El sueño de Gargantúa. Antonio José Antón Fernández

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El sueño de Gargantúa - Antonio José Antón Fernández Pensamiento crítico

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el Pentateuco, y varios diálogos de Platón, tiene tantos puntos en común con lo que se suele considerar un subconjunto de ella. Me refiero a la modalidad que, por resumir, podríamos denominar a partir de una de sus formas más reconocibles, la robinsonada (aunque la ampliemos para incluir sus referentes inmediatamente anteriores). Desde Nicolás de Oresme hasta Harriet Martineau; desde Defoe hasta el Marqués de Sade, podría trazarse perfectamente una historia de la utopía literaria cuyo cauce nos llevara con más claridad hasta Voltaire o Ayn Rand (u Horatio Alger, como veremos más adelante) que hacia H. G. Wells o Bogdánov.

      En todo caso, parecía claro que la utopía liberal era un objeto de estudio en un incomprensible estado de abandono, que merecía ser retomado. Sin embargo, esto me llevó a algunos callejones sin salida: el estudio del liberalismo, como señala Pierre Rosanvallon, arroja varias conclusiones que nos impiden un estudio directo de algo así como una «utopía liberal» o «capitalista»:

      Este inexistente «liberalismo absoluto» o «completo», por tanto, es una de las primeras cosas que se disuelven entre los dedos del que se acerca a estudiarlo: más problemático si cabe ha resultado identificar una utopía. Pero no está todo perdido. De hecho, lo que espero que se aclare con la lectura de este libro es que hay toda una cadena, un «hilo» de fragmentos y relatos utópicos, entrelazado con otros tantos momentos mitológicos y sin duda también teológicos, que sostiene el edificio capitalista.

      En definitiva: no busco un único relato, narración o mito al que el liberalismo dio forma para legitimar su funcionamiento «vampírico», sino constatar una pluralidad de ellos. O más exactamente, la cuestión no es que el liberalismo ofrezca uno o varios contenidos mitológicos fundadores, o una o varias promesas teo-teleológicas dadas de una vez por todas y acotables en periodos históricos. Lo que veremos, es que los utopemas se solapan y se suceden, son «emergentes» y luego «residuales», o se hibridan primero para aparecer después, repentinamente, de forma individual y dominante.

      No obstante, algo debe haber en esa tensión última, que permite su encaje con las estructuras utópicas, y el engarce de los utopemas entre ellos o con otros que puedan venir. Quizás, si el capitalismo es una gran máquina de producción de divisiones, de escisiones y exclusiones; si el capitalismo es pura reproducción de antagonismo, quizás, entonces, el liberalismo sea, en su razón última, distancia.

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