Viaje al centro de ti - Los 12 mandamientos del siglo XXI. Luis Fernando arean Alvarez

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Viaje al centro de ti - Los 12 mandamientos del siglo XXI - Luis Fernando arean Alvarez Harpercollins Nf

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cada vez que tengo que convencer a mi ego de que no tiene razón.

      Despierto cada vez que mi mente empieza a quedarse dormida.

      ¿CUÁNDO CONECTÉ CON LA «DIVINIDAD»?

      Conecté con lo que yo llamo divinidad en 2004. Este fue el año que tuvo lugar mi golpe de varita, en un momento en el que todo se vino abajo, en un momento en el que pasé de tenerlo todo a no tener nada, en un momento en el que me sentí hundido, en el que no veía salida.

      Siempre he sido un luchador incansable, siempre he sido muy trabajador, muy tenaz, y siempre me había ido bien. Digamos que ir bien es cuando las cosas, a pesar de lo que cuestan, salen como tú quieres que salgan, y así era yo. Hasta entonces todo había ido rodado. Tenía lo que quería, no sin esfuerzo, pero lo había conseguido todo. A mis treinta años podría decirse que era lo que la sociedad conoce como un triunfador.

      Tenía una empresa, pareja, casa, coches, una vida social envidiable, era popular en mi profesión. En mi trabajo todo iba como la seda, pasé de hacer infantiles en colegios con mi familia a grandes musicales como 101 dálmatas, con una actriz de primera que se convirtió en mi pareja, conseguí grandes patrocinadores, hacer exitosas giras, lo que siempre había deseado. Después vino El Zorro, otra gran producción, y aún faltaba por venir lo mejor: el musical de Queen, We Will Rock You. Me codeaba con los componentes del grupo, la obra fue la estrella de la temporada y su estreno, de los mayores acontecimientos de entonces. Creí, algo que tú también habrás pensado muchas veces cuando las cosas te van bien, que nada podía cambiar y que ese éxito era para siempre. Me sentía imparable.

      Había trabajado duro, me había sacrificado para conseguir todo aquello, había perdido cosas por el camino para obtener mis metas y por fin las había logrado. Estaba en la cima.

      No nos preguntamos por el despertar cuando la vida nos sonríe porque pensamos que son cosas místicas de gente que tiene tiempo que perder.

      Estaba on fire y sin saber que la vida me había preparado algunos interrogantes para los que no tenía respuesta y cerrojos para los que no tenía salida. ¿Para qué desperdiciar momentos reflexionando sobre quién era yo en realidad si me encantaba el Luis en el que me había convertido? No me interesaba nada la persona porque disfrutaba con el personaje. Las preguntas llegan cuando la vida te golpea y te sientes tan hundido o perdido que buscas dónde agarrarte.

      ¿QUÉ OCURRIÓ?

      Ocurrió algo que nadie podía controlar ni esperar. España se vio golpeada por los atentados del 11-M. El país se quedó congelado ante las imágenes que no paraban de repetirse por televisión, los ciudadanos se asustaron, vieron que lo imposible era posible y que, quizás, les podía tocar a ellos también, que quizás lo peor no estaba tan lejos. Hechos terroríficos que cambian la vida de un país y de todos nosotros en cuestión de un segundo, y así fue.

      ¿Qué tuvo que ver esto conmigo? Nada y a la vez todo. El miedo se apoderó de los seres humanos, el pánico, la tristeza, la rabia, el desanimo, la desilusión. España cayó en depresión y lo último en lo que pensaba la gente era en salir a divertirse.

      ¿CUÁLES FUERON LAS CONSECUENCIAS?

      El teatro cayó en picado, la taquilla se paralizó y empezamos a dar pérdidas. Unas pérdidas que me obligaron a cerrar un musical, que tenía previsto estar en cartel unos cinco años, a los seis meses del estreno.

      En aquel momento, como me creía Superman, pensé que estaba por encima de cualquier circunstancia. En vez de tomar medidas rápidas para contener las pérdidas de la empresa, me quise hacer el salvador de todos los marineros que había en el barco, trasmitiéndoles que no pasaba nada y que yo podría soportar cualquiera de los problemas a los que nos enfrentábamos. Está claro que el hombre propone, pero es la vida quien dispone.

      Y mientras salvaba a los marineros, cuando me quise dar cuenta el barco se había hundido. Fue lo que se conoce como un fracaso total. De repente el glamour que me rodeaba desapareció. El dinero que seguía llegando se fue mucho más rápido de lo que pensaba. Aprendí en horas que en el mundo del espectáculo se gana en pesetas, pero cuando se pierde salen los euros a gran velocidad.

      ¿QUÉ PASÓ CUANDO SE TORCIERON LAS COSAS?

      La vida social se esfumó y el teléfono dejó de sonar. Peor aún, dejaron de cogerlo.

      Ya no estaba de moda.

      Ya no tenía el musical de la temporada.

      Ya no podría recuperar la inversión que se hizo.

      Puede parecer que no es tan grave, pero para mí fue mi ruina y lo que eso conllevaba. De tenerlo todo, como digo, a no tener nada, solo problemas, deudas, incertidumbre sobre el futuro y con ello la perdición.

      Es fácil saber dónde ir cuando las cosas van bien, pero cuando se tuercen, de pronto los caminos se ocultan, las caras amables ya no están y lo único que te acompaña día y noche es la angustia. Conoces esa sensación, ¿verdad?

      Entonces surgieron las preguntas, esas que hasta ahora no conocía. ¿Por qué me ha pasado esto? ¿Por qué ahora? ¿Por qué solo me ocurre a mí? ¡Qué injusto! Seguro que también te suenan, todos las hemos pronunciado en algún momento, y yo en aquella época empecé a decirlas muchísimo. No entendía nada. ¿Cómo podían cambiar las cosas tanto de un día para otro? En solo un segundo. Sentía que después de lo que había trabajado no me lo merecía.

      Las preguntas estaban todo el tiempo en mi cabeza, les daba vueltas y más vueltas. Los problemas crecían a la misma velocidad que lo hacía mi incapacidad para pensar cómo solucionar la avalancha que arrastraba de acreedores. A diario me llegaban amenazas de los bancos con embargarme mi casa. Y la de mis padres, las de mis hermanas que, las pobres, en su afán de ayudarme, firmaron el aval del préstamo para poder acometer mis sueños.

      Hasta ese momento parecía que lo entendía todo porque todo me salía más o menos como yo quería. Como te he dicho antes, cuando las cosas van bien, cuando suceden como uno quiere o espera, es raro que te hagas ciertas preguntas. ¿Para qué? Pero cuando la vida cambia los planes, cuando no entendemos que ella tiene otros y que no siempre coinciden con los nuestros, es cuando llegan las preguntas, porque entendemos lo bueno, nunca lo difícil.

      Y ahí estaba yo, justo en esa situación. Explorando los caminos de lo desconocido, rutas incómodas que en situaciones así te ves obligado a descubrir. Es la única manera de avanzar. Me veía en una posición totalmente nueva, despidiendo personal, cerrando el teatro, buscando maneras de conseguir dinero. Me vine abajo. ¡Me rendí! Mi ánimo se desplomó.

      Llegar hasta donde lo había hecho había sido duro, es verdad que todo había fluido, pero, como digo, con mucho trabajo y mucho sacrificio. Una vida entregada a mi profesión y, este momento, el estreno de We Will Rock You, era el premio. Por fin había llegado a mi meta, el trabajo había merecido la pena. Aunque si este era el final, tal vez nada lo habría merecido.

      Más tarde aprendí que todo acababa bien, y si no ha acabado bien, es que todavía no ha terminado, pero, obviamente, en ese instante no lo veía. Buscaba salidas y no encontraba puertas. Hacía preguntas y no llegaban respuestas. Me encerré en mí mismo. Me volví arisco. Me sentía fracasado, hundido, tanto esfuerzo para qué. Continué buscando respuestas. ¿Por qué me había pasado esto a mí? Y cada día que no recibía soluciones

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