Menorca responsable. Marc Ripol
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El turismo responsable afecta a todos los aspectos del viaje: cultura (disfrute del patrimonio cultural del lugar y de sus costumbres y tradiciones sin intentar influir en ellas); espacio y entorno (el paso del viajero ha de afectar lo menos posible a la naturaleza), y gentes (detenerse a comprender los diferentes modos de vida de un modo respetuoso).
El turismo responsable está relacionado con la curiosidad por descubrir y entender lo nuevo, lo diferente… y disfrutar de ello.
Si puedes elegir: ¡elige responsable!
Decálogo del viajero responsable
1. Abre tu mente a nuevas culturas y tradiciones y sé tolerante ante la diversidad.
2. Respeta los derechos humanos; cualquier forma de explotación vulnera los objetivos del viaje.
3. Ayuda a conservar el entorno natural y procura no dejar otra huella que la de tu zapato.
4. Respeta el patrimonio artístico, arqueológico y cultural del destino.
5. Si compras regalos, procura que estos sean expresión de la cultura local.
6. Cuando planifiques tu viaje, elige aquellos proveedores que se preocupan por los derechos humanos y por el medio ambiente.
7. Utiliza los recursos naturales con moderación y procura minimizar la generación de residuos.
8. Disfruta con las costumbres, gastronomía y tradiciones de la cultura local.
9. Si visitas espacios sensibles, infórmate antes cómo hacerlo.
10. Contribuye al desarrollo de un turismo responsable, justo y sostenible.
Camí de Cavalls a Es Grau.
Menorca responsable
A Menorca se le pueden atribuir todos los tópicos que se suelen dedicar a las islas del Mediterráneo: playas de aguas cristalinas, encalados pueblos de pescadores con porticones verdes o azules y bucólicos paisajes de interior. ¿Qué es entonces lo que le confiere su carácter propio? No es tierra de grandes contrastes paisajísticos como su hermana Mallorca, ni alberga las juergas y saraos de la cercana Ibiza. Al igual que Formentera, pero de mayor extensión, Menorca es una isla tranquila y de paisaje apacible que vale la pena recorrer con calma, ya que algunos de sus mejores rincones solo se pueden alcanzar tras largos paseos.
Menorca tuvo la suerte de escapar del boom turístico que sufrió España en la década de los años sesenta del pasado siglo, pues dada su condición de punto más meridional del país, fue declarada objetivo militar por el gobierno de Franco y se impidió el desarrollo urbanístico que tanto afeó el resto del litoral.
En 1993 la isla fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, factor que ha contribuido a que la gran mayor parte de sus 220 kilómetros de costa se conserven en estado prácticamente virgen. Además, en 1999 el tramo de costa que va desde el Cap Gros hasta la Punta des Morter fue declarado Reserva Marina Protegida.
Las poblaciones del interior son, por su menor contacto con el turismo, las que mejor conservan el espíritu y las costumbres autóctonas. El paisaje de sus barrancos, entre los que destaca, por su belleza y su riqueza natural, el d’Àlgendar, puede llegar a hacer sombra a las playas más fotografiadas del litoral. Una de las zonas más bellas y menos frecuentadas es el Parque Natural de la Albufera des Grau, que va desde el Cap de Favàritx hasta la Albufera des Grau y la Illa d’en Colom.
Cómo es Menorca
Sus habitantes
La población de la isla no llega a los 100.000 habitantes y está repartida en algo más de 700 kilómetros cuadrados. La mayor densidad se da en Maó y Ciutadella. Aproximadamente un quince por ciento son extranjeros residentes en la isla, aunque en verano la población crece de forma importante.
Hablan menorquín, un subdialecto del catalán balear que se caracteriza por el salat, que consiste en utilizar los artículos es y sa, por no pronunciar el sonido [ll] entre vocales y por conservar muchos vocablos de la época británica.
Aunque tienen fama de ser tímidos y reservados con los foráneos, si se les necesita son amables y acogedores. De carácter tranquilo, suelen poseer un gran sentido común y un fino humor cargado de ironía que, sin duda, heredaron de los británicos. A lo largo de la historia han demostrado un gran amor por la libertad y la independencia y sigue sin gustarles que alguien de fuera de la isla les diga cómo tienen que organizarse.
Son Saura.
Naturaleza
Menorca es la más oriental de las Illes Balears. Es relativamente pequeña, pues mide 47 kilómetros de este a oeste y apenas veinte de norte a sur. Las poblaciones más importantes corresponden a los ocho municipios en que está dividida, que son, de oeste a este: Ciutadella, Ferreries, Es Mercadal, Es Migjorn Gran, Alaior, Maó, Es Castell y Sant Lluís. A estas hay que añadir la población de Fornells, en la costa norte, que pertenece a Es Mercadal. Su principal eje vertebrador es la carretera que une Ciutadella con Maó, la Me-1, que además pasa por Ferreries, Es Mercadal y Alaior. Es Castell y Sant Lluís están en la costa de levante, al sur de Maó, y Es Migjorn Gran al sur de la isla, entre Es Mercadal y Ferreries.
Ciclistas en Cales Coves.
La costa sur se caracteriza por sus playas de arena blanca y aguas poco profundas de un impresionante tono turquesa. La costa norte es más abrupta y sus playas son de arena parda, a veces rojiza, y aguas de color azul oscuro cuando el fondo es rocoso. A lo largo del litoral menorquín hay algunas urbanizaciones, eminentemente turísticas, aunque la mayor parte de costa permanece sin edificar. Al sur de la isla, y de este a oeste, están S’Algar, Punta Prima, Binibèquer, Cala en Porter, Son Bou, Sant Tomàs, Cala Galdana, Son Xoriguer, Cala’n’Bosch, Cala Blanca y Santandria. De Ciutadella hacia arriba encontramos Cala’n’Blanes y en el norte Cala Morell, Arenal d’en Castell y Addaia. En levante están Es Grau, Sa Mesquida y Cala Llonga. El interior de la isla es muy llano, siendo el punto más elevado, con 358 metros, el Monte Toro.
La isla se puede recorrer fácilmente en coche, moto, bicicleta o a pie. Además de buenas carreteras hay varios caminos rurales como el Camí d’en Kane, en el interior, o el Camí de Cavalls, por la costa, por los que vale la pena pasearse olvidándose un rato de motores.
Menorca en la literatura
Dos de los literatos más importantes de la isla nacieron en el siglo XVIII y se dedicaron a la dramaturgia. Joan Ramis i Ramis nació en Maó y
escribió, además de numerosos estudios historiográficos, cuatro tragedias de corte neoclásico: Lucrècia (1769), Arminda (1775), Constància (1779) y Rosaura o el més constant amor (1783). También en Maó nació Vicenç Albertí i Vidal quien, a diferencia del estilo culto de Ramis,