acciones de un casino fantasma, y le acusaron de intentar sobornar a los gobernantes. Cuando era joven, lo condenaron un par de años en Kansas por entregar cheques sin fondos, pero desde entonces, no han conseguido condenarlo por nada más. Según nuestra fuente de información, la gente está hipotecando sus casas y canjeando sus fondos de pensiones para darle dinero a él.

      —¿Crees que es una buena oportunidad para pillarlo?

      —Correcto. El seminario comienza dentro de una semana. Quiero que estés allí antes de que lleguen los primeros. Tendrás que irte el viernes. El seminario empieza el lunes, pero así tendrás todo el fin de semana para fisgonear —Jeff sonrió. No solo le apetecía llevar el caso de Barrett Bent, sino que la idea de pasar unos días en el centro vacacional Las Mariposas era muy apetecible. Bañeras de agua caliente, piscina exterior e interior…—. Por suerte, están contratando a mucha gente para atender a los dos grupos que van fuera de temporada —dijo Deck.

      —¿Y no sería mejor si pasara como un cliente más? —preguntó Jeff desilusionado.

      Horning soltó una carcajada.

      Hacer maletas era el trabajo que Sara aborrecía más en el mundo. Iba a echar mucho de menos vivir con Ellie y con su marido, Todd.

      —¡Ahora sé lo que se siente cuando a uno lo destierran a Siberia! Gracias a ese maldito periodista, estoy en la lista negra de todos los restaurantes del pueblo.

      —Sedona no es un lugar perdido —dijo Ellie—. Y a los veintiséis años nadie está en la lista negra de por vida.

      La hermana de Sara dobló un montón de ropa que tenía sobre la cama.

      —Al menos tendrás una habitación libre otra vez —dijo Sara—. No sabes lo mucho que me ha gustado vivir contigo y con Todd durante estos seis meses.

      —Nos ha encantado tenerte con nosotros… y tampoco es que te hayamos visto mucho. Pero nos has ayudado con el alquiler. Ha sido una gran ayuda ahora que Todd está estudiando tanto.

      Sara abrazó a su hermana y se secó una lágrima que rodaba por su mejilla.

      Desde que sus padres se mudaron a Georgia, Ellie había sido toda su familia y cuando su compañera de piso empezó a vivir con su novio y con el perro de este, Sara decidió irse a vivir con su hermana. Todd estaba a punto de licenciarse

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