Se necesita una madre. Jeanne Allan

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Se necesita una madre - Jeanne Allan Jazmín

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hija había estado hablando de Allie todo el camino de vuelta a casa. Zane se arrepentía de muchas cosas, pero nunca se arrepintió de Hannah. No era culpa de la niña que Allie lo odiara. Él sabía quién tenía la culpa.

      Y Allie también. Allie nunca culparía a Hannah, porque amaba a los niños y a los animales.

      Ayudaría a la potra. Allie lo odiaba, pero ella ayudaría a la potra. Y entonces, quizá… Zane respiró hondo y marcó el número.

      Al escuchar la voz de ella, se puso nostálgico. No pudo hablar.

      Allie limpió la cocina, la caja del gato y sacó a Moonie a dar un paseo. Después continuó con el archivo de C & A Enterprises, la pequeña agencia de viajes que poseía junto con Cheyenne.

      Debía de haberse quedado en el Double Nickel, el rancho familiar que estaba en Hope Valley. O haber convencido a Davy de que se quedara en Aspen con ella en lugar de en el rancho. Con Cheyenne fuera, el apartamento parecía vacío. Demasiado silencio. El silencio le hacía pensar. Y recordar. Allie no quería recordar.

      Como si alguna vez lo hubiera olvidado.

      Cuando tenía diez años, Allie conocía todos los movimientos que hacía Zane Peters al andar. Conocía su manera de reír y su forma de hablar tranquila. Le entraban escalofríos cada vez que él pronunciaba su nombre o la llamaba cariño. Su madre, Dolly, era de Tejas. Conoció a Mary Lassiter en una carrera de barriles y allí se hicieron amigas. Dolly también se había casado con un vaquero de rodeo. La diferencia era que Buck Peters dejó el rodeo y regresó con su familia a un rancho cercano a Aspen. Después se marcharon a Tejas y Zane se quedó en el rancho de Colorado para criar caballos.

      Siempre acababa pensando en Zane. Si Allie no hubiera seguido el consejo de su madre, ya llevaría ocho años casada con Zane.

      O divorciada.

      Querer a Zane no le impidió ver sus defectos. Había sido muy imprudente. Mientras Allie estudiaba fuera, le llegaban comentarios acerca de lo que hacía Zane. Iba a fiestas, y a ella le preocupaba que bebiera demasiado y luego condujera muy rápido por las carreteras de montaña. Durante unas vacaciones, discutieron. Él la acusó de que era una desconfiada. La cosa fue a más y ella decidió quitarse el anillo de compromiso y metérselo a Zane en el bolsillo de la camisa. Le dijo que se marchara y que nunca se casaría con él.

      Si él se hubiese disculpado, si le hubiera suplicado que tomara el anillo otra vez… No lo hizo. Sin decir ni una palabra, la dejó allí de pie frente a la casa. Allie lo vio marcharse, conducía tan rápido que el coche derrapaba al tomar las curvas.

      No quería pensar en Zane. La había traicionado. Estaba dolida. Tenía que admitir que su vida había cambiado drásticamente.

      No parecía un hombre que hubiera sufrido. Parecía que estaba bien.

      Sonó el teléfono y Allie se sobresaltó. Interrumpió así sus amargos recuerdos. Cuando contestó, sólo hubo silencio.

      –¿Diga? ¿Diga? Voy a colgar.

      –No cuelgues, Allie. Te llamo por un caballo.

      Allie fue incapaz de pronunciar palabra.

      –Tengo una potra que necesita ayuda. Tiene dos años y la han maltratado. Es ágil e inteligente. Dentro de unos años será un buen pony para Hannah, pero las personas le dan pavor. Me gustaría que trabajases con ella. Estoy dispuesto a pagarte lo que sea.

      Por lo rápido que hablaba Zane, Allie sabía lo nervioso que estaba. Ella iba a colgar.

      –Te necesita –dijo Zane–, cuando se le acerca alguien se pone a temblar. No puedo utilizarla, y aunque Hannah me dejara, no podría venderla. La potra no tiene la culpa. ¿La ayudarás?

      –No.

      –Antes no soportabas que trataran mal a un animal –Allie quiso decirle que él había destrozado su forma de ser. No le dijo nada y cada vez agarraba más fuerte el cable del teléfono–. ¿Y qué hay de tu campaña de protección a los animales? No te preocupes, tus amigos no se enterarán de que te negaste a ayudar a un animal necesitado.

      Su chantaje no funcionaría. Zane podía llamar a otra persona para que lo ayudara con el caballo. Ella tenía que encargarse de su agencia de viajes.

      Amber entró en el salón y saltó al regazo de Allie. Lo había encontrado abandonado y medio muerto en la cuneta de la autopista.

      –Siento haberte molestado –exclamó Zane.

      Allie sabía que no podría ignorar la situación de la potra.

      –Mañana tengo que acompañar a la familia de un niño ciego al curso de Braille en Independence Pass. No podré llegar a Double Nickel hasta las cuatro. Así tendrás tiempo suficiente para dejar a la potra en Hope Valley y marcharte.

      –No voy a llevarla a ningún sitio. Casi se vuelve loca cuando la traje aquí. Tuve suerte de que no se lastimara, así que no voy a hacerla pasar por eso otra vez. La dejaré en el picadero que hay al lado del granero.

      Allie no quería ir cerca del rancho de Zane. No quería volver a verlo. Amber se retorció para que Allie le acariciase la barriga. Ya no se parecía en nada al gato esquelético que Allie sacó del veterinario.

      –Mañana iré a verla, pero no prometo nada. Tú no tienes por qué estar allí. Ya te llamaré para contarte mi decisión.

      Allie colgó. Le dejaría un mensaje en el contestador una vez que hubiese encontrado a alguien para que se encargara de la potra.

      Pasaron treinta minutos antes de que Allie dejara de temblar.

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