Del modo de investigación al modo de exposición: Metodología en tesis de ciencias sociales. Karina Ansolabehere

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casi siglo y medio, Karl Marx (1818-1883), filósofo e historiador de la sociedad capitalista moderna, publicó la segunda edición de la que fue su obra intelectual más compleja, largamente gestada y elaborada: el Libro 1 de El capital. Crítica de la economía política. Un párrafo del epílogo se convertiría en referencia obligada para la discusión en torno a la problemática de la relación entre el proceso de investigación y el de exposición en las ciencias sociales occidentales modernas.

      La segunda edición del Libro 1 de El Capital (publicada en fascículos entre junio de 1872 y mayo de 1873 y en volumen completo a mediados de ese año) vio la luz un lustro después de la primera —publicada en alemán en 1867— debido, en parte, a las múltiples reacciones causadas por la investigación y las tesis que contenía. Las circunstancias hicieron que el autor modificara radicalmente tanto el contenido como la presentación de varios de los apartados de la primera edición, y agregó un epílogo con la clara intención de informar y explicar a sus lectores las razones de los cambios.[1]

      El persistente esfuerzo de Marx por escribir y reescribir sus ideas anotadas en cuadernos durante varios años, así como por la edición y reedición de las mismas, indica una casi obsesiva preocupación por el análisis y el proceso de conceptuación y exposición del resultado de sus investigaciones. En vista de esta modalidad de trabajo, resulta relevante, en primer lugar, reconstruir de manera breve la trayectoria editorial y de difusión de El capital en Europa y en América Latina. La intención es respetar la terminología y el significado originalmente referido por el autor, no pocas veces desfigurado por sus traductores y editores. A la luz de esta reconstrucción, estaremos, pues, en condiciones de explicar y comprender, en toda su complejidad, la relación propuesta por este autor entre el proceso de investigación y el de exposición. Y, en tercer lugar, abordaremos la lectura contemporánea de esta problemática aplicada a la sociología, desarrollada por el antropólogo y sociólogo francés Pierre Bourdieu y sus colaboradores.

      La publicación del primer tomo de El capital[2] no estuvo exenta de avatares. Esta coyuntura, junto con las profusas y dispersas reflexiones teóricas y metodológicas del autor sobre el tema central del libro, anteriores a la escritura de la obra[3] y la convulsa historia económica, política, social e intelectual de la segunda mitad del siglo xix europeo occidental —de la cual Marx fue un sistemático analista y vocero—, resultan factores imprescindibles para comprender y dimensionar las varias presentaciones que hizo el autor, vía prólogos y epílogos, a los disímiles lectores de la publicación, en muchos casos visualizados como potenciales defensores o detractores de las tesis que sostenía en torno al funcionamiento y la posible evolución de la emergente sociedad capitalista industrial y sus clases sociales.

      La circulación del primer volumen de El capital en otros contextos sociales, europeos y transatlánticos, no eludió fácilmente las dificultades propias de una obra que, incluso en su idioma original, fue varias veces reelaborada por su autor y, después de su muerte, revisada y editada por sus amigos, colaboradores e instituciones político-académicas encargadas de rescatar y compilar los documentos de los fundadores de una de las ideologías más importantes del siglo xx.[4] En este sentido, al inevitable retraso de traducción al castellano, se sumaron los innumerables errores de sentido, omisiones y erratas aún más frecuentes en el caso de la trascripción de obras complejas y novedosas en lo teórico, conceptual y metodológico.

