Del modo de investigación al modo de exposición: Metodología en tesis de ciencias sociales. Karina Ansolabehere

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incluso, bajo el nombre de idea, en un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su manifestación externa. Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material traspuesto y traducido en la mente humana (Marx, 1976c: 19-20).[15]

      Esta afirmación directa de Marx al relacionar el método de investigación con el principio del realismo, en oposición al del idealismo, postula, a su vez, el predominio del análisis de la realidad, del quehacer investigativo, sobre el de la construcción de una estructura narrativa por parte del investigador (el estilo expositivo). Este énfasis conlleva una doble consecuencia: mientras la investigación ha de orientarse a descubrir qué pasa o ha pasado en realidad (contenido), la exposición es, básicamente, una “caja de herramientas” o de estrategias narrativas más o menos eficaces y seductoras. De éstas dispone el investigador para explicar y demostrar los resultados de su pesquisa (forma).

      En este sentido, la concepción marxista de la investigación no se sostenía en un presupuesto epistémico “ingenuo” de lo real —como el que sustentaba el empirismo positivista de gran parte de las ciencias sociales de la época y que perduraría hasta principios del siglo xx— sino en el postulado —desarrollado por Marx en su “Introducción general” a la Crítica de la economía política de 1857— de que lo real es una abstracción, una “totalidad concreta” y que:

      Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el efectivo punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y de la representación. […] un concreto del pensamiento, es in fact [sic] un producto del pensamiento, pero de ninguna manera es un producto del concepto que piensa y se engendra a sí mismo, desde fuera y por encima de la intuición y de la representación, sino que, por el contrario, es un producto del trabajo de elaboración que transforma intuiciones y representaciones en conceptos (Marx, 1990: 51-52).

      El modo expositivo marxista, sin embargo, según el historiador Hayden White (1928) —quien publicó un análisis tropológico del primer capítulo de El capital en su libro Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (1973), cien años después de la segunda edición del texto—, básicamente empleaba los tropos característicos de una convicción “ingenua” sobre el lenguaje y su capacidad de “captar la naturaleza de las cosas en términos figurativos”. Aparecen los tropos metafórico (formista), metonímico (mecanicista) y sinecdóquico (organicista). White también señala que la insistencia de la narrativa histórica marxista en develar procesos ocultos e ideologías engañosas evocaba el tropo irónico (dialéctico) —uso de “la metáfora manifiestamente absurda, destinada a inspirar segundos pensamientos acerca de la naturaleza de la cosa caracterizada o la inadecuación de la caracterización misma”— y, con ello, podría suponerse, la autoconciencia de “la naturaleza problemática del lenguaje mismo” y su correlato epistémico: el escepticismo y el relativismo (White, 1992a: 45; 1992b: 274-283).

      Un siglo después de impresa la segunda edición del primer tomo de El capital y el epílogo examinado, los sociólogos franceses Pierre Bourdieu (1930-2002), Jean-Claude Passeron (1930) y Jean-Claude Chamboredon retomarían el tema de la relación entre la investigación y la exposición en un libro de texto. Su reflexión se convertiría en una referencia obligada y permanente para los profesionales de esta disciplina: El oficio de sociólogo. Presupuestos epistemológicos (1973).

      El texto referido se compone de una detallada argumentación de los autores en torno al proceso de la investigación social, así como de 45 fragmentos escritos por diversos pensadores sociales, acerca de las temáticas tratadas en aquella reflexión. Su eje conductor era el establecimiento y la defensa de las coordenadas de un oficio, el habitus, de sociólogo. Esos autores buscaban avanzar en una concepción del quehacer sociológico que trascendiera tanto el empirismo positivista como el convencionalismo o formalismo lógico que, en su opinión, lastraba el quehacer y los alcances de la disciplina:

      Establecer, con Bachelard, que el hecho científico se conquista, construye, comprueba, implica rechazar al mismo tiempo el empirismo que reduce el acto científico a una comprobación y el convencionalismo que solo le opone los preámbulos de la construcción. A causa de recordar el imperativo de la comprobación, enfrentando la tradición especulativa de la filosofía social de la cual debe liberarse, la comunidad sociológica persiste en olvidar hoy la jerarquía epistemológica de los actos científicos que subordina la comprobación a la construcción y la construcción a la ruptura (Bourdieu et al., 1999: 25).

