Casada con un extraño. Tracy Sinclair
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—Sí, todo les fue muy bien. Raymond resultó ser muy bueno con la electrónica y consiguió un gran trabajo en Silicon Valley, así que se compraron una casita preciosa. Luego, una noche lluviosa, cuando volvían a casa del cine, un conductor borracho chocó contra su coche. Los dos murieron instantáneamente.
—Lo siento —murmuró Philippe.
Ella asintió y no dijo nada. La animosidad entre ellos se había evaporado. Nicole sintió el deseo inexplicable de apoyar la cabeza en los anchos hombros de él y dejar que él la abrazara.
—Los dos hemos sufrido una gran pérdida —dijo Philippe—. Y ahora hemos de ver lo que es lo mejor para su hijo.
El momento de debilidad de ella pasó inmediatamente y se preparó para la batalla.
—Si lo dice en serio, entonces estoy segura de que se dará cuenta de que Robbie estará mejor conmigo.
La expresión de Philippe se endureció.
—No estoy de acuerdo. Seguramente usted admitirá que un niño necesita un hogar estable.
—¡Hay que ver lo pomposo que puede llegar a ser usted! ¿Es que esta casa no le parece suficientemente bien solo porque hay algunas cosas tiradas por el suelo?
—Está claro que nuestra definición de unas pocas difiere algo. Pero este no es el momento de hablar de cosas sin importancia. Tenemos cosas más importantes que aclarar.
—Ya las hemos aclarado. Robbie se queda conmigo y usted se va a su casa a pisar algunas uvas para ganar más dinero, que es lo único que le importa.
—¿Qué clase de trabajo hace usted? —le preguntó él inesperadamente.
La pregunta la pilló por sorpresa.
—Yo… Bueno, trabajo para una fábrica de ropa.
—¿Qué es lo que hace allí?
—Patrones.
Nicole no quiso contarle que su ambición era ser diseñadora y que había empezado a trabajar allí para aprender todos los aspectos del negocio.
—¿Y qué importancia tiene mi forma de ganarme la vida? —le preguntó.
—Mucha. Su trabajo no le permite tener suficiente tiempo para Robaire. Supongo que estará todo el día al cuidado de desconocidos, así que solo lo puede ver brevemente por las noches. E, incluso entonces, está demasiado ocupada para prestarle toda su atención.
—¡Eso no es cierto! Lo que cuenta es la calidad del tiempo que estamos juntos, no la cantidad.
—Un razonamiento muy débil —dijo Philippe—. En mi casa en París, donde debe estar, Robaire tendrá cuidados constantes.
—De una niñera cuya mayor preocupación será su sueldo, ¿no? Yo le puedo dar algo que usted no le puede comprar con todo su dinero. Pero seguro que usted no sabe nada de algo tan poco productivo como el amor.
Philippe la miró y pensó que, si esa mujer era capaz de desarrollar semejante cantidad de pasión por un niño, ¿cómo sería en brazos de un hombre?
Agitó la cabeza para no pensar en esas cosas precisamente en semejante momento. Había mucho en juego como para dejarse llevar por su imaginación.
—Ese es un sentimiento muy noble, señorita Trent, pero Robaire necesita algo más que amor. Necesita tener un futuro garantizado, algo que ese dinero que usted desprecia, sí que le puede proporcionar.
Siguieron discutiendo cada vez con más ganas, hasta que, por fin, Philippe tuvo que sacar su mejor carta, la que le tenía que dar el triunfo. Estaba basada en una premisa incierta, pero Nicole no lo sabía.
—Había esperado que usted colaborara por el bien del niño, pero realmente no necesito su permiso para llevarme a Robaire de vuelta a París. Él nació en Francia, de padre francés. Eso hace de él ciudadano francés.
—¡Tonterías! Su madre era estadounidense, así que Robbie es tan de aquí como francés.
—No cuando su lugar de nacimiento fue Francia.
Esa fue una sorpresa muy desagradable. Nicole no sabía si lo que ese hombre le estaba diciendo era verdad, pero ciertamente tenía algo de sentido. Incluso aunque la reclamación de ella sobre el niño fuera válida, Philippe tenía dinero suficiente como para meterse en pleitos indefinidamente. Ella solo ganaba lo suficiente para sobrevivir muy justamente, así que poco dinero le quedaba para abogados. Los Galantoire podían conseguir docenas de ellos, todos muy caros y ansiosos por meterse en pleitos.
Decidió que su única posibilidad era apelar al sentido del juego limpio de él, algo no muy prometedor.
—Creo que está equivocado con respecto al estatus de Robbie, pero supongo que ninguno de los dos lo quiere ver en medio de un litigio con juicios por medio —dijo razonablemente—. ¿No se da cuenta de lo mal que se sentirá viviendo con usted? No solo no lo conoce, sino que le tiene miedo.
—Lamento de verdad haber levantado la voz en su presencia, pero le aseguro que no volverá a suceder.
¿De verdad que él pensaba que se iba a creer eso?
—Desafortunadamente, el daño ya está hecho. Robbie acaba de perder a sus dos padres y ahora usted está diciendo que se lo quiere llevar y apartarlo de la única persona con la que se siente a salvo, para hacerle vivir en un país extraño y rodeado de desconocidos. No me puedo creer que nadie sea capaz de ser tan cruel con un niño pequeño.
—En eso tiene cierta razón —dijo Philippe dudando por un momento.
Luego su expresión se aclaró y añadió:
—Muy bien. Usted puede venir con nosotros y quedarse hasta que el niño se haya acostumbrado.
Nicole lo miró llena de ira.
—¡Es usted increíble! ¿Se supone que debo dejar de trabajar e irme a vivir al otro lado del mundo solo porque usted quiere?
—No por mí, sino por Robaire. Si el niño le importa tanto como dice, no debería pensárselo dos veces. Y, con respecto a lo de dejar su trabajo, eso no parece una gran pérdida. Estoy seguro de que podrá conseguir otro igual o mejor a su vuelta.
Nicole casi se quedó sin habla por la ira.
—¡Es usted el hombre más irritante e imposible que he conocido en mi vida!
La sonrisa de él le transformó todo el rostro. Philippe Galantoire se transformó delante de sus ojos en un hombre diabólicamente atractivo y con un picante sentido del humor.
—Esa es la primera impresión que doy a menudo, pero mejorará.
—No se apuesta el castillo —murmuró ella.
—Haré las reservas para los billetes —dijo como si ella ya hubiera accedido—. Doy por hecho que usted ya tiene el pasaporte, ¿no?
Nicole