Educar para la pluralidad. Iván López Casanova

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Educar para la pluralidad - Iván López Casanova Claves

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y resultan pésimos de cara a la construcción de una vida feliz, aunque al principio no parezca tan evidente.

      Esta nueva perspectiva de la pluralidad implica revisar los temas clásicos de la educación familiar. Habrá que explicar bien los puntos de vista propios, pero también incluir, sin simplificaciones ni deformaciones, las exposiciones de los planteamientos ajenos. Es decir, poner el foco educativo en ambas cosmovisiones, para que los adolescentes no se desconcierten al contactar con otros modos de entender el mundo.

      De este modo serán capaces de comprender la voz de los demás, su relato; de aceptarlos como iguales; de tener confianza para discrepar y para participar en una comunidad en la que se comparten algunos valores y se disiente de otros. También aprenderán de los demás y asimilarán enfoques nuevos, pues no siempre chocarán con valores esenciales recibidos en casa. De paso, les servirá para paliar la fuerte tentación, tan típica del tiempo de la adolescencia, de mimetizarse con el ambiente para ser aceptados.

      Pero todo esto no es solo una reflexión teórica más o menos acertada. Porque estas ideas han nacido tras más de veinte años tratando muy de cerca con grupos de adolescentes. De todos estos años señalaría dos consideraciones importantes. La primera, por curioso que parezca, es que no he conocido a ningún adolescente con mal corazón: la existencia todavía no les ha ofrecido el rostro sucio e inmoral que, con el paso de los años, tal vez quiebre su inocencia. La segunda es que, con tal de no estar solos, los adolescentes son capaces de hacer cualquier locura, llegando incluso a grandes cotas de heroísmo para realizar acciones negativas.

      De nuevo, insisto: los adolescentes necesitan sentirse aceptados, ya que ese período de la vida consiste, precisamente, en descubrir un ideal y entrelazarlo con un grupo, para construir un nosotros que los integre y que dote de sentido a sus vidas. Un adolescente que no comprenda por qué los valores recibidos en el ámbito familiar no se cumplen en la vida de sus amigos puede sentir un aislamiento insoportable. Y, más aún, si esos valores se consideran caducados, ridículos o, incluso, negativos.

      Igualmente, puede ocurrir que tampoco vean reflejada su formación familiar en lo que les cuentan sus profesores, en internet, en las canciones que empiezan a oír a todas horas, en las series de televisión, etc. Así, poco a poco, se insinúa en su mente la idea de que la educación que han recibido en casa es irreal, falsa, inservible. Y de este modo, si no han sido preparados para manejar este profundo desconcierto, abandonarán la formación de su infancia para ser aceptados por sus compañeros.

      Si se quiere paliar la soledad y la confusión del adolescente cuando comprueba la divergencia de sus valores con los del ambiente dominante, la clave formativa depende de educar para amar, comprender y convivir en el mundo plural. De esta forma, se proveerá a los hijos de la formación necesaria para salvar su desconcierto adolescente; también para impedir que se vuelvan insensibles para lo ajeno o escépticos ante lo verdadero.

      En este trabajo se postula, por tanto, una original perspectiva educativa que proyecte toda la formación en la familia −desde el primer biberón− hacia el logro de su manejo adecuado en la adolescencia. Porque de este modo de educar dependerá el logro de una juventud vivida en plenitud; el buen comienzo de los estudios, el establecimiento de sólidas relaciones de amistad y un noviazgo maduro y sano; la solidez del edificio moral y la firmeza de las convicciones sobre las cuestiones últimas. Solo así los adolescentes podrán de verdad plantar la propia vida como un árbol fuerte y vertical para dar, también, sombra y frutos a los demás.

      Por último, conviene apuntar que estas páginas no desean ofrecer recetas para educar, sino reflexiones para su meditación y puesta en práctica. Además, las recetas se olvidan pronto. De forma contraria, lo que se medita queda interiorizado como criterio personal. Por esto, no nos ha importado que algunos conceptos centrales aparezcan repetidos.

      Concretamente, en la primera parte del trabajo los temas son más generales, pues resulta esencial manejar con alguna profundidad algunas ideas sobre la propia sociedad plural, sobre pedagogía educativa, comunicación familiar, sobre las diversas cosmovisiones que entrechocan en el entorno social...

      De modo distinto, en la segunda parte del libro se aplica la perspectiva de la pluralidad a parcelas educativas concretas, para evitar que nuestros hijos lleguen a la edad del difícil contraste entre los valores familiares y sociales sin preparación. Para ello, se proponen pautas prácticas sobre los temas de educar para la belleza, la formación de la atención, de la espiritualidad, sobre cómo atender el problema creciente del narcisismo, sobre la educación para el amor y para los temas formativos más clásicos —tratados con una perspectiva plural− como la educación de la inteligencia, la voluntad y la afectividad.

      El tema es difícil, y tiene algo de incontrolable. O mucho. Y eso es parte del problema: que no hay pastillas milagrosas, que habría que leer más, reunirse con otros padres, seguir dándole vueltas, dialogar, corregir aspectos variados, volver a hablar, cansarse, pasarlo mal, etc. Con todo, se necesita un abordaje radical de este problema educativo afrontándolo antes de que aparezca, para conseguir que la soledad del adolescente sea acompañada y educada adecuadamente en el entorno familiar.

      Espero poder ofrecerlo en estas páginas.

      [1] Mariolina Cerriotti Migliarese, La familia imperfecta. Cómo convertir los problemas en retos (Madrid, Rialp: 2019), 29.

      [2] Antonio Milán, Adolescentes hiperconectados y felices, Madrid, Ediciones Teconté, 2018, 45.

      [3] Wendy Shalit, Retorno al pudor, 1999 (Madrid: Rialp, 2012), 316.

      [4] José Ortega y Gasset, Meditación del pueblo joven y otros ensayos sobre América, 1916 (Madrid: Revista de Occidente en Alianza editorial, 1981), 13.

      II.

      ¿QUÉ ES EDUCAR PARA LA PLURALIDAD?

      1.

      LA EDAD DEL CAMALEÓN Y DEL PÁNICO AL RIDÍCULO

      Sentimos que no podemos ser felices si en la escuela los demás chicos nos han despreciado un poco. Haríamos cualquier cosa con tal de salvarnos de este desprecio; hacemos cualquier cosa.

      Las pequeñas virtudes. Natalia Ginzburg

      Durante algunos años organicé una Escuela de fútbol sala. La idea era atender a chicos de entre 9 y 15 años que por alguna razón no participaban en la liga que organizaba la Federación: bien porque no poseían buen nivel futbolístico, bien porque sus padres no los podían acercar a entrenar, tal vez porque realizaban otras actividades por las tardes… Pensé que habría muchos muchachos a los que les encantaría participar en su deporte preferido y que quedaban excluidos.

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