      La delimitación de los principios epistémicos de cada operación de la investigación sociológica —ruptura, construcción y comprobación— resaltaba la importancia de la construcción del objeto de la investigación, las hipótesis y las técnicas para su comprobación. Dicho proceso se orientó a renunciar al formalismo y al empirismo a partir de la propuesta marxista sobre la realidad social como concreto de pensamiento, así como en las proposiciones de F. Saussure, Max Weber y Emile Durkheim sobre el tema (Bourdieu et al., 1999: 51-52).

      Sin embargo, el subordinar la realización de estas operaciones al esfuerzo de ruptura o “conquista del hecho contra la ilusión del saber inmediato”, suponía una mayor equiparación de lo que Marx llamara “modo de investigación” y “modo de exposición”, en la medida en que la ruptura implicaba tomar conciencia de la concepción del lenguaje como constructor del mundo de los objetos; una concepción desarrollada con los aportes sobre la estructura, función y uso del lenguaje, común y especializado, de una nueva generación de filósofos, historiadores, psicoanalistas, lingüistas y críticos literarios.

      Ahora bien, el proceso de ruptura buscaba distanciarse del afán formalista de construir un “lenguaje científico puro y perfecto”; destacaba, entre otros asuntos relevantes,[16] la problemática que se genera por el uso ingenuo y acrítico de términos del lenguaje común, de metáforas e imágenes o figuras por parte del investigador —recursos lingüísticos fundamentales de la “sociología espontánea”, y de su necesaria confrontación a partir del análisis crítico del lenguaje corriente, dilucidado por pensadores como L. Wittgenstein, E. Cassirer, G. Chastaing, G. Canguilhem y otros (Bourdieu et al. 1999: 37-41).

      No obstante, la más completa argumentación a favor de la necesaria imbricación entre el modo de investigación y el de exposición, así como su más lograda implementación en una obra sociológica, la alcanzarían Pierre Bourdieu y un conjunto de colaboradores. Lo lograron con la presentación de una amplia y acuciosa investigación basada en testimonios biográficos sobre la “existencia y la dificultad de vivir”, de más de un centenar de personas vinculadas a lugares “difíciles”, como las “urbanizaciones” y las escuelas en Francia. La obra se intituló La miseria del mundo (1993).

      La primera llamada al lector en este libro apuntaba, explícitamente, la necesaria complicidad entre el objeto o problema de una investigación y el modo de exponer sus resultados cuando el investigador pretende hacer comprensibles las concepciones (puntos de vista) e interacciones (prácticas) sociales de los sujetos estudiados:

      Entregamos aquí los testimonios que nos dieron hombres y mujeres en relación con sus existencias y la dificultad de vivir. Los organizamos y presentamos con vistas a conseguir que el lector les dirija una mirada tan comprensiva como la que nos imponen y nos permiten otorgarles las exigencias del método científico. Por eso esperamos que tenga a bien seguir el rumbo propuesto; esto, aun cuando comprendemos que, al ver en los diferentes “estudios de casos” una suerte de pequeños relatos, algunos prefieren leerlos al azar y deciden ignorar los previos planteos metodológicos o los análisis teóricos que, en nuestra opinión, son sin embargo completamente indispensables para una justa comprensión de las entrevistas (Bourdieu et al., 2013a: 7).

      De este modo, la disposición y la lectura yuxtapuesta de los análisis sociológicos y las transcripciones de los diálogos entre los entrevistadores

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