Tratado de natación. Jose María Cancela Carral
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5.2. La acción de brazos
5.3. Movimientos de propulsión y respiración
5.4. La coordinación del estilo completo
6. Ejercicios para la progresión del estilo mariposa
6.1. Ejercicios de pies
6.2. Ejercicios de brazos
6.3. Ejercicios combinados de pies y brazos
7. Errores más frecuentes en el estilo mariposa
8. Defectos, efectos sobre el estilo y corrección de éstos
8.1. Características: posición del cuerpo
8.2. Características: acción de piernas
8.3. Características: acción de brazos
8.4. Características: respiración
8.5. Características: coordinación
9. Ficha técnica del estilo mariposa
10. Progresión metodológica al estilo mariposa: fichas
Capítulo 7. Enseñanza y aprendizaje de las salidas y los virajes
1.2. Puntos fundamentales
1.3. Pedagogía de la enseñanza de las salidas
1.4. Ejercicios de progresión de la salida
2. Los virajes
2.1. Introducción
2.2. Puntos fundamentales
2.3. Los distintos tipos de virajes. Su ejecución
2.4. Ejercicios de progresión del viraje
1. CONCEPTO Y ORIGEN DE LA NATACIÓN
La natación es la navegación de un ser que, obtenida la flotabilidad deseada, avanza gracias al impulso de los movimientos de sus miembros y de su cuerpo, o, dicho de otra forma, es el avance en un elemento líquido, normalmente el agua, a expensas de las propias energías.
El peso, la posición de la cabeza y el miedo a ahogarse son las causas que le impiden al ser humano la flotabilidad, tan natural en otros animales. Pero esto no es más que una verdad a medias. Como se ve obligado a actuar en una posición horizontal, tan poco natural en él, y que es una de las causas de su pánico al agua, ya que se trata de una actitud nueva e impuesta a su instinto, necesita realizar movimientos de su cuerpo adecuados pero artificiales con el fin de evitar su desequilibrio estático y el anatómico-mecánico; de esta manera se consigue primero su flotabilidad, que como se sabe se obtiene con cierto déficit y que compensa manteniendo su caja torácica con aire. Después, para impulsar el deslizamiento y obtener la traslación de su cuerpo, tiene que realizar una serie de movimientos que difieren de los de otros animales terrestres.
En la historia de la natación es necesario también distinguir la natación instintiva, la natación natural y la natación a la que podemos denominar académica, técnico-deportiva o de competición. El ser humano no posee una facultad instintiva de nadar. Ni creemos que la haya poseído en tiempos prehistóricos, por muy hábil o marinero que fuese. La posición del hombre ha sido siempre la erecta. En los demás animales, su actitud postural y el natural equilibrio de su cuerpo, con la cabeza alta sin que esto les exija esfuerzo, le es propicio para que solamente actuando con los movimientos de tierra consigan ambas cosas: flotabilidad y la locomoción en el agua. Ahora bien, al hombre desde niño le enseñaron a aprender a nadar, con el fin de empezar cuanto antes a ser útil a la familia y a la tribu. Es lógico que así fuese, ya que la perentoria necesidad de contribuir con alimento al acervo común –pesca en este caso– lo exigía diariamente.
Figura 1.1.
¿Origen teórico de la natación? (Camiña, Cancela y Rodríguez, 2000)
Se sabe que la natación primitiva, la adquirida adoptando movimientos primarios, de mimetismo tosco, sin método o técnica de aprendizaje, es tan antigua como la existencia del ser humano. Desde entonces y en todos los lugares, debido a su innegable utilidad, la habilidad de nadar se tuvo en la más alta estima. Sin embargo, las noticias antiguas no son claras ni demasiado abundantes. Habrá que pensar que Adán y Eva, antes de su caída, se bañaban y nadaban en el Éufrates y en el Tigris. Se dijo de Seth, el tercer hijo de nuestros primeros padres, que sobre el año 200 de la creación del mundo nadaba buceando y tapando con su cuerpo los refugios de los peces para evitar que escaparan, atrapándolos después, introduciendo la mano por el hueco de las rocas.
Figura 1.2.
Dibujo descubierto en una cueva de Libia de 9000 años a. C. (Camiña et al., 2000)
Los antiguos monumentos egipcios, asirios, griegos, etc., nos enseñan figuras de guerreros o de gente menos agresiva atravesando ríos y mares, nadando con diversas posturas más o menos graciosas y algunas hasta sorprendentes para el observador moderno.
Algún humorista misántropo o escéptico parece que definió la natación como: «El arte de prolongar la agonía del que se ahoga», lo que resultó ser verdad en algunos náufragos desamparados que nadando llegaron a un completo agotamiento; pero es innegable que ese arte le permite al hombre el libre desenvolvimiento en el elemento líquido.
No es que la natación solamente le de seguridad, sino que le ofrece, incluso, oportunidades para salvar a un tercero de la muerte. Por esta razón, en casi todas las épocas y en casi todos los lugares, el arte de nadar obtuvo la más alta estima.
Al principio, y siempre, los mejores nadadores se encontraban entre los moradores de las costas, islas, grandes ríos y lagos. Los antiguos no practicaban el arte de nadar únicamente por recreo o por higiene, sino también como principio religioso basado en el temor. Se sabe que los pueblos de la antigüedad lo que más temían era verse privados de las honras de la sepultura. El miedo de perecer entre las olas y el de no tener otra tumba que la del fondo del mar o el lecho de un río los inducía a entregarse a este ejercicio con más ardor y perseverancia que los nadadores modernos, que no se ven guiados