      Medio siglo después de la publicación de la segunda edición en alemán del primer tomo de El capital, Wenceslao Roces (1897-1992) publicó la primera traducción al castellano del texto en Madrid, España (Editorial Cenit, 1935).[5] Más tarde, al cobijo de la casa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica (fce), el mismo Roces se encargó de dos traducciones más —ahora de los tres tomos de El capital—, aunque entre éstas mediaron más de cincuenta años.[6]

      La enorme difusión de la primera traducción de Roces bajo el sello del fce (1959), aún en circulación, hizo que Pedro Scaron, el traductor y encargado de la única edición crítica de la obra en castellano, publicada por Siglo XXI Argentina Editores, en 1975,[7] afirmara: “Para más de una generación de estudiosos latinoamericanos y españoles [la traslación hecha por Wenceslao Roces] es El capital” (Scaron, 1976: xxi). Sin embargo, aquella traducción, en palabras del crítico, adolecía de “una enorme cantidad de erratas y de errores de interpretación lisos y llanos —muchos más de los tolerables en la traslación de una obra tan compleja y extensa— [lo que] hace que convenga utilizar esta versión con precauciones extremas, en cotejo frecuente con otras traducciones del libro” (Scaron, 1976: xxi).

      En particular, uno de esos “errores lisos y llanos” de la primera traducción de Roces a los que refería Scaron, en nuestra opinión, fue la transcripción de algunos términos clave del párrafo en torno a la cuestión de la relación entre la investigación y la exposición. Por esta razón, consideramos pertinente citar a continuación la primera traslación correcta a nuestro idioma de la reflexión marxista, aunque no sea la más familiar para buena parte de los lectores latinoamericanos, ni mencione los términos utilizados, incluso, por los autores de los capítulos de este libro:

      Ciertamente, el modo de exposición [Darstellungsweise] debe distinguirse, en lo formal, del modo de investigación [Forschungsweise]. La investigación debe apropiarse pormenorizadamente de su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo interno. Tan solo después de consumada esa labor, puede exponerse adecuadamente el movimiento real. Si esto se logra y se llega a reflejar idealmente la vida de ese objeto, es posible que al observador le parezca estar ante una construcción apriorística (Marx, 1976c: 19).

      El uso de los vocablos compuestos Darstellungs-weise y Forschungs-weise en la primera oración del fragmento citado, en vez de la palabra método utilizada en la popularizada transcripción de Roces,[8] sugiere una clara elección por parte del autor del término modo (Weise) para referirse tanto al proceso de exposición como al de investigación. Quizá la intención haya sido la de destacar la multiplicidad de formas que el autor de El capital adjudicaba a los mismos, dada la versatilidad semántica de la palabra modo en alemán. Ésta puede traducirse como “manera”, “forma”, “melodía” y “aire” (Martínez, 1999: 983). Lo anterior, asimismo, por el reconocimiento explícito de Karl Marx de las variadas problemáticas que suponía la investigación y la exposición.[9]

      En cuanto al proceso de investigación, tanto en el prólogo a la primera edición como en el epílogo a la segunda, Marx apuntó dos dilemas que aún hoy exigen el despliegue de una amplia variedad de maneras o modos de investigar: el de la carencia de datos sistemáticos y de calidad sobre la materia examinada,[10] y el del predominio de un uso mimético y forzado de teorías ajenas o distantes de la realidad social estudiada.[11]

      Por otra parte y en relación con el modo de exposición, sugirió, al menos, tres de los problemas centrales que enfrenta un investigador social al comunicar los resultados de su trabajo ya sea a lectores expertos o a neófitos en la materia. El primero es desarrollar al máximo detalle los temas y describir con minuciosidad cada proceso, así como explicitar las fuentes utilizadas.[12] Después se debe dar con una forma adecuada de exposición que permita develar la complejidad de la materia examinada, aunque ello exija un esfuerzo intelectual y de abstracción por parte del lector.[13] El tercero consiste en desplegar un estilo literario comprensible y atractivo que no sólo explique claramente, sino que brinde una experiencia estética en el lector.[14]

      Aunque Marx reconociera las exigencias específicas de cada proceso —el de la investigación y el de la exposición— el fragmento restante del mencionado párrafo era inequívoco: sólo desde el análisis de la realidad es que el investigador puede dar vida a una representación ideal de su funcionamiento y devenir, aun cuando al investigador o a su lector parezca lo contrario. Esta postura se

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