Mar de voces. Cecilia Magaña
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Desde la sima de la tierra /
trasladas cántico de Pachamama.
Al mediodía / árbol de miradas infinitas /
transitas sabiduría a la rama elegida
para convertirse en verso, en poema, en legado.
Ítaca
i
Fui feliz imaginando que las casas toman vida propia:
renacen instantes perversos /
la mágica cocina de la abuela viste de aromas infinitos /
y los juguetes respiran inocencia.
ii
Feliz infancia en diminuto cuarto /
cazando en un río de miedo /
recordando al padre fantasma con olor a gasolina
y el frío que dulcemente / jalaba mis cabellos.
Disfrutaba la buena comida que veía en la tele
y refinados gustos / que no existieron.
iii
Y saboreé mi propia muerte
un déjà vú se filtró en mi café.
Sabor a polvo / a desgracia /
y el incendio paralizó mi vida.
Así, entre paladar y sangre volé en cenizas.
Ella
La mujer lava su nostalgia
y restriega la mancha infiel en día de tormenta.
Descarga su dolor al golpear el pantalón en la piedra.
Y después de larga abstinencia
en fértil parpadeo carga el vientre que germina
y transforma la bestialidad de su carne.
Ella degusta de la humareda para olvidarte
y vierte las histerias en la urgencia fálica del cigarro /
para olvidar el capullo que la contiene.
Reconstruye tu hombría tan lejana y pretérita.
tu imagen borrosa saliendo las cuencas,
mientras / los espacios en la pared gritan: ausencia /
aborrece y anhela el endiablado insomnio de tu vacío tan pronunciado.
Imagina lucubrar sin fundamento
hasta que se extinga la luz de su esperanza.
Federico de Jesús Jiménez Huerta
Preparatoria 18
I
Zumbando como un ruiseñor interrogante
y armado del instinto en brama
me tenderé sobre tu nombre
la mañana en que nuestros ecos se abandonen
cuando de la memoria pasemos al instante
olvidando aquellos futuros presentes
y ya no se plantarán mis manos en tu silencio
ya no remedaré tu hueca presencia
ya no más esa escultura oceánica de tu arena carnal
ya no más y ya lo sé
que no habrá desiertos imposibles en ese ecuador
y ya no seremos más este cuerpo
que nació de la voz en una calle abierta
ya ni se callarán los entonces
ni todo lo que arrastraba su inmensidad
ni todo el tiempo cuando todavía se volcaba a esa orilla
ni toda la poesía que te une conmigo en su guerrear
y tampoco esa constelación de palabras
porque sólo tú me habitas al nombrarme
y una palabra, una estrella, se vuelve en ti un grano de sal líquida
como si el mar nos desvistiera
hasta que se alza en su bandera el tiempo (territorio infinito)
desde ese octubre de eco y ruidos
y qué decir de tu herida otoñal
y qué de la ebriedad de tu navío
donde eras la distancia hacia todo
porque ningún día he dejado de buscarte en esta costa
mi volcán furioso
mi saliva patriarcal
imposible e intacta
II
Sobre el mármol de la noche te escribo
a la espera de tu voz
cuando apenas eres una distancia en la memoria
y la seda que se tejió en el silencio
brama como una rosa de Hiroshima
voy repitiendo lo deshecho por la noche
porque quiero fundar ante ti la piedra sin vestido
quiero estar escribiendo en tu sombra llena
y abrir la piel nuclear del tiempo
queriendo huir quiero oír más allá de las sirenas