Catarsis de la humanidad. Isabel Cortés Tabilo

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Catarsis de la humanidad - Isabel Cortés Tabilo

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amor, justicia y verdad.

       Que aún eres tú, buscando una identidad,

       que se pueden desatar cadenas de odios

       y bañar generaciones de paz,

       que aún se puede amar.

       Devolver a las alas su libertad,

       olvidar quizás…

       Que el mundo gira en capitales inertes,

       inmerso en un semáforo de escarlata,

       un cigarro que se apaga silente

       ahogado en el licor del abandono,

       mientras niños perecen

       famélicos, en el portal del siglo XXI.

       Escucha… ¡Escucha!

       Aquella voz muy niña

       que rompe las escarchas

       suplicando un trocito de amor,

       mendigando el derecho a vivir.

       ¡Por favor, siente!

       No permitas que los peces

       se conviertan en armas,

       que los astros se vuelvan máquinas.

       Encendamos el horizonte con sabiduría…

Catarsis de niña

       Mañana de julio

      La calle del barrio, infinita y lejana,

       se pierde en el horizonte enigmático,

       despiertan joviales ensueños,

       apasionado atisbo de esperanzas.

       ¡Nace euforia desconocida!

       Un invierno de sol, perenne como Dios,

       calles inolvidables de evocaciones,

       fantasías de chiquilla soñadora.

       ¡Grita, resuelta sonrisa!

       La juventud que germina,

       imagino alegría en los árboles,

       pinto de magia casas heterogéneas.

       Poetizo anuncios publicitarios,

       juego en el cielo impregnado de nubes mágicas,

       encanto de la candidez de niña,

       cascabeles saltando de júbilo en mi corazón.

       Simplemente es la vida

       que excitada me atrapa,

       no poseo nada y lo tengo todo

       …una mañana de julio.

       Canela, tierra bendita

      La noria de un recuerdo de infancia

       refleja la cascada de la lluvia,

       canales verdes, bellas praderas,

       árboles frutales asombrosos en primavera.

       Quebrada vestida de flores azuladas,

       en un pañuelo de henos y quimeras,

       siembra fatigada al rayar la aurora,

       cosecha estrellada de merecidos frutos.

       El brasero, hoguera de invierno,

       acompañando a mis maravillosos abuelos,

       mientras disfrutaban el mate de antaño,

       con queso blanco y tortillas de rescoldo.

       Contemplo mi abuelita tejiendo

       un chal mágico de hierbas,

       quincho de madera, escalera al cielo,

       acunando margaritas y azucenas.

       Lilas, violetas, quiscos y tunas silvestres,

       flores preciosas perfumadas de Canela,

       linaje distinguido de mis antepasados,

       quienes me vieron nacer,

       meciendo el lápiz del tiempo.

       Murmullo de aves trinando en la ventana,

       pavos correteando gallinas lobas,

       ovejas desprendidas de nubes blancas,

       cabras jugando entre cerros empinados.

       Abejas dadivosas de panales amarillos,

       vacas overas colmadas de miel blanca,

       la abuela hilando las nubes del campo,

       …soñando una descendencia cristiana.

       El abuelo acarreando cebada al alba,

       cabalgando nobles caballos,

       trillando sueños, el fruto bendito del pan,

       arando aquella fabulosa tierra.

       De aromas mágicos, impregnados en el alma,

       de cada coterráneo oriundo de Canela,

       tierra bendita, vestida de encantos

       y noches sublimes de constelaciones misteriosas.

       Mamita, ¿no sé lo que me pasa?

      Si tú supieras, ¿cuánto te quiero?

       ¿cuánto añoro tu presencia?

       Si tu adivinaras las veces

       que pido a Dios por ti.

       Sentirás que te amo

       con todo mi corazón,

       pero, mamita, ¿no sé lo que me pasa?

       Mientras en casa tu amor espera…

       Te enfrento y te daño

       estallo de furia y no sé ¿por qué?

       ¡Me juzgas